Demasiadas noches sin dormir

Los propietarios de explotaciones agrícolas se han visto obligados a arrancar cosechas de miles de hectáreas que se encontraban en plena producción · Estaban seguros de que eran inocentes

Un agricultor almeriense, ayer, en su invernadero.
Un agricultor almeriense, ayer, en su invernadero.
V. Hernández / Almería

01 de junio 2011 - 05:03

En menos de una semana ha perdido siete kilos y el estrés le ha llenado la boca de calenturas. No puede dormir tranquilo y pasa horas frente al ordenador consultando la prensa internacional. Al agricultor Francisco Garrido la crisis del pepino le está causando más quebraderos de cabeza de lo que "la gente se puede imaginar". Tiene nueve hectáreas de producción, de las cuales el 60% son pepino y el restante 40% tomate, un producto que está sufriendo daños colaterales debido al cierre de mercados a producto español en países como Alemania, Rusia o Bélgica.

Los trabajadores del campo son los que mejor conocen el alcance de un problema que roza ya dimensiones de catástrofe para el sector agrícola almeriense, porque, dice Garrido, "no sólo se han cargado esta cosecha, está claro que este tema va a seguir repercutiéndonos durante las próximas campañas; han hecho mucho daño a nuestra imagen y nos había costado años ganarnos esa confianza" en los mercados.

Cada día y medio que pasa, Garrido deja de recolectar 20.000 kilogramos de pepino. Hasta que se desatara el caos el valor que estaba alcanzando la variedad holandesa o tipo Almería en comercializadoras y alhóndigas ascendía a 0,40 euros el kilo, un precio "barato", pero que le reportaba 8.000 euros en ese corto periodo de tiempo. Aunque conoce de memoria las cifras, le cuesta hacer el cálculo de las pérdidas. Son demasiados daños, no sólo económicos sino también morales. En una semana el perjuicio asciende a casi 50.000 euros entre producto, fertirrigación, jornales, abonado... y sin contar el coste del gasoil, la Seguridad Social, la electricidad o el gasto proporcional en otro tipo de insumos como el plástico que cubre el invernadero. Las pérdidas no se quedan solo ahí. Por si fuera poco, los agricultores tienen la obligación de pagar los costes de la destrucción del producto a una media de 0,02 euros el kilo

Como su hermano, José Manuel Garrido tiene miles de hectáreas invernadas de su cosecha dedicadas a la producción de pepino de tipo Almería u holandés. Hace unos días la crisis generada por la bacteria E.coli lo sorprendió cuando se encontraba inmerso en la recolección y se vio obligado a arrancar 14.000 metros de producto. "Desde entonces no había podido entrar al invernadero", cuenta emocionado. Su particular "pesadilla" continúa. "En 20 días la nueva cosecha, de 7.000 metros, estará lista para ser cortada y no tenemos ni idea de lo que va a pasar". La incertidumbre es tal que "dan ganas de arrancarla porque al menos así no me sigo gastando más dinero en la finca", entre insumos y jornales. Tampoco espera obtener demasiados frutos de los 13.000 metros en los que cultiva tomate suelto. Los daños colaterales del pepino han hecho que se cierren las puertas a la comercialización de tomate, lechuga e incluso melocotón, productos que "nada tienen que ver" con el tema pero que sufren la "psicosis" de los mercados y de los consumidores.

"Nadie llega a imaginarse el daño que nos hacen. Antes, durante y después de la campaña hay visitas de certificadoras, análisis para las empresas que compran y de la Junta. Nosotros mismos nos comemos el producto de la mata", concluye el agricultor.

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