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Washington/"España no es Grecia". La frase se ha convertido en un mantra de la ministra española de Economía, Elena Salgado, quien durante su estancia en Washington este largo fin de semana está haciendo denodados esfuerzos por disipar cualquier duda -y hay unas cuantas- acerca de un posible contagio de la crisis helena a su vecino del Mediterráneo.
Como toda tragedia que se precie, y los griegos son los maestros históricos en este género, la saga de la crisis de Atenas ha alcanzado uno de sus momentos más dramáticos en el lugar y momento apropiados: en plenas sesiones del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y con todos los ministros de Economía de la Unión Europea y buena parte del mundo concentrados en un solo punto, Washington. En este foro, Grecia se ha convertido en un sombrío recuerdo de que, por mucho que las cifras indiquen una mejoría en el mundo tras la crisis, éste "sigue siendo un lugar peligroso" en términos económicos, como dijo el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn.
El país heleno ha hecho además girar las cabezas no sólo hacia los representantes de Atenas en Washington, sino también hacia aquellos que, como España, también siguen más que renqueando por el tortuoso sendero de la recuperación.
Más allá de la agenda propia del G20, Salgado se dedicó intensamente el viernes a "demostrar" con "cifras" y estadísticas que su país está lejos de convertirse en una secuela del "caso especial" que constituye Grecia y que España está cumpliendo "todos los días" sus compromisos para salir de la recesión. En este sentido, apeló a datos como que el propio nivel de deuda española está "más de 20 puntos por debajo de la media europea", a la "calidad" de las instituciones españolas, la "diversificación" de la economía y la "base inversora" de la deuda, entre otros.
Sus esfuerzos tuvieron un éxito al menos momentáneo. "Todos los países de Europa, sin excepción alguna, tienen mucho por hacer pero, dicho esto, por supuesto, por supuesto, España no es Grecia", declaró el presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, la noche del viernes en Washington.
Y también el jefe del FMI -sin dejar de tirarle un tanto de las orejas, eso sí- trató de disipar unas dudas que desde luego no favorecen a toda la eurozona. "Para España y Portugal no veo que el problema (de la deuda pública) sea mayor que en muchos otros países de la eurozona o de fuera de ella", dijo Strauss-Kahn ya en los primeros días de los encuentros de primavera del FMI y el BM en Washington. "Estamos preparados para ayudar si resultara necesario, pero no vemos necesidad en estos momentos de centrarnos en otro país que no sea Grecia", zanjó.
Las reuniones en sí del FMI y el BM apenas acaban de empezar y está claro que Grecia planeará con su larga sombra sobre todos los encuentros. Por ello, España se ha encargado desde ya a tratar de hacer calar un mensaje para lo que queda de encuentros: que el único papel que le interesa a Madrid en esta tragedia griega es, si no el de un Deus ex machina, sí al menos el de uno de los varios héroes que Grecia necesita para que acudan al rescate de la cuna de la democracia a base de chequera.
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