La miseria en bicicleta
La situación de los 'riders' de Glovo y Deliveroo en Andalucía
Dos repartidores urbanos, uno de Sevilla y otro de Málaga, relatan su experiencia trabajando desde hace meses para las dos aplicaciones de este tipo con más implantación en la comunidad.
Un repartidor de Glovo en Sevilla o Málaga gana ahora mismo 3,25 euros más una cantidad variable (en torno a los 0,50 céntimos) por kilómetro realizado en cada pedido entregado. Para optar a estos pedidos, tienes que estar muy arriba en su clasificación de "excelencia".
Esto significa estar activo en la calle el máximo de horas posible –con 10 o 12 es suficiente, siempre que sea de lunes a domingo y se trasnoche–, no rechazar ningún encargo y ser inmune a los problemas.
Sólo así, un glover se garantiza tener una "carga de trabajo" que le permita ganar aproximadamente 800 euros por unas 80 horas al mes. Si decae tu ánimo, puede ser peor. No estar cerca de la "excelencia" se paga.
En Sevilla están operativos 186 glovers. Ninguno quiso hablar bien de la empresa. La compañía asegura que hay un grupo de presión que impide dar su opinión a los que sí están contentos con el modelo de negocio.
Los que luchan porque este "sistema moderno de esclavitud" sea intervenido por la ley, aseguran que el problema estriba en que sólo los que "están muy desesperados" están de acuerdo con ganar 30 euros al día por trabajar en la calle 12 horas de lunes a domingo. Llueva o truene. O haga 35 grados a la sombra.
La llamada economía colaborativa está en el punto de mira. En los últimos meses se han sucedido las demandas de riders (repartidores de cualquier cosa que se le ocurra al cliente), de forma conjunta o individual, ante la Inspección de Trabajo de varias provincias. Comparten reivindicación: "Somos falsos autómomos".
Hasta la fecha, todas las sentencias les han dado la razón, pero eso no está evitando que cada vez haya más riders por las calles de las principales ciudades españolas. Como ocurre en Sevilla y Málaga, donde se han multiplicado de forma geométrica mes a mes desde hace algo más de un año.
Las dos empresas más conocidas son Glovo y Deliveroo. En el fondo ambas funcionan de forma similar. Pero la primera es la que está recibiendo las mayores críticas, ya que no sólo se duda de si su modelo es legal, sino también si es socialmente aceptable por nutrirse principalmente de la gente más necesitada.
Para Manuel Pérez (nombre evidentemente ficticio porque en este mundillo nadie quiere dar su nombre real), se busca la vida como repartidor de Glovo en Málaga, y lo tiene claro: "Nos imponen los horarios, nos imponen las tarifas, te dan un contrato redactado por ellos que sólo puedes firmar si quieres trabajar para ellos, te dan unas facturas cada dos semanas con lo que a ellos les cuadra que hayas trabajado y, supuestamente, luego tú se la emites a ellos. Si no sigues sus reglas no te dan trabajo y, al final, te echan. Eso sí, te exigen desde el primer día que demuestres que estás dado de alta de autónomo porque creen que con eso ya está todo claro y explicado", explica este rider malagüeño.
Ángel Martínez (quien tampoco se llama así) reparte en Sevilla para Glovo y Deliveroo y refrenda lo que refiere su compañero de Málaga. Él cree que el mayor problema no es si el modelo de negocio es o no legal ("eso es lo de menos si se permite a la gente ganarse la vida con un poco de dignidad", dice), sino cómo se han ido degradando las condiciones laborales, sobre todo en Glovo.
"Yo fui uno de los que íbamos fomentado la leyenda urbana de que como rider podías ganarte 2.000 euros sin mucha complicación", confiesa.
Tiene explicación y para eso hay que ir a los orígenes. Ángel, que es joven, con sus estudios recién terminados, se marcha a vivir a una capital europea cuando la crisis económica está dando sus últimos ramalazos y comienza la lenta recuperación. Allí le hablan de Deliveroo, empresa anglosajona, que está empezando a tener cierto éxito en las grandes ciudades.
Las condiciones, tras superar una prueba de acceso: siete euros por cada hora que se esté activo, más una bonificación por pedido realizado y una serie de bonus (por ejemplo, realizar rutas con mal tiempo) que complementaban el sueldo. "Estaba bastante bien. Tenías garantizado unos 90 euros cualquier día que trabajaras 10 horas, ni hacía falta que hubiera pedidos. Yo repartía cuatro o cinco días a la semana y fácilmente sacaba unos 1.500 euros. Allí, además no había que pagar nada a la Seguridad Social por esas cantidades, sólo darse de alta. Así que compensaba y bastante", recuerda Ángel.
Hace unos meses, volvió a Sevilla. Se apuntó a Deliveroo y a Glovo. Fue testigo de cómo todo se desmoronaba. Alguien se había dado cuenta de que el modelo de economía colaborativa se le podía dar una vuelta más, sin miedo a la mala imagen y a que el término "explotación" comenzara a vislumbrarse en el horizonte.
"En Deliveroo ya no se cobraba por horas, pagaban por pedidos. Pero seguía siendo una cantidad, que aunque varía según las previsiones de la aplicación, parecía aceptable. Por resumir, en Deliveroo en Sevilla puedo llegar a los 1.000 euros por unas 35 horas. Además, no es complicado tener pedidos porque creo somos menos de 20 riders, así nos garantizan que haya pedidos para todos. Los que más trabajan tienen más ventajas, pero no se impide que el resto también pueda tener una carga de trabajo que te compense estar activo en la calle. Si cuentas que en España sí se paga una burrada de autónomo, pues al final ganó la mitad que donde estaba antes con las mismas horas, pero hasta ahora no me quejo", relata Ángel.
Eso sí, en Glovo empezó y se asustó: "Hay que estar muy, muy desesperado para aceptar sus condiciones".
Su compañero de Málaga lo confirma. "He visto a gente estar 15 horas en la calle y ganar 30 euros. Pelearse entre ellos por un pedido. Hay días que haces cuentas y has ganado un euro la hora. Es raro el mes que acabas con más de 600 euros después de pagar el autónomo tras haber trabajado todos los días un montón de horas", dice Manolo.
El desfase, la situación degradante que ha hecho que cientos de riders de toda España se unan y presenten demandas se explica fácilmente. "Glovo llega una ciudad y hace contactos con partners (empresas, la mayoría de comida, que se asocian con la aplicación). A la vez, empieza a reclutar riders. Al principio son pocos y tienen unas condiciones más o menos aceptables. Entonces viene la gran trampa. En cuanto tienen una buena base de partners y riders, dejan entrar a todo el mundo. Duplican, triplican, cuatriplican los riders. Ponen unas condiciones imposibles, no hay pedidos para todos y entonces comienzan Los juegos del hambre", resume Ángel.
Aquí es donde empiezan los verdaderos problemas, cuando el dilema ya no es sobre legalidad, sino sobre moralidad. "En este punto, la gente se enfada, muchos se van, pero el que no tiene nada, se agarra a un clavo ardiendo. Al final tienen decenas y decenas de riders, muchos sin bicicleta, la mayoría inmigrantes de Sudamérica que no tienen otra cosa ni esperanza de encontrarla. No es raro pasar de pedir en la calle a llevar paquetes con Glovo, pero se gana más dinero a la hora en la puerta de una iglesia. Hemos hecho las cuentas", sentencia Ángel.
En este punto, sólo se puede agradecer a estas aplicaciones de reparto que nos hayan devuelto al pasado y recuperar imágenes imborrables del cine neorrealista, con estampas sacadas de El ladrón de bicicletas.El ladrón de bicicletas
Y, a la vez, de llevarnos al futuro, al usar una terminología que nos retrotrae a otra maravilla cinematográfica que ya presagiaba la existencia para la presente década de trabajadores totalmente desconcertados. "Cuando en Glovo o Deliveroo te despiden, no te despiden; te desconectan". Cambien la palabra "despido" por "ejecución" y la palabra "desconexión" por "retiro" y seguro que adivinan la película.
Aunque no todo tiene que ser cine consagrado. El corto ¡Hola, buenas noches!, que se puede ver gratuitamente por internet, lo explica perfectamente. Sin olvidar que la (dura) realidad siempre supera la ficción.
Los denunciantes se agrupan en la plataforma Riders X Derechos
Cuando las condiciones laborales de los repartidores empezaron a cruzar líneas rojas de dignidad, varios riders comenzaron a agruparse para tener más fuerza en las demandas. Riders X Derechos es la más activa y la que más trabajadores ha reclutado.
Su presencia en las redes sociales es intensa y desde allí están intentando lanzar su propia plataforma, con repartidores que cuenten con contratos de trabajo por cuenta ajena, que les proteja de los riesgos que conlleva ganarse la vida rodando por las calles de las principales ciudades españolas.
Eratsu Muñoz es uno de sus portavoces. Tuvo un accidente durante un reparto y se rompió el húmero. Como autónomo, Glovo se desentendió de su situación. Estuvo ocho meses viviendo entre albergues municipales y comedores sociales mientras se recuperaba, antes de impulsar una cooperativa de riders en el País Vasco.
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