La visita de una sombra (2-0)
Dos errores de Krychowiak en despejes de cabeza hacia atrás vuelven a condenar a un Sevilla incapaz lejos de Nervión. Andreolli se lesiona del tendón de Aquiles y agrava el agujero atrás.
Una sombra. O más bien once sombras, vestidas de negro además, para interpretar ese indigno papel con más realismo. En eso se ha convertido el Sevilla de Unai Emery cuando de jugar lejos de Nervión se trata. Da igual que enfrente se tope con un rival pujante, como el Villarreal de Marcelino, o que compita ante un enemigo que es puro temblor y que trata de reencontrarse de la mano de un recién llegado, como pasa con la Real Sociedad de Eusebio Sacristán, que se encontró con tres puntos llovidos del cielo. Como se los encontró en su día otro equipo enfermo, la UD Las Palmas.
No hay un reconstituyente mejor para los anfitriones melindrosos y con fiebre que este Sevilla venido a menos, que llega con su maletín y saca el bálsamo que reaviva al convaleciente. Y de paso, a la atribulada afición local. Ayer fue Krychowiak quien metió la mano, o más bien su cabeza, para sacar el remedio a los males que mortificaban al enemigo. Es difícil ver dos errores tan groseros, y parecidos, en un partido de este nivel y en un jugador como el polaco. Sendos despejes de cabeza que envían el balón hacia atrás, hacia zona de altísimo riesgo, que aprovecharon Agirretxe y Xabi Prieto para batir a Sergio Rico y sentenciar en apenas cuatro minutos, los que van del 73 al 77, un partido que era una ruleta rusa, lo habitual cada vez que los sevillistas viajan esta temporada.
Las pruebas empíricas son ya irrefutables. Ya nada obedece a lo fortuito, a los imponderables. Si el Sevilla se va a meter en diciembre sin haber ganado lejos de su coliseo es porque subyace un mal de raíz. Seis partidos como visitante, tres escuálidos empates y tres derrotas. Tres puntitos de 18 posibles. Números de aspirante a la salvación. Registros para ruborizar a una entidad con el quinto presupuesto de Primera, ¡unos 80 millones de euros!
Unai Emery no tiene la culpa de que Krychowiak se convierta en improvisado asistente de la Real, por supuesto que no. Pero a veces sus mensajes a la prensa no guardan coherencia con lo que luego dispone sobre la hierba. Le duele la boca al vasco de decir que la Liga es el pan de casa, esa competición sagrada que procura todo lo demás, léase Liga de Campeones o Europa League, pero luego mira de reojo a Alemania y deja en el banquillo a la pareja que le da vuelo a este invertebrado grupo. Aseguró el viernes el entrenador que Konoplyanka y Banega llegaron bien de sus compromisos con sus selecciones. Se entrenaron jueves y viernes. Pero ninguno fue titular. Seguramente, ambos saldrían la última media horita de Anoeta.
Pero pasa que el fútbol es caprichoso, voluble. Y puede ocurrir que a un central le estalle un tendón de Aquiles en una acción inocua. Tan inocua que hasta Bruma, el extremo diestro de la Real, se quedó helado con la pelota, en lugar de correr con ella hacia Sergio Rico, cuando Andreolli se derrumbó sobre la hierba, roto de dolor. Corría el minuto 18. Tres después, Kolodziejczak ingresaba en el campo. Y a Emery, al Sevilla, empezaba a torcérsele el guión una vez más. Un cambio menos en su guión preestablecido: Banega, el cerebro necesario, no pudo jugar.
Y la premisa para que este Sevilla feble y discontinuo pueda competir es que el organizador argentino trote sobre la hierba, la pida y los compañeros giren en torno a su clarividencia y toque. Las alternativas son oscurísimas. Son sombras a las que no les haca falta vestir de negro: N'Zonzi al lado de Krychowiak e Iborra descolgado arriba pasaron de puntillas por el partido. No fueron capaces de zamarrear a una Real que, ella sola, se destapaba atrás con una línea defensiva tenmeraria, muy arriba pero descoordinada, en la que el lateral izquierdo Yuri ofrecía una vía para colarse hasta Rulli.
Por allí Mariano empezó a asociarse con Vitolo, visto que Reyes por la izquierda era otra sombra más, como Iborra por dentro. También Immobile detectó la zona blanda de los donostiarras y allá que fue con sus animosas galopadas. Y en una anticipación de N'Zonzi, en una de sus escasas acciones positivas, Immobile se plantó ante Rulli y lo batió. Un segundo antes el asistente vio fuera de juego donde no lo había y por ahí se le empezó a torcer el partido al Sevilla. Poco después llegó el infortunio de Andreolli.
Pero el Sevilla aún dispuso de una hora larga para rebelarse ante esas zancadillas ajenas a su juego y vencer a un rival inseguro y sin apenas fútbol, que mostraba por qué no había vencido aún en Anoeta. Ocurrió que esos sesenta minutos sólo sirvieron para evidenciar que este Sevilla es un incapaz lejos de su gente. Lo peor de todo es que no fue por desidia ni porque el rival pusiera más. Tras el descanso, Immobile, Vitolo e Iborra pudieron hacer el 0-1. Luego salió Konoplyanka por Reyes con media hora por delante y hubo otro giro de tuerca en el acoso. Pero una cosa es atacar y otra agarrar de verdad el partido y morder. Este Sevilla sin colmillo, fuera de casa, no lo hace. Es un equipo de sombras. Y ya se sabe que las sombras son inocuas.
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