Análisis
Santiago Carbó
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la gestión de fondos en el siglo XXI
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015-2030), también conocidos por sus siglas ODS, son una iniciativa impulsada por Naciones Unidas para dar continuidad a la agenda de desarrollo tras los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Son 17 objetivos y 169 metas propuestos como continuación de los ODM, incluyendo nuevas esferas como el cambio climático, la desigualdad económica, la innovación, el consumo sostenible, la paz y la justicia, entre otras grandes prioridades.
Tras un proceso de negociación sobre los ODS que involucró a 193 estados miembros de la ONU, el 25 de septiembre de 2015, los 193 líderes mundiales aprobaron en una cumbre celebrada en Nueva York en reunión plenaria de alto nivel de la Asamblea General una Agenda que lleva por título Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y que entró en vigor el 1 de enero del año 2016.
Al hilo de los ODS, trasladar el compromiso ético también a tus decisiones de consumo e inversión es sencillo gracias a las ISR (Inversiones Socialmente Responsables). Estas se erigen como una herramienta eficaz que asegura que tu dinero va a ser invertido o llega a empresas y proyectos con un compromiso ético y que cumplen con los criterios ASG (medioambientales, sociales y de buen gobierno).
La ISR es al menos tan eficiente como la inversión tradicional en cuanto a la rentabilidad-riesgo y permite un mejor conocimiento de los riesgos de las empresas y de las actividades en las que estas invierten. De hecho, podrías incluso decidir en qué proyecto concreto de una empresa quieres invertir a través de las Inversiones de Alto Impacto.
Fundación MAPFRE es una de las instituciones que más están haciendo por la divulgación de las ISR a través de su página web. Aquí se pueden consultar todos sus proyectos.
No es nada nuevo que los conceptos de inversión y de ética vayan de la mano. De hecho, ya en el siglo XVI y XVII pensadores y filósofos como Martín de Azpilcueta y John Wesley defendieron la importancia de aplicar la ética y conciencia social a la hora de invertir. Y en la época de los años 60, una serie de movimientos sociales, medioambientales, de derechos cívicos y de derechos de las mujeres pusieron el foco en la importancia de la responsabilidad social y los inversores se hicieron eco de ello, volviendo sus ojos a las inversiones responsables.
Así, mientras que el 62% de los gestores de activos destinan el 25% o más de sus inversiones a fondos que incorporan criterios ASG (ambientales, sociales o de gobernanza) -según un reciente estudio de Natixis-, solo un 35% de los particulares dice que invierte a menudo en este tipo de producto, según Spainsif.
Eso sí, parece que el interés está creciendo entre este segundo colectivo, con un 82% de personas que consideran “importante o muy importante” orientar las inversiones hacia la sostenibilidad, según un informe reciente.
Hoy en día, entre las inquietudes de la sociedad está la de vivir de acuerdo con los principios éticos que tenemos cada persona y aplicar esta coherencia a todos los ámbitos de la vida. Para conseguirlo es importante que, a la hora de consumir e invertir, sepas cómo las empresas interactúan con el entorno en el que están presentes y analices si ello se adecúa o no a tu compromiso social.
Primando las actitudes sostenibles relacionadas con el medio ambiente, el bienestar social y el buen gobierno corporativo, podremos conseguir que el compromiso ético de las empresas pase a formar parte de su filosofía y sea una variable esencial a la hora de atraer a clientes e inversores.
Por todo ello, el marco de los ODS es un continente perfecto para que el contenido de las Inversiones Socialmente Responsables pueda desarrollarse plenamente y se convierta en prioridad para la sociedad.
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