Análisis
Santiago Carbó
Algunas reflexiones sobre las graves consecuencias de la DANA
ESPAÑA, que está siendo objeto desde inicios de agosto de un intenso acoso por parte de los mercados financieros internacionales, que desconfían de la solvencia de nuestra economía para hacer frente a sus deudas, sigue en la cuerda floja. La reunión de ayer del Banco Central Europeo (BCE), considerada uno de los últimos asideros de los países periféricos europeos para poder soportar la presión de los inversores antes de que en septiembre la Unión Europea active definitivamente sus programas de cobertura financiera, no solventó la situación. Más bien la empeoró. Las declaraciones del presidente de este organismo, Jean Claude Trichet, apenas sirvieron de bálsamo momentáneo. El alivio duró minutos. Casi todas las bolsas continentales cerraron con descensos significativos -el Íbex cayó un 3,8%- y la prima de riesgo española, que había dado un leve respiro tras los máximos de esta semana, volvió a subir por encima de los 400 puntos, aunque cerró la jornada en 398. ¿El motivo? La creciente desconfianza de los mercados sobre la posibilidad de que Europa cuente con un paraguas realmente efectivo para proteger a sus economías más débiles. Trichet no emitió un mensaje claro de apoyo a una operación de compra de los bonos españoles e italianos. Se limitó a adquirir deuda de Portugal e Irlanda. Conclusión: los inversores interpretaron dicha actitud como si existieran reparos de la máxima institución financiera europea para sostener -con hechos, más que con palabras- a las economías española e italiana. Bruselas reclamó ayer mismo por boca de Durao Barroso, el presidente de la Comisión Europea, una ampliación del Fondo de Estabilidad para evitar que, como apuntan ya todos los indicios, la espiral financiera se extienda a otros países del euro y continúe minando la moneda única. El Tesoro español optó por suspender hasta septiembre la subasta de bonos a cinco años prevista para mediados de mes. Una señal elocuente de que España no quiere exponerse todavía más -cuando los ataques contra nuestra economía son más intensos- a un empeoramiento de la situación. La tormenta continúa.
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