El problemático rescate de Chipre vuelve a colocar al euro en el disparadero
Como telón de fondo está la polémica decisión del Eurogrupo de romper con un tabú inimaginable al hacer partícipes a los ciudadanos de las pérdidas de la banca.
Nicosia/El problemático rescate de Chipre se ha convertido en la última crisis de la eurozona, y la Comisión Europea (CE) ha colocado este mismo miércoles en manos de Nicosia el diseño de un plan alternativo para salir de una situación que amenaza con colocar al euro de nuevo en el disparadero, según advierten los analistas.
"La CE sigue estando preparada para facilitar soluciones y prosigue sus contactos con Chipre, los otros Estados miembros en el Eurogrupo, las instituciones europeas y el Fondo Monetario Internacional (FMI)", señaló el portavoz comunitario Olivier Bailly tras el rechazo del Parlamento chipriota al rescate revisado. Sin embargo, dejó claro que corresponde a Nicosia "presentar un escenario alternativo que respete el criterio de la sostenibilidad de la deuda y los parámetros financieros correspondientes", que establecen una ayuda de hasta 10.000 millones de euros y una aportación propia del país de 5.800 millones.
El analista Zsolt Darvas, del centro de estudios bruselense Bruegel, considera "peligroso" el rechazo del Parlamento al rescate modificado -que excluía a los depósitos inferiores a 20.000 euros-, porque "lo que está en juego es nada más ni nada menos que el colapso total del sistema bancario chipriota y una posible salida descontrolada del euro". También el grupo de estudios europeos Open Europe advirtió de que el rechazo "podría poner en duda la permanencia de Chipre en la eurozona", en la que pocos preveían que sanear ese país iba a ser de todo menos sencillo.
La economía chipriota solo representa el 0,2% del PIB de la eurozona, pero esa ayuda de 10.000 millones de euros supone el 50% del de Chipre, que tiene un sistema bancario con activos ocho veces su producto interior bruto (PIB). A los riesgos económicos se han sumado ahora problemas políticos y posibles consecuencias geopolíticas con el potencial de un cóctel "explosivo", según Open Europe. Como telón de fondo está la polémica decisión del Eurogrupo de romper con un tabú inimaginable al hacer partícipes a los ciudadanos de las pérdidas de la banca.
En la cumbre del G8 celebrada en Deauville (Francia) en 2010 Alemania y Francia acordaron la necesidad de que la banca participe en potenciales reestructuraciones de deuda, una situación que después con la crisis griega reconocieron como un error, que ahora han vuelto a cometer, señalaron los expertos. La desconfianza que entonces generó esa medida ha vuelto esta semana en forma de incertidumbre sobre la garantía de los ahorros y dudas sobre cuán lejos están dispuestos a llegar los líderes, la CE, el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI si amenazan la vigencia de normativas europeas en detrimento de los ciudadanos.
Hay analistas como Darvas que no se oponen a la contribución en sí de depositantes al rescate, "porque sin su implicación, la ayuda financiera a Chipre tendría que ser en torno al 100% de su PIB", pero también subraya que nunca se debía de haber tocado a los depósitos con menos de 100.000 euros, sino a los más ricos, muchos de ellos rusos. Los expertos de las dos entidades advierten de que en esta situación hay pocas alternativas y menos tiempo para encontrar una salida. "Sin una solución rápida y creíble, habrá una huida de depósitos en Chipre el primer día que abran los bancos", advierte Darvas.
Sin la aportación de los depósitos, Chipre tiene dificultades para reunir los 5.800 millones de euros exigidos por la eurozona, por lo que una idea sería que los Diecisiete aportaran algo más, según los expertos, que también dudan de que esos países den marcha atrás para poner sobre la mesa esa cantidad. Nicosia contaba con recaudar 1.300 millones de euros con el impuesto a los depósitos de hasta 100.000 euros. Si se prolongan las negociaciones, también el BCE se enfrentaría al complicado escenario de tener que decidir si sigue o no apoyando con liquidez un sistema bancario "en práctica bancarrota" sin una perspectiva de poder reflotarlo adecuadamente.
Si Rusia entrara en el escenario, "Chipre tendría que pagar probablemente un alto precio" por su ayuda, señala Darvas, que apunta a una posible compensación a Moscú en forma del control sobre yacimientos de gas en aguas chipriotas y las "consecuencias geopolíticas" que supondría. Raoul Ruparel, de Open Europe, también cree que a Moscú le interesa ayudar a Chipre para reducir las pérdidas sobre los depósitos por unos 20.000 millones de dólares pertenecientes a rusos en la isla, pero coincide con Darvas en que lo que tendría que dar Nicosia a cambio no favorece a la UE, "que no querría ver a uno de sus miembros tan estrechamente entrelazado con Rusia". Sin embargo, apuntan que precisamente ello podría fortalecer la posición negociadora de Chipre con la eurozona.
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