Fernando Faces
Perspectivas económicas: España 2025
Programa Incorpora de La Caixa
Cristina Sanchís, trabajadora de la Fundación Don Bosco, explica la importancia para esta organización de la colaboración de Fundación La Caixa desde hace 13 años: "Cuando llegó, fue como lluvia caída del cielo. Nos ofrece financiación estable; no hace convocatorias sino que elige la entidad para que gestione el programa, y, cuando pasa el 31 de diciembre y llega el 1 de enero, todo sigue en marcha. Nos sentimos, en ese aspecto, unos privilegiados".
La Fundación Don Bosco es una de las muchas que gestionan el programa Incorpora de inserción sociolaboral de la Fundación La Caixa. Cristina Sanchís, en concreto, trabaja en Sevilla, en la zona del Polígono Sur. Es la encargada de coordinar un programa específicamente pensado para que los más vulnerables se formen y encuentren un trabajo. Hay líneas para jóvenes salidos del sistema de protección de menores de la Junta (ayudas básicas y mentoría) y jóvenes en general (acciones formativas y retorno educativo, con posibilidad hacerlo a través de radio ECCA), para mayores (competencias transversales y técnicas) y de autoempleo.
Don Bosco también trabaja en hacer de punto de enlace con las empresas adscritas al programa, a las que busca fidelizar. Es decir: establecer una relación estable y de confianza, que se traduce normalmente en un cierto grado de inserción laboral. Sanchís explica que de las 322 personas que han sido atendidas por Don Bosco en 2019, unas 185 terminaron trabajando, un grado de inserción muy alto. Y se puede deducir que el éxito no tiene tanto que ver con ellos como con los propios interesados: "No tenemos filtro a la hora de ayudar a alguien, sólo pedimos que tenga ganas de trabajar, les exigimos un compromiso, asistir a citas, ser responsable, etc. Ellos solos se caen, ya que no solemos descartar en una primera entrevista. Vemos el nivel de vulnerabilidad y la empleabilidad y planteamos un recorrido. Y lo mismo dura tres meses que nos llevamos dos años y no hemos conseguido aún la inserción", afirma.
Viajamos a Granada. Allí vive Juan Carlos García. Con 13 años, los problemas familiares le llevaron a un centro de menores gestionado por Aldeas Infantiles. Estando allí estudió FP administrativo y, cuando salió, comenzó a trabajar en un supermercado de Covirán, donde se formó como carnicero. Tras tres años allí, pasa a trabajar en Carrefour cinco o seis meses a tiempo parcial. También lo deja, y cuando está a punto de marcharse a Portugal para trabajar como teleoperador en Portugal, contacta a través de su pareja con Javier, de Fundación Don Bosco. Es él quién lo guía y mueve su currículum para que finalmente sea contratada en otro establecimiento de Covirán, donde está un año. No le renuevan el contrato y, en tiempos ya de Covid, vuelve a entrar Javier en escena: otro Covirán lo espera.
"Cuando me entrevistaron -recuerda- dudé un poco, pero al final dije: lo vamos a intentar. Al principio, trabajé en un barrio donde mucha gente no se ponía mascarillas, guantes, porque no se creían nada. Ahora me han cambiado a otra tienda y mejor. Con mis compañeros muy bien y en mi vecindario bien, tampoco me cruzaba con nadie".
Carmen Plata es un ejemplo de superación. Tras pasar por varios empleos temporales y con una niña pequeña, se quedó en paro y recurrió a Don Bosco, cuya sede en el Polígono Sur estaba al lado de su casa. "Investigan si realmente estás en paro, si eres susceptible de recibir ayudas y te piden un documento que diga que estás en riesgo de exclusión. Me dijeron que tenía que hacer cursos, me enseñaron a hacer currículums, etc". Hubo pequeños 'tropiezos', si se pueden llamar así: su primer intento por sacarse la ESO fue fallido, hizo prácticas dos meses en la firma textil Álvaro Moreno y no se quedó a trabajar. Después llegó El Corte Inglés, que la admitió a condición de que terminara sacándose la ESO y allí estuvo un año en periodos sueltos. Después de eso, harta de la temporalidad, decidió con el respaldo de su marido -que vendía chacinas en bares y tiendas- abrir una tienda. Y contó con el apoyo de una organización similar a Don Bosco, Mornese, que le diseñó su plan de empresa y le asesoró para pedir un microcrédito. Ahora tiene una tienda en Almirante Topete, la principal arteria del barrio de Tiro de Línea, en Sevilla, que no para de crecer. De chacinas y jamones han pasado a preparar pan precocinado y vender congelados. Su marido la ayudó en la tienda por el parón del Covid, pero ahora, tras el reinicio de la actividad, se ha quedado sola, y busca a alguien para contratar, alguien que, sobre todo, sepa cortar jamón. ¿A quién ha recurrido? A Don Bosco. El círculo se cierra.
En Andalucía, el programa Incorpora de La Caixa ha facilitado la contratación en trabajos esenciales durante el confinamiento de 800 personas de colectivos vulnerables en 303 empresas adscritas. Los trabajos son los que todos nos podemos imaginar: sector sociosanitario, servicios de limpieza, agricultura y comercio alimentario, sobre todo.
Un ejemplo, además del de Juan Carlos García, es el de Noelia Camacho, de 39 años y de Cartaya. Se ha llevado 17 años trabajando intermitentemente en una lavandería y, tras un tiempo largo en paro, ha sido contratada por la empresa de servicios de limpieza Jera Avanza, para trabajar en una cooperativa de frutos rojos, gracias a la intermediación del programa Incorpora. Su trabajo es de obra y servicio, se supone que hasta que termine la temporada y a tiempo completo: si antes una mujer limpiaba las instalaciones de oficinas sólo un turno, ahora los turnos son dos. Noelia explica que se ocupa especialmente de los lugares más expuestos al contacto humano, como los pomos de las puertas.
Otro ejemplo es el de Juan Manuel Lucena, quién estuvo casi dos años en la cárcel por, según sus palabras, "delito contra la salud pública" (eufemismo legal para el tráfico de drogas) y que durante su internado se sacó la ESO. A la salida, con 32 años, hace un curso de limpieza de superficies con la asociación Prolibertas, colaboradora del programa Incorpora, y comienza a hacer prácticas con Aljandra Sur justo cuando empieza el estado de alarma. Duró un día, pero fue suficiente para que lo volvieran a llamar hace un mes más o menos, para trabajar durante 15 días. Algo es algo.
El programa va, de todas formas, mucho más allá del Covid y la incorporación a trabajos esenciales. Álvaro Bermúdez es un venezolano de 35 años que llegó a España y logró el estatuto de refugiado tras lograr antes pasar la frontera entre su país y Colombia. Alguién le habló de Incorpora y la Fundación Don Bosco e hizo un curso de ventas, que era su trabajo habitual en Venezuela. Entró en una tienda de Tiger de prácticas, en Sevilla, y ahí se quedó. Ahora es segundo responsable de tienda. Oportunidad aprovechada.
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