Nuestro héroe
Sevilla/En el silencio de la madrugada del 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar, un chaval con 23 años recién cumplidos se aferraba a la vida en aquella habitación del hospital Macarena. Fuerte y robusto como un roble; con un corazón gigante en el que siempre había lugar para todos; un chaval que nos lleva demostrando durante años el gran amor que tiene hacia su familia, enseñándonos a cómo cuidar y querer a los más cercanos siempre, ante cualquier circunstancia, por encima de todo, incluso del cáncer.
Amigo de sus amigos, proyecto de ingeniero, Gonzalo era esa persona en la que podías confiar sin reservas. Siempre dispuesto a escuchar, a tender una mano o a estar presente cuando más lo necesitabas. Su lealtad era incuestionable, y su capacidad para cuidar de los suyos lo convertía en un pilar fundamental en la vida de quienes lo rodeaban. Bondad, empatía y generosidad eran sus virtudes constantes y que dejan una marca profunda en todos nosotros. Los que tuvimos la inmensa fortuna de conocerlo, sabemos que ahora mismo nos está mirando desde el Cielo, sonriendo, como siempre.
En la flor de la vida, hace poco menos de un año, a Gonzalo le tocó iniciar la batalla de su vida. “Tengo un tumor y de grandes dimensiones en el tórax”; “me han dicho que durará algunos meses, pero no sé cuántos ni si voy a estar todo este tiempo ingresado y tampoco sé si al ser aislamiento podréis verme”. El diagnóstico consistía en una leucemia compleja. Afrontar la enfermedad con madurez y valentía fue el mayor de los ejemplos que pudo realizar, dándonos a todos nosotros una auténtica lección del valor que tenía y recordándonos lo bello que es vivir. Tenía una habilidad especial para encontrar luz incluso en los momentos más oscuros. Cuando las noticias parecían negativas y las circunstancias no eran favorables, él siempre buscaba el lado bueno de las cosas, convencido de que hasta en las situaciones más complicadas había algo positivo que rescatar. Agarrado a la mano de la Virgen de la Esperanza.
El 3 de noviembre del pasado año, recibíamos este mensaje antes del primer día del primer ciclo de quimio “Os echaré de menos este tiempo, pero la espera valdrá la pena”.
Cada guerrero necesita su armadura, y el 22 de diciembre, día de la comida de Navidad, decidimos que era el mejor momento para armar a Gonzalo, justo antes de enfrentar un nuevo asalto. A simple vista, era solo un polo blanco, pero para nosotros significaba mucho más que eso. No estaba hecho de tela, sino de amor. El amor de una familia que él mismo había construido con el paso del tiempo, demostrando siempre que, unidos como estamos, somos invencibles.
Ese día, Gonzalo había recibido la noticia de que pasaría la Nochebuena en el hospital y así subió de nuevo al ring, rodeado por su tropa, la misma que no paraba de corear con fuerza su grito de guerra mientras ponía rumbo hacia el campo de batalla: "¡Oh Solería, cuándo serás mía!". El combate no fue sencillo, cayó más de una vez, pero cada caída era seguida por un impulso para levantarse. Y cuando sus fuerzas flaqueaban, ahí estábamos nosotros, sus amigos, sus chavules, extendiéndole la mano para que pudiera ponerse de pie una vez más. Porque con Gonzalo, sabíamos que la batalla se luchaba en equipo.
Han sido unos meses intensos en los que Gonzalo fue capaz de unirnos al máximo. En cada rato que tenía, procuraba vernos y estar con todos fuese como fuese, sentía la necesidad de estar con los suyos disfrutando como siempre y el resto tenía una inmensa ilusión por verlo. Reducidas visitas al hospital por las circunstancias en las que se encontraba, llamadas por teléfono, mensajes llenos de esperanza, partidas de play durante las que charlábamos del día a día, peregrinaciones a Medjugore y a Fátima poniendo todo en las manos de la Virgen, misas, rosarios, oraciones… meses en los que todos estuvimos volcados de una u otra manera con nuestro amigo. Cada uno entendió que aportar nuestro diferente granito de arena, haría que Gonzalo llevará todo mejor.
El 27 de septiembre recibimos un mensaje de Gonzalo que nos golpeó el corazón. Tras realizarle una serie de pruebas, los resultados no fueron los esperados: los médicos optaron por cambiarle el tratamiento, ya que no lograban controlar la enfermedad. Habían agotado todas las opciones disponibles para tratar el tipo de leucemia que padecía. A pesar de lo duro del momento, Gonzalo cerró el mensaje con la misma actitud de lucha que siempre lo caracterizó, enviándonos otro mensaje justo después: "¡Seguimos yendo con todo, chavales! No se para". Incluso en los momentos más difíciles, su espíritu inquebrantable nos seguía inspirando a no rendirnos.
En la tarde del miércoles 9 de octubre, tomamos la que, seguramente sea, de las mejores decisiones tomadas durante todo el proceso. Gonzalo estaba ahí, en la habitación 862 del hospital Macarena y nosotros quisimos estar lo más cerca posible de él. Porque juntos, es como más seguro nos sentimos y sabíamos que debíamos estar al pie del cañón siempre.
Desde la penumbra de la capilla del hospital, pedíamos al Señor y a su Madre por Gonzalo y su familia. De la capilla a la puerta y de la puerta a la capilla estuvimos apretando durante los últimos 2 días. Gonzalo fue capaz de unirnos incluso a los que estaban fuera de España, él sabía que allí estarían los suyos, y así fue. Allí estábamos, sus cirineos, ayudándole a subir a su calvario de la manera más humana posible, procurando aceptar los planes del Señor con un amor imposible de explicar. La madrugada del 12 de octubre, ganó la batalla de la vida, su alma subió al cielo, fue devuelto a la gloria dejando un vacío inmenso en el corazón de todos nosotros. Entendimos que Gonzalo estaba descansando en plena paz, donde merecía estar después de un proceso largo lleno de emociones. Entendimos la suerte que tuvimos de poder disfrutarlo durante 23 años y nos percatamos con orgullo de que vivimos con un “superhéroe”.
No quiso irse, sin antes recibir la extrema unción. No quiso irse, hasta que no llegara el último de sus amigos a Sevilla para despedirse. No quiso irse, sin ser tirado de la mano por la Virgen del Pilar para llevárselo directo a la gloria. No quiso irse, sin irse por la puerta que se merecía. Por la puerta de la gloria, por donde salen los valientes, con su tripulación embarcada dándole un cariño infinito. 26 San Pedros abrazados frente a él rezando un último rosario en su presencia.
Tus chavales te queremos, lloramos tu ausencia y brindamos por tu gloria. Descansa en paz hermano.
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