Editorial: El banquero de España

11 de septiembre 2014 - 01:00

LA muerte, a los 79 años y en pleno ejercicio de sus funciones, de Emilio Botín, constituye una pérdida irreparable para el sector financiero español y para España como país. Nieto, hijo y padre de banqueros (su hija, Ana Patricia Botín, fue elegida ayer para sustituirle en la presidencia del Banco Santander por unanimidad de su consejo de administración), heredó un banco de provincias, el más pequeño de los siete grandes bancos españoles y ha sido capaz, con su brillante liderazgo, de convertirlo en la primera entidad financiera de España y una de las más potentes de Europa y del mundo, con unos activos a finales del pasado ejercicio de 1,11 billones de euros, el 110% del PIB nacional. Se dedicó en cuerpo y alma al desarrollo del Santander, lo modernizó y supo adaptar sus estructuras y su política a los nuevos tiempos y a las circunstancias cambiantes, promoviendo la internacionalización de la entidad después de haber impulsado con éxito iniciativas como la llamada "guerra del pasivo" que lograron su afianzamiento en el sector financiero y su condición de referente en el mundo bancario. Una de sus facetas más diferenciadoras ha sido la vocación de contratar a los mejores expertos financieros del mercado y retribuirlos mejor que sus competidores, complementada con programas de formación continua de sus empleados que han puesto al Santander en vanguardia de la gestión financiera. El sistema informático de control de riesgos del Banco Santander, por ejemplo, es considerado como uno de los mejores del mundo. No menos importantes en su trayectoria han sido las apuestas por el mecenazgo y los patrocinios deportivos. Igualmente relevante, o más, ha sido su defensa y promoción sin complejos de la Marca España, y la defensa específica de los intereses nacionales, que le condujeron a ayudar a gobiernos de distinto signo en situaciones de especial dificultad financiera como las vividas en los últimos años. No es de extrañar, pues, el fuerte impacto que ha producido la noticia de su fallecimiento y la práctica unanimidad de las fuerzas políticas y los agentes sociales españoles a la hora de glosar su figura y subrayar los servicios prestados a su patria. El sentimiento de pérdida es, por ello, generalizado, como lo es la convicción de que deja una huella imborrable en el sistema financiero del país. Es de desear que la nueva presidenta, su hija, conserve y profundice las señas de identidad del banco, llamado a ser ejemplo de actividad financiera solvente, moderna y dinámica. Es la fórmula para que el Santander siga siendo referente ineludible de las finanzas españolas y motor de cambios y reformas nacionales en un mundo globalizado.

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