Otra cumbre sin tocar la cima

Aunque no se convoque una tercera cumbre europea, extremo que sería considerado un fiasco, el hecho de diferir las decisiones finales es una señal de las fuertes disensiones que separan a los líderes europeos.

Fernando Heller (Dpa)

26 de octubre 2011 - 19:14

Bruselas/Al margen de los acuerdos alcanzados en la segunda cumbre europea de Bruselas, cuyo objetivo era cerrar definitivamente la grave crisis de deuda soberana en la eurozona, sólo volverá a ser un texto provisional, que todavía habrá que revisar y pulir a fondo.

Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) han dejado a sus ministros de Economía y Finanzas la ingrata tarea de mejorar y, sobre todo, negociar y revisar puntos, comas y formulaciones jurídicas de los pactos alcanzados: el futuro del euro se jugaba en cada palabra, como suele ser habitual en las siempre complejas negociaciones del bloque comunitario.

Aunque no se convoque una tercera cumbre europea, extremo que sería considerado un verdadero fiasco y la admisión de un sonado fracaso de los europeos, el hecho de diferir las decisiones finales es una señal de las fuertes disensiones que separan a los líderes de la Europa unida.

Fuentes diplomáticas ya adelantaron que no habría cifras concretas y que los jefes de Europa cerrarían las líneas directrices generales de los acuerdos que deberán ser negociados, en base a esos borradores, en una fase ulterior por los sherpas.

Este término, acuñado en su origen para definir el trabajo silencioso y entre bastidores que suelen realizan los ministros europeos para preparar las negociaciones y los documentos que después serán negociados en los Consejos europeos, sirve para ilustrar lo laborioso del esfuerzo negociador.

En este caso no se trata de escalar el monte Everest gracias a la ayuda de esos guías de montaña locales, de donde deriva precisamente el término, pero la situación político-económica en Europa parece tener las complejidades de una montaña afilada difícil de abordar, con asuntos resbaladizos y peligrosos desfiladeros.

"Nos acercamos al momento de le verdad", aseguraba el primer ministro luxemburgués y presidente del eurogrupo, Jean-Claude Juncker. Poco después admitía que no habrá "acuerdos finales". "Es posible que no podamos dejar cerrados todos los detalles, pero en las directrices generales tenemos que llegar a un acuerdo nítido", avanzó.

Europa lleva desde el viernes pasado inmersa en un sprint agónico de citas: ministros del Eurogrupo el viernes pasado, titulares de Finanzas de los 27 (Ecofin) el sábado, primera cumbre el domingo y este miércoles, segunda cumbre, la supuestamente decisiva. Y sin embargo pocos acuerdos, entre ellos un principio de acuerdo para una recapitalización bancaria, por 100.000 millones de euros, así como el desembolso del sexto tramo de ayudas a Grecia, por 8.000 millones de euros, que se daba por hecho.

Tal es la complejidad de los temas, entre ellos la quita que se aplicará a la deuda soberana griega en el segundo rescate (por 109.000 millones) o la ampliación del fondo europeo de rescate (FEEF), y tan grande la dificultad para ponerse de acuerdo, en medio incluso de disputas personales entre algunos líderes, que la canciller germana, Angela Merkel, ha tenido que hacer de improvisado pájaro de mal agüero.

La primera vez, la semana pasada, cuando advirtió, con razón, que la primera cumbre (el pasado domingo) no sería la decisiva. Después, este martes, Gerda Hasselfeldt, líder parlamentaria del ala bávara de la CDU de Merkel, hacía lo propio, al adelantar que en la cumbre se acordarán sólo las bases de los futuros acuerdos finales que podrían tomar los ministros del Eurogrupo y del Ecofin.

Quizás consciente de su papel de liderazo casi único, compartido parcialmente con el presidente galo, Nicolas Sarkozy, el otro polo del eje franco-alemán, Merkel ha optado por rebajar las expectativas, puestas en Berlín más que en Bruselas, a pesar de que sabe que los mercados y las agencias de calificación de deuda están siempre al acecho.

La buena noticia vino precisamente del parlamento germano, que este miércoles daba su visto bueno al reforzamiento del FEEF, dotado actualmente con 440.000 millones de euros, para que pueda probablemente convertirse en sólido parapeto, de un billón de euros, bajo el cual se pudieran amparar España o Italia, en caso de problemas. No obstante, tampoco hay cifras concretas sobre ese montante.

Merkel apelaba a la responsabilidad de Alemania para ayudar al Viejo Continente a salir de la crisis de deuda: "si fracasa el euro, Alemania también se hundirá", advirtió.

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