Andalucía, naranjal de Valencia
El espectacular incremento de la superficie de cítricos en los últimos años no se corresponde con un gran avance en la comercialización: la región sólo exporta el 5,7% de la producción nacional y el Levante un 76%
Si se cumple el aforo previsto, Andalucía terminará esta campaña de cítricos con una producción récord, 1.726.535 toneladas. Con altibajos, la región ha ido creciendo año a año en hectáreas y toneladas, hasta el punto de consolidarse como segunda región productora tras Valencia, con un porcentaje del 30% nacional frente al 60% del Levante en números redondos.
El avance andaluz, sin embargo, no va en consonancia con la comercialización, o al menos no en la medida esperable. El dato de exportaciones lo demuestra: Valencia vendió en 2010 por un valor de 1.948 millones y Andalucía por 146 [ver gráfico]. Es decir, el peso de la comunidad mediterránea es del 76%; el del Sur, del 5,7%, lo que no se corresponde con su volumen productivo.
¿Qué ocurre? Sobre todas las cosas, la tradición es muy difícil de romper. Valencia lleva más de cien años comercializando el producto. "Donde hay un comercial de frutas, allí hay un valenciano", ejemplifica Antonio Jiménez, responsable de Cítricos de Faeca, la federación de cooperativas andaluzas. "Todas las grandes marcas comerciales en naranja pertenecen a firmas sitas en Levante, fruto de un buen trabajo", afirma Tedoro Revilla, presidente de la asociación de empresas cordobesas Palmanaranja. Revilla añade que, en algunos casos, estas empresas llevan vendiendo cítricos durante tres generaciones.
Esta mentalidad comercial es la que hace que, cada año, lleguen a tierras andaluzas brokers valencianos dispuestos a comprar naranjas en bruto, procesarlas en su tierra y venderlas con el marchamo de origen valenciano, que en países de destino como Alemania, Francia y Reino Unido, es siempre un sinónimo de calidad indiscutida.
Hace unos días, la consejera de Agricultura, Clara Aguilera, señalaba que aún hoy se vende un 40% de la producción andaluza directamente en árbol. Según Jiménez, en el Sur "no es un porcentaje alto el número de agricultores profesionales", y sí "hay muchas sociedades y profesionales liberales que aprovechando el boom del ladrillo invirtieron en fincas agrícolas". El objetivo, dice Jiménez, sería el de obtener una rentabilidad inmediata, al vender directamente del árbol. "No tienen mentalidad de comerciantes", añade.
A ello se le suma que la estructura cooperativa en Andalucía no tiene la fortaleza de la valenciana. Y, curiosamente, allí están mucho más atomizadas las explotaciones, en algunos casos de media hectárea. Pero precisamente por eso tienen más necesidad de agruparse. "¿Por qué los productores que están por libre no se incorporan a las figuras de concentración que ya existen?", se pregunta Revilla. "Porque hasta ahora no han tenido la necesidad real; mejor o peor, todos los años han vendido su naranja, la han cogido y la han cobrado. Además, al formar parte de una organización, el producto está más fiscalizado, y eso no gusta". Enrique Pérez, presidente de Asociafruit, introduce un factor más: las explotaciones andaluzas, al tener un carácter mediano, no tienen tanta necesidad de agruparse. Pérez defiende que es el mercado el que marca la situación: "El agricultor vende al mejor postor y le da igual si el comprador es de Valencia o no, ya que no hay denominación de origen a nivel regional".
Un desencantado Antonio Jiménez narra cómo los intentos de crear una gran cooperativa de segundo grado en los últimos dos años no han fructificado. En 2009 se redactó un informe técnico, auspiciado por la Junta de Andalucía y Faeca, para la integración de diez cooperativas. Dos años después, nada. Jiménez resume por qué esta operación quedo finalmente en agua de borrajas: "Es muy difícil llegar a acuerdos en este sector; todos dicen mi fruta es la mejor, nos miramos demasiado al ombligo". El cooperativismo, además, ha sufrido la última reforma de la PAC, que eliminó la obligación para el productor de asociarse a una cooperativa a cambio de ayuda por llevar el producto a transformación para zumos.
Precisamente el lapso de la crisis ha agudizado las debilidades andaluzas. Mientras Valencia crece en exportaciones [ver gráfico] la región retrocede a niveles de 2007. Pese a todo, hay mucha base para crecer , o al menos eso es lo que opina Teodoro Revilla. "Uno de los primeros pilares es contar con estructuras suficientes para poder garantizar a nuestros clientes un servicio de primer nivel, con altas garantías en seguridad alimentaria; este paso está dado, pero en los mercados cuesta mucho hacerse un hueco, no sólo por la ventaja del Levante sino por la gran competencia de otros orígenes, que producen más naranjas con costes más bajos". La base está, pero hace falta voluntad y una "exquisita" estrategia comercial.
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