El parricida de Dos Hermanas llamó a sus hijas para decirles que había matado a su mujer
Después de propinar al menos un hachazo a su esposa, telefoneó al 112 y salió a aparcar su coche en el garaje de la casa, donde fue detenido por la Policía
No había ninguna denuncia por malos tratos ni amenazas
Es una noche rara en el Club Social Las Portadas. Sólo hay un parroquiano en la barra. Otras tres personas fuman en la puerta con las manos metidas en los abrigos. Nada que ver con la noche de cualquier otro sábado, cuando el local está lleno de personas que participan en el bingo que organiza el club cada semana. Este sábado se ha suspendido en señal de respeto por la muerte de Rosa R. R., la vecina de 69 años que ha sido asesinada por su marido, Emilio V. T., de 68.
"No nos parece correcto estar aquí jugando al bingo cuando ahí al lado han matado a una mujer", explica la mujer que atiende detrás de la barra del club. El parroquiano que está sentado frente a ella, con una cerveza a medio consumir, es Paco, un vecino que lleva quince años viviendo en este barrio de Dos Hermanas y que conocía, como todos, a Emilio.
La última vez que lo vio fue el jueves. "Estuve viendo con él el partido del Betis contra el Español. Es bético como yo y estuvimos comentando el partido, como hacíamos a menudo. No se puede decir que tuviera una gran amistad con él, pero era una persona a la que veía a diario y de la que jamás podía esperar algo así. No era agresivo ni solía pelear con nadie, más allá de discutir con los sevillistas, con los que sí se enfurecía de vez en cuando".
Ni Paco ni nadie podía sospechar lo que ocurrió la tarde de este sábado en la casa de Emilio y Rosa, en el número 4 de la calle Cepeda. No había ninguna denuncia por malos tratos, ninguna llamada al 016, nada que pudiera hacer temer un desenlace así.
Sobre las cinco de la tarde, Emilio llevó a su mujer al sótano de la vivienda. Allí le asestó al menos un golpe con un hacha, que impactó en la cabeza de la víctima y pudo ser mortal de necesidad. Luego, llamó a sus tres hijas por teléfono y les comunicó que lo que había hecho. "He matado a tu madre", les dijo.
Colgó y llamó al 112. Al operador que le atendió le explicó que había acabado con la vida de su mujer y le facilitó la dirección de su casa. El 112 derivó el aviso a la Policía Nacional, que envió una patrulla de la comisaría de Dos Hermanas al lugar indicado, y también al servicio de emergencias sanitarias del 061, que mandó una ambulancia.
Emilio salió de la casa, pero no con intención de fugarse, sino para aparcar su coche en el garaje, puesto que lo tenía estacionado en la calle y sabía que iba a pasar tiempo sin volver a cogerlo. Mientras maniobraba para aparcar llegó la Policía, que lo detuvo en cuanto quitó la llave del contacto. Los agentes entraron en la vivienda y encontraron a la mujer muerta en el sótano.
Unos minutos después, unos gritos alertaron a los vecinos. Eran las hijas de la pareja, que acababan de llegar a la casa de sus padres. Todavía horas después, ya caída la noche, varios familiares permanecían en una esquina de la calle Cepeda, junto a un patrullero de la Policía Nacional que montaba guardia. "Preferimos no hablar con la prensa, porque no sabemos todavía nada y no queremos decir algo que no se ajuste a la realidad. Entiéndalo", se disculpa uno de los miembros de la familia.
Sobre las ocho de la tarde, el juez de Guardia de Dos Hermanas ordenó el levantamiento del cadáver de Rosa. Los empleados de la funeraria colocaron el furgón con la puerta pegada a la entrada de la casa para impedir que la salida del féretro fuera fotografiada o grabada en vídeo por los reporteros que trabajaban en la esquina de la calle.
Unos minutos después, dos especialistas de la Policía Científica, enfundados en sendos monos de color blanco con la palabra Policía escrita en la espalda, entraban a hacer una inspección ocular del domicilio. Fuera caía la niebla y en la puerta del club social se formaba un corrillo. "Hoy no hay bingo", se encargaba de decir una mujer a todo el que llegaba.
Emilio era albañil y había hecho muchos trabajos en la barriada. Estuvo un tiempo viviendo en Alemania e incluso lo comentaba a quien le hacía algún presupuesto. Un vecino no llegó a contratarlo porque le pidió demasiado dinero. "Yo es que soy muy bueno. He estado en Alemania y le pongo precio a mi trabajo", le dijo, hace ya años. "Muy bien, pero yo tengo que mirar por mi bolsillo", contestó el frustrado cliente.
Rosa era ama de casa y los vecinos no solían verla demasiado junto con su marido. Éste sí frecuentaba el club social y la asociación de vecinos, donde era un asiduo de las partidas de dominó. Hay quien dice que les había oído discutir y que alguna vez había escuchado alguna amenaza de muerte. Ninguna de ellas se denunció. Este sábado, Rosa se ha convertido en la primera mujer víctima de la violencia machista en la provincia de Sevilla en 2019.
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