La necesaria planificación comercial de las ciudades

La actividad comercial constituye uno de los más importantes agentes que transforman la morfología de la ciudad y uno de sus símbolos más reconocidos

Los centros históricos, no únicamente a efectos comerciales, son una defensa de una forma de vida basada en la relación con el entorno.
Redacción / Sevilla

09 de mayo 2011 - 05:02

Se puede afirmar que cada vez es mayor el reconocimiento del importante papel desempeñado por el comercio en el mantenimiento de la vida comunitaria equilibrada, ya sea en el centro de las ciudades o en las tiendas de barrio, tanto en las zonas urbanas como en las rurales.

Un centro comercial de barrio con suficiente vida suele funcionar también como centro cultural de la comunidad, confiriendo así al comercio una importante función de cohesión social. Las tiendas, grandes o pequeñas, dan vida a los centros de las ciudades y frenan la creciente tendencia a la desertización urbana. El desarrollo de las nuevas formas comerciales, en particular de las grandes superficies ha supuesto importantes cambios en la ordenación comercial urbana. De un lado, estos nuevos establecimientos son portadores de aspectos positivos como, por ejemplo, su capacidad de atracción de nuevas actividades económicas en zonas que registren déficits comerciales, la mejora del empleo y la ruptura de monopolios espaciales. Sin embargo, también es cierto que la creciente importancia del comercio, y en especial de los grandes equipamientos, en la articulación de las ciudades implica que sea necesaria una planificación urbana de la actividad comercial que afecte de forma integrada a todo el sector y no tan sólo a algunas formas comerciales, así como la inclusión de las actividades comerciales en la planificación urbana general.

CRITERIOS

La localización de los establecimientos comerciales no ha de regirse sólo por criterios de rentabilidad económica, sino que ha de favorecer la articulación territorial y hacer frente a los nuevos fenómenos que los procesos de concentración urbana generan. De este modo, junto a los clásicos parámetros al uso, como la renta disponible y la capacidad de compra, la evolución de la población y las facilidades de acceso, han de tenerse presentes otros aspectos de naturaleza social, cultural y medioambiental que permitan que el urbanismo comercial favorezca la convivencia y el desarrollo de la vida en los distintos espacios rurales y urbanos.

Este enfoque ha de contar necesariamente con la presencia y participación de las diferentes instituciones y agentes sociales implicados. En este sentido, la intervención de las administraciones locales y autonómicas es determinante para, por un lado, no ahogar las oportunidades que brindan las nuevas manifestaciones de la actividad comercial y, por otro, mantener una jerarquía urbana más respetuosa con el medio ambiente en la que pueda verse identificada el conjunto de la ciudadanía. La implantación desordenada del comercio debe ser sustituida por otra más planificada, donde los criterios urbanísticos sean uno de los elementos a tener en cuenta.

El fuerte crecimiento operado en las ciudades, en ocasiones, no ha estado acompañado de medidas de ordenación urbanística que buscaran un uso más racional de los distintos espacios urbanos. Del mismo modo, la implantación del comercio en las ciudades ha adolecido generalmente de planificación, siendo la ordenación urbanística y territorial un fenómeno relativamente reciente. La forma espontánea y no planificada que ha acompañado, en determinados casos, a la implantación de las grandes superficies es lo que ha restado fuerza a los beneficios que su presencia lleva acompañados, como puede ser el efecto de promover la modernización y la renovación de la estructura comercial local.

CAMBIOS

La aparición de nuevas formas comerciales ha generado importantes cambios en la organización urbana y comercial de las ciudades andaluzas, por lo que las administraciones y los empresarios han de colaborar con el fin de hacer compatible la modernización del sector con el uso racional y equilibrado de los espacios urbanos y el respeto al medio ambiente.

Son los centros comerciales abiertos y los centros comerciales cerrados iniciativas que pretenden evitar la desertización que, fruto del desplazamiento de la población y de la actividad económica hacia las zonas periféricas de las ciudades, se está produciendo en los centros históricos. La desertización provoca que en estos lugares, con un rico patrimonio arquitectónico y cultural, la supervivencia sea cada vez más difícil. Pues bien, estos centros comerciales abiertos y cerrados son los elementos que más pueden favorecer una recuperación de los usos vitales de estos espacios urbanísticos.

Los centros comerciales abiertos han sido concebidos como lugares que, apoyados en la firmeza de los antiguos centros históricos de las ciudades, persiguen conectar con las necesidades actuales. Nacen con la vocación de revitalizar el comercio tradicional del centro histórico de las ciudades, buscando formas de asociacionismo, para que la modernización del sector pueda realizarse de forma armoniosa con un equilibrado uso de los espacios urbanos y compatible con una mejor calidad de vida en las ciudades. Las administraciones públicas han de desarrollar acciones que impulsen la competitividad.

En este sentido, la participación de los ayuntamientos es determinante para conseguir el objetivo de revitalizar los centros históricos, no únicamente a efectos comerciales, sino como defensa de una forma de vida que supone relacionarse con el entorno de una forma característica y más próxima a una manifestación cultural, algo que en nuestra comunidad autónoma es tradicional, y que se pierde cuando los hábitats se despersonalizan y se introducen modos de vida ajenos a nuestra propia idiosincrasia. El desarrollo de las nuevas formas comerciales, en particular de las grandes superficies, ha supuesto importantes cambios en la ordenación comercial urbana.

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