Una vía ya cerrada (1-1)
Celta-sevilla · la crónica
El Sevilla se deja dos puntos en Balaídos contra el Celta y ya tiene casi imposible la pelea por la cuarta plaza. Un penalti absurdo, y tal vez inexistente, de Arribas, provoca el empate.
Camino cerrado para llegar a la Liga de Campeones. El Sevilla se dejó dos puntos en Balaídos por culpa de un penalti tan absurdo como dudoso de Arribas y ya prácticamente tiene imposible la posibilidad de superar al Valencia en la tabla clasificatoria. Tres puntos de diferencia exigirían dos fallos de los levantinos y un pleno de los nervionenses, lo que convierte en una cuestión casi quimérica esa opción para los nervionenses por mucho que éstos jamás se rindan y ayer se dejaran hasta la última gota de sudor en pos de paliar el error del defensa central.
Pero la realidad indica que el puntilloso Velasco Carballo, porque hay que ser muy tiquismiquis para dirigirse al punto de penalti en la acción entre Arribas y Charles por mucho que el zaguero jugara con fuego, consignó en el acta arbitral y frustró muchos meses de pelea por un objetivo superior al marcado por la entidad. Pero es que es evidente que lo que no puede ser es complicado que se produzca y muchas veces es imposible. No es lo mismo jugar todos los fines de semana con los once mejores futbolistas de la plantilla, léase Otamendi, Gayá, Andre Gomes y compañía, que tenerlo que hacer con Arribas, Figueiras y alguno más para darle un respiro a quienes deben batirse el cobre un jueves sí y otro también en la búsqueda de un objetivo aún mayor.
Es una reflexión muy acertada oída en la redacción del periódico que no debe sonar a excusa, pues se trata de la auténtica realidad. El Sevilla, como en muchas ocasiones anteriores, fue a la antepenúltima batalla del torneo liguero con su segunda unidad, incluso con su tercera en algunos casos. Porque con la lesión de Pareja era una obligación reservar a Carriço, pero eso provoca que deban ingresar futbolistas con muchísimo menos nivel y el riesgo de errores se incrementa.
No fue el partido de Arribas igual al que protagonizara en Anoeta, ni muchísimo menos, pero el central sí pecó de ingenuidad, llamémosle así, en la jugada del penalti, pues no fue la primera que protagonizó en Balaídos. Ya había arriesgado muchísimo en la primera mitad también contra Charles y entonces Velasco Carballo no quiso saber nada, miró hacia otro lado y a seguir moviendo la pelota. Pero en el fútbol hay que ser listo y saber que las pistolas ya las tenía cargadas el árbitro y evitar el lance que dio lugar al penalti.
Es verdad que el Celta, entonces y también en muchos tramos más del partido, monopolizaba la pelota, la llevaba de un lado a otro y amenazaba con igualar el gol inicial de Gameiro, pero el Sevilla se había defendido con orden y apenas había concedido disparos a puerta. El riesgo del empate era constante, pero de no ser por el ingenuo penalti de Arribas tal vez los sevillistas le hubieran podido dedicar los tres puntos al ausente Unai Emery, que se tuvo que marchar rápidamente de Vigo por el fallecimiento de su padre.
Ésa había sido la nota triste de las horas previas al encuentro contra el Celta, pero ya estaba todo trabajado entonces y el planteamiento se ajustó al plan trazado. Con Juan Carlos Carcedo en la banda dirigiendo a este Sevilla que acudía a Balaídos con la intención de sacar adelante un litigio que llegaba emparedado por las dos citas con la Fiorentina, el plan era apelar a los menos habituales para que éstos sacaran las castañas del fuego. Es verdad que también el Celta se presentaba con muchas bajas, pero el conjunto blanquirrojo estaba obligado a no agotar más las baterías de sus hombres importantes y ponía en liza a ocho futbolistas que no fueron titulares el jueves anterior contra la Fiorentina. Sólo repetían Sergio Rico, Kolodziejczak y un Krychowiak que parece el más insustituible de todos. El resto era un once con dos delanteros, Iago Aspas y Gameiro, y mucha movilidad arriba, mientras que en la derecha salían dos laterales para tratar de contrarrestar las percusiones que realiza por ahí el cuadro vigués con Orellana en ausencia de Nolito.
Y la primera sensación que dejó el Sevilla no pudo ser más positiva. El balón era para el Celta, pero no había ningún problema para que así fuera si los espacios se cerraban con solvencia y todo era un ir y venir de la pelota sin mayores sobresaltos para la pareja integrada por Krychowiak e Iborra, que imponía por la máscara y por ese aparatoso vendaje del valenciano más propio del rugby que del fútbol.
El Sevilla, en cambio, salía con velocidad cada que recuperaba el esférico. Nada de toques inocuos ni conducciones camino de ninguna parte, pases rápidos y ganando metros para que después Iago Aspas y Gameiro se entendieran arriba. Fue brillante la combinación del primer gol, que parte de Krychowiak por el medio, llega a Fernando Navarro, después pasa por Denis Suárez y, por último llega a Gameiro para que éste haga una espectacular con Iago Aspas. Derechazo y dentro de la portería viguesa en un gol verdaderamente espectacular. El cuadro dirigido por Carcedo se había adelantado muy pronto, tal vez demasiado.
¿Por qué fue excesivamente rápido? Porque el terreno de juego de Balaídos es demasiado grande y exige un esfuerzo tremendo incluso cuando se trata de hacer basculaciones para taparle todas las vías al rival. El Sevilla tuvo que dar un paso atrás y las salidas eran menores, pero incluso así tuvo tres oportunidades clarísimas en el primer periodo, dos de Gameiro y una de Arribas. Ninguna dio resultado y al descanso se llegó con el tempranero gol, situación que se prolongó tras el intermedio hasta que Velasco Carballo interpretó penalti en el braceo de Arribas.
El Sevilla apeló a sus titulares, pero ni Bacca ni Aleix Vidal ni Vitolo tenían la cabeza en este partido. El esfuerzo, el sudor, fue digno de elogio, pero la vía ya estaba cerrada. Queda la opción de ganar un título, nada más y nada menos que eso, y ahí debe seguir peleando este gran Sevilla de Emery.
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