La lección de Alfredo Flores sobre la Semana Santa de Sevilla
Acertó al advertir en el momento preciso que se podían repetir los sucesos de la fatídica Madrugada de 2000
La muerte del fiscal jefe de Sevilla durante dos décadas
Sevilla/Aquella cuaresma de 2004 me citó en su despacho de la Torre de los Remedios, donde estrenaba ocupación tras su jubilación como fiscal jefe. Diario de Sevilla acababa de publicar en exclusiva el dossier completo de las diligencias judiciales sobre la triste Madrugada de 2000, la primera en la que la Semana Santa quedó al desnudo, vulnerable, herida por un tiempo largo del que entonces se ignoraba su duración. Alfredo Flores (Salamanca, 1933-Sevilla, 2023) fue fiscal jefe de 1985 a 2004. ¿Quién nos iba a decir que la tertulia improvisada que mantuvimos hace un mes en el Colegio Notarial tras el ingreso de Luis Enrique Flores en la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia sería... la última?
Fue hermano mayor de San Gonzalo, pregonero de la Semana Santa y disertador de prestigio en innumerables foros cofradieros. “La chispa de la Madrugada de 2000 puede saltar otra vez”, me alertó.
¡Cómo acertó don Alfredo! Así ocurrió la Madrugada de la Semana Santa posterior a sus palabras (2005) y hasta en tres noches más: 2009, 2015 y 2017. Y lo hizo con su mesura, buen humor, sin alarmismos. Con esa serenidad de quien tiene buen talante y, sobre todo, conocimiento de los hechos. Nadie como él conoció cuanto ocurrió esa primer anoche en que se nos cayó todo lo que era sólido. ¡Hasta cuatro Madrugadas más sufrimos las cofradías desarboladas y el público a la carrera! Nunca vio Flores nada delictivo, siempre llamó a la prudencia: “No hubo ningún menosprecio a las imágenes, no hubo ultrajes ni a cristos ni a vírgenes que, por cierto, se quedaron desguarnecidos en algunos casos. No hubo datos objetivos sobre disparos, agresiones o destrozos deliberados”.
Flores llamó siempre a la calma, con ese tacto con el que trataba al personal que acudía a la búsqueda de su amparo. Recuerdo cuando un vendedor ambulante se acercó a su balconcillo en la plaza de toros para pedirle ayuda por un hijo metido en enredos. “Lo han cogido en la playa de madrugada junto a una lancha. Pero él no ha hecho nada, don Alfredo, ¡nada!”. Y, claro, don Alfredo prefería mirar al ruedo por puro respeto: “A esa hora en una playa, hijo mío, no se van a recoger paquetes de Fortuna de una lancha. Veremos a ver qué ha pasado, ya hablamos...”.
Nunca sabrán muchos cofrades la categoría de hermano mayor que tuvieron con Alfredo Flores, el jurista que llegó de Salamanca y tuvo que cumplir con el deber de presentarse “a esas dos o tres familias de Sevilla” a las que había que cumplimentar por aquel entonces. Tanto se integró que abrazó el atril de pregonero. Flores entró en Sevilla porque fue natural, tuvo una prudencia exquisita y nunca dejó de sentirse de su tierra. Algunos tuvimos la suerte de saludarlo hace unos años en un encuentro causal en plena Plaza Mayor de Salamanca. Nunca lo vimos tan feliz.
Descanse en paz el fiscal jefe, el hermano mayor, el pregonero, el vecino bueno, el hombre prudente. Formó parte de un elenco de hermanos mayores que estuvieron a la altura de su tiempo. Amó y cuidó de la Semana Santa, porque lo hizo de toda la ciudad.
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