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Desayunos de redacción

BBVA y Grupo Joly debaten sobre la situación actual de las pensiones y la necesidad de tener un sistema transparente y comprensible para la ciudadanía

De izquierda a derecha, Joaquín Aurioles, profesor Titular de la Universidad de Málaga (Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales); David Carrasco, director comercial, pensiones y marketing de BBVA Asset Management; y Alberto Grimaldi, redactor Jefe de Economía de Grupo Joly. / José Ángel García
Fátima Fernández

17 de octubre 2019 - 07:00

La tasa de natalidad de España, una de las más bajas de Europa, y el aumento de la esperanza de vida han invertido la pirámide poblacional de nuestro país hasta el punto de cambiar la radiografía presente y futura de las pensiones. De hecho, si el número de jubilados sigue aumentando, el peso de las pensiones públicas recaerá en una población activa cada vez más reducida, repercutiendo en el nivel de vida de los recién llegados a esa nueva etapa de su vida.

Partiendo de esta premisa, el redactor jefe de Economía de Grupo Joly, Alberto Grimaldi, moderó un Desayuno de Redacción del Grupo Joly, patrocinado por BBVA, en el que dos expertos en la materia –David Carrasco, director comercial, pensiones y marketing de BBVA Asset Management, y Joaquín Aurioles, profesor Titular de la Universidad de Málaga (Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales)–, dieron su versión sobre Tu plan financiero de futuro a debate.

A este respecto, Carrasco partió de una cuestión demográfica clave a pesar de los "nubarrones" que se ciernen sobre el sistema. "Todos los que tenemos la suerte de vivir en estos tiempos –explica– tenemos una esperanza de vida de cerca de 40 años más que nuestros antepasados más recientes". Efectivamente, mientras que en 1900 en España, con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), vivían un promedio de 34, 8 años, en 2019 la media es de 83 años. Sin embargo, "aunque esta es una muy buena noticia, la duplicación de la esperanza de vida conlleva una serie de problemas colaterales como son las pensiones".

El motivo es que las instituciones de las que nos dotamos en su momento para hacer frente a lo que era el envejecimiento y la longevidad, hunden sus raíces a finales del siglo XIX con el modelo alemán que nace con el canciller Otto von Bismarck en 1889, bajo el Káiser Guillermo. En aquella época, relata, "donde la esperanza de vida alemana no alcanzaba tampoco los 40, la edad establecida para acceder a una pensión de jubilación era de 70 años, con todo lo que ello significaba. De hecho, era tan alta que se rebajó a los 65 años".

¿Qué está pasando? Que esa institución de la Seguridad Social, basada en el modelo germano, no la hemos adaptado lo suficiente a una realidad que es radicalmente distinta. Tenemos una sociedad en la que la entrada al mundo laboral, se produce alrededor de los 20 años y, en el caso español, una de cada dos personas por encima de los 55 años está fuera de ese mercado de trabajo (un segmento muy desaprovechado). Esto quiere decir, aclara Carrasco, que, de media, "tenemos una población que se encuentra estudiando más de 20 años y jubilada cerca de 25. Esos periodos de no participación en el mercado laboral se tienen que financiar con carreras laborales que, en bastantes casos, rondan los 30 o, como mucho, 35 años. Y el hecho de financiar 20 años de educación y casi 25 de pensión con 30/35 años de actividad laboral es difícilmente sostenible".

Hasta ahora ha sido posible mantener el sistema porque desde 1959 y 1975 se produjo el baby boom, esa explosión de natalidad que elevó a máximos las cohortes poblaciones nacidas en España en esa época, que entran en periodo laboral unos 20 años después, y constituyen una gran masa profesional que financia pensiones de un segmento poblacional relativamente pequeño. A día de hoy, "ese bono demográfico ha desaparecido y la pirámide poblacional se ha invertido. Por un lado, vivimos más y, por otro, tenemos menos hijos. España tiene una de las natalidades más bajas del mundo, estamos en 1,3 hijos por mujer en edad fértil, y eso no es suficiente para reponer una población estable".

Con los datos, a mayo de este año, concreta, "estamos pagando 9,76 millones de pensiones, y las previsiones de la Unión Europea para el año 2050 sitúan el número de pensiones pagadas en España en torno a unos 15,1 millones. Como consecuencia de todo ello, si actualmente tenemos por cada persona inactiva tres personas en edad de trabajar, en el año 2050 vamos a tener por cada tres inactivas, cuatro personas en edad de trabajar".

Asimismo, en los últimos años se ha acumulado un déficit por pensión anual importante. "No podemos pagar pensiones de manera estructural y recurrente con recurso a la deuda", lamenta. "A día de hoy, por cada 1.000 euros de pensión que pagamos, 880 lo hacemos con ingresos ordinarios y 120 emitiendo deuda, esa es la realidad y es lo que no es sostenible. Por tanto, el debate entre la sostenibilidad del sistema y la suficiencia de las pensiones no es tal, ya que si no conseguimos tener un sistema sostenible que perdure a largo plazo, no seremos capaces de pagar pensiones suficientes".

En la imagen, uno de los momentos de la mesa redonda. / José Ángel García

Es cierto que el mercado laboral ha sufrido una merma importante desde la crisis en 2008 y hay una previsión de que, a partir de mediados de la próxima década, habrá una cuantía mucho mayor de jubilaciones con respecto a la cadencia normal.

En esa línea, Joaquín Aurioles considera este problema muy complejo, ya que hay múltiples dimensiones que interactúan de manera simultánea, de tal forma que impiden ver qué caminos pueden conducir a solucionar el problema. Sobre todo, "si esas vías pueden confluir en algún momento y ofrecernos una pista acerca de cuál es la dirección más adecuada. Hay que solucionar los problemas que se presentan en cada una de las dimensiones y simultáneamente. Tenemos un problema financiero, de naturaleza económica, y otro demográfico (proceso de envejecimiento de la población). También existe una dimensión técnica y, por supuesto, social, que tiene más que ver con la equidad horizontal del sistema y evitar las perversiones del mismo".

Efectivamente, insiste, "el deterioro que se produce en el empleo con la crisis de 2008 condiciona de una manera muy significativa la evolución del sistema en los últimos años –destruyó 3 millones de empleos y de cotizantes y se incrementaron los pensionistas en 1,5 millones–; pero, aunque no hubiera ocurrido esa tendencia, a largo plazo la dirección seguiría esa línea de "suicidio" del propio sistema. Y cualquier tipo de solución que ofrezcamos, al final, va a tener grandes repercusiones sobre la economía global". España, apuntilla, "paga algo más de 30.000 millones de euros anuales por intereses. Si mantuviéramos el stock de deuda limitado a lo que debería estar, es decir, no financiar el gasto corriente con deuda, y hacer lo necesario para financiar el volumen de inversión pública en los Presupuestos Generales del Estado de cada año y si, en consecuencia, no tuviéramos ese exceso de nivel de endeudamiento que en estos momentos tenemos, el porcentaje que habría que aplicar permitiría ahorrar intereses por un importe, si no superior, equivalente a la cuantía del déficit de la Seguridad Social. Esa podría ser una posible solución si se mantuviera estable el ratio de déficit que alcanza unos 19.000 millones".

Asimismo, concluye Aurioles, "el papel de los migrantes y las políticas migratorias tendrá que ser reinterpretado en las pensiones. La solución ha de buscarse dentro de la estructura y en el entorno del propio sistema pues, del equilibrio de sistema de pensiones, depende el equilibrio del sistema financiero del país".

Planificación

Así las cosas, la cuestión clave es que, siempre que lo permita la economía, se tendría que complementar la previsión pública con otra privada. A este respecto, David Carrasco lo tiene claro: "La ciudadanía, en general, tiene poca información sobre la jubilación y, según las últimas encuestas del CIS, es una de las principales preocupaciones para los españoles. Por tanto, si queremos pasar de una población preocupada a una población ocupada, solo se puede conseguir a través de la información. Con esa idea surgió en 2013 el Instituto BBVA de Pensiones y Mi Jubilación, una iniciativa sin ánimo de lucro, que no vende ningún tipo de producto".

A partir de ahí, y viendo que la gente les decían que, una vez que tenían la información querían tomar decisiones para asegurar su futuro, se propusieron ayudar a que la ciudadanía "pasara de la información con Mi Jubilación, a la planificación con Future Planner, que es una herramienta abierta a todo el mundo, ya sean o no clientes de BBVA".

En el caso de los clientes de BBVA, y debido al conocimiento de su vida financiera, Future Planner ofrece una gran sencillez –porque el usuario no necesita introducir ningún dato–; aporta, además, flexibilidad, ya que podemos construir el futuro soñado desde el lado de los ingresos (aumentándolos a través del ahorro) o de los gastos (racionalizándolos para conseguir nuestros objetivos). Y, por último, añade Carrasco, "no le decimos a las personas en qué tienen que ahorrar sino que va a depender de sus propias preferencias. En todo caso, para que un sistema sea sostenible socialmente tiene que ser comprensible y transparente. A partir de ahí, queel ciudadano decida".

Medidas y otros sistemas posibles

En todo caso, sea cual sea el contexto actual y futuro, habrá que seguir tomando medidas para garantizar nuestras pensiones.

Según los expertos, es muy probable que haya que incrementar los ingresos del sistema por vía de cotizaciones o por la vía impositiva. Lo que se estará definiendo es si las cargas del sistema, en el caso de las cotizaciones, las pagan los trabajadores actuales y las futuras generaciones o, si se hace por la vía impositiva, lo compartimos toda la sociedad (activos y pasivos).

En segundo lugar, también habrá que racionalizar el gasto, sobre todo teniendo en cuenta la generación de las futuras cohortes de baby boom, el incremento del número de pensiones y, además, por una cuestión de justicia del sistema porque, a medida que aumenta la esperanza de vida, significa que a personas que van a vivir más en el futuro, le vamos a pagar una pensión durante más años.

Por tanto, la equidad intergeneracional también se tendrá que abordar. En el lado del gasto, también se puede retrasar la edad de jubilación, que muchas veces es un tema tabú, y habrá que reinterpretarla, porque hace virtualmente difícil de financiar todos los periodos de inactividad laboral.

Precisamente, en países como Suecia se están planteando retrasar la edad de jubilación más allá de los 70 o, en Reino Unido, ya lo han hecho a los 68 años. El sistema de pensiones sueco, por ejemplo, es en esencia muy parecido al español, explica David Carrasco.

"Es un sistema de reparto en el que los trabajadores financian las pensiones de los jubilados pero, a diferencia del de España, que es complejo y oscuro, es muy sencillo. En Suecia, a cada trabajador se le abre una cuenta virtual donde se le reconoce, al cabo del año, las cotizaciones que ha realizado y las de la empresa a su favor. El sistema permanece en equilibrio porque está vinculado al empleo global y la bonanza (o falta de ella) se comparte con toda la sociedad. Así pues, las cotizaciones sociales se perciben como un ahorro y no como un impuesto, redundando en la transparencia del sistema".

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