Las edades del desempleo

Desde la crisis, la tasa de parados mayores de 45 crece a gran ritmo, mientras se reduce la de jóvenes sin empleo

Las ayudas a los de más edad están dificultando su acceso al trabajo

El desempleo de jóvenes y mayores en Andalucía.
El desempleo de jóvenes y mayores en Andalucía. / Fuente: Epa. Gráfico: Dpto. De Infografía
Joaquín Aurioles - Universidad de Málaga

28 de abril 2018 - 02:35

Los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) que acaba de publicar el INE referida al primer trimestre de 2018 reflejan que en Andalucía existen casi 3 millones de ocupados y 975.000 parados. Los primeros han disminuido 3.900 con respecto al trimestre anterior, pero han aumentado en 59.300 con respecto a un año antes. Por su parte, los parados han aumentado en 15.100, pero han disminuido en 96.700 durante los últimos doce meses. La impresión, por tanto, es que, sin tener en cuenta la estacionalidad, el pasado trimestre ha sido malo para el empleo en Andalucía, pero los datos en los últimos doce meses han sido muy positivos.

Esta primera EPA de 2018 también indica que ya tenemos cifras mejores que las del primer trimestre de 2010, pero que todavía son peores que en 2009. Puede interpretarse como que todavía quedan bastiones que superar en el mercado de trabajo andaluz para que se pueda hablar de superación definitiva de la crisis. El dato es significativo porque en el caso de España ya existen 222.000 parados menos que en el primer trimestre de 2009, lo que quiere decir que en esta carrera por recuperar el empleo destruido durante la crisis y poder certificar su superación, llevamos un año de retraso con respecto al conjunto de España.

En los peores años de la crisis, un trabajador con un nivel reducido de formación y con un contrato temporal en la construcción tenía todas las papeletas de pasar a engrosar las listas del paro y si además era inmigrante las posibilidades aumentaban. También era, y sigue siendo, mayor la probabilidad de desempleo entre las mujeres, cuya tasa de paro en Andalucía es superior en siete puntos a la de los hombres, aunque, en este caso, la diferencia tiene más que ver con la discriminación laboral que con la crisis, puesto que es la misma diferencia que existía en 2008. La edad, por su parte, aumenta su importancia como variable de segmentación para la explicación del desempleo.

La fuerte repercusión social que en su momento tuvo el paro juvenil explica la excepcional relevancia concedida a la edad como factor de desprotección laboral frente a la crisis. La tasa de paro entre jóvenes andaluces de menos de 25 años en 2008 era del 31%, pero llegó a situarse en el 66% en 2013, dibujando un panorama verdaderamente catastrófico para los que intentaban acceder por primera vez al mercado de trabajo. Muchos, entre ellos, los mejor formados, se vieron obligados a emigrar, pero el verdadero problema de fondo no era tanto de edad de los trabajadores como de temporalidad en el empleo. Las cifras de paro se nutrieron, fundamentalmente, con el despido de los trabajadores menos protegidos, entre los que se encontraban los jóvenes, junto a inmigrantes o trabajadores de la construcción. La tendencia se invirtió en 2014, aunque el dato que acaba de ofrecer la EPA es que el paro sigue afectando al 49% de los andaluces de menos de 25 años.

En el lado contrario de la pirámide de población se encuentran los mayores de 45 años. En 2008 la tasa de paro no llegaba al 15%, aunque, como en el caso de los jóvenes, el porcentaje llegó a duplicarse en los cinco años siguientes. Existían, no obstante, algunas diferencias significativas. La primera es que la tasa de temporalidad entre los mayores era considerablemente más reducida que en los jóvenes. La segunda, que el colectivo de trabajadores mayores de 45 años (1.247,5 miles de ocupados en la actualidad) es bastante más numeroso que el de jóvenes con menos de 25 (144,8 miles). La tercera que, si bien han gozado de mayor protección que los jóvenes en los tiempos de destrucción de empleo, las dificultades para la reinserción en tiempos de creación de empleo también están siendo mucho mayores. Todo ello queda reflejado en el gráfico, donde se representa el porcentaje que representa el paro de jóvenes y mayores en el total del desempleo en Andalucía.

Puede resultar sorprendente que en los años previos a la crisis el tamaño relativo del desempleo juvenil fuese superior al de los mayores, a pesar de la gran diferencia en el tamaño de la población ocupada. Con la llegada de la crisis, la tasa de paro de los jóvenes se dispara, pero lo que el gráfico nos indica es que en términos cuantitativos se produce una disminución continua de su peso relativo en el volumen total de desempleo. Con los mayores ocurre lo contrario. En general, consiguieron defender sus empleos durante la crisis mejor que los jóvenes, pero los que lo perdieron han estado siendo especialmente maltratados a la hora de intentar reengancharse a la recuperación. Digamos que una gran diferencia entre parados jóvenes y mayores reside en que para los primeros resulta relativamente fácil tanto la pérdida del puesto de trabajo como la posterior reinserción, mientras que para los mayores desempleados el retorno al mercado de trabajo sigue resultando muy complejo.

Durante la crisis se han multiplicado las ayudas a la contratación de jóvenes y deberán mantenerse todavía durante algún tiempo, dado que, al menos en Andalucía, sus efectos sobre el empleo siguen siendo visibles. Para los mayores de 45 años, estas ayudas suponen, sin embargo, una dificultad añadida para acceder a un puesto de trabajo. A diferencia de los jóvenes y otros colectivos sensibles, los datos de evolución del paro por edades siguen dibujando un panorama tan sombrío como el de los peores años de la crisis para los mayores 'y sería conveniente que así lo reconociesen las políticas de empleo corrigiendo, al menos, la actual discriminación en la contratación frente a los jóvenes.

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