Dos trinquetes en Liliput

real sociedad - betis · a ras de hierba

Mel da descanso a Dorado y dispone la inédita pareja Paulao-Amaya, centrales que sufrieron cuando salieron de su zona natural al encuentro de un balón muy vivo.

Foto: Javi Colmenero
Foto: Javi Colmenero
Juan Antonio Solís / Sevilla

11 de abril 2012 - 05:02

Pocas zonas de la pizarra bética han venido suscitando más debates durante la temporada que el eje de la zaga. Mario, Ustaritz, Amaya y Paulao han venido entrando y saliendo en el puesto de stopper diestro, siempre con Dorado a la siniestra. Pero el central cordobés descansó en San Sebastián, tocado después de una evidente acumulación de esfuerzos, y Mel dispuso ayer una novedosa pareja, con Paulao y Amaya.

Novedosa por los nombres propios y novedosa por la morfología de los marcadores, en torno al metro noventa. El madrileño lo supera (1,92) y el brasileño lo roza (1,88). ¿Y qué tiene de particular este dato? En un equipo ordinario, sería intrascendente. Pero el Betis dista de ser un equipo ordinario. Jamás lo fue. Ni siquiera en los tallajes: hace algo más de dos meses, días después de que Negredo empatara el derbi de Heliópolis de cabeza, el diario portugués O Jogo publicaba un informe en el que aseguraba que el Betis era el segundo equipo más bajito de Europa, con una media de 1,77 metros.

¿Y es la baja estatura un defecto para jugar al fútbol? Depende. El único equipo que quedaba por encima de los verdiblancos en ese ránking no era un cualquiera, era el que para muchos es ya el mejor equipo que vieron sus ojos, el Barcelona de Guardiola.

Primera conclusión: al fútbol, el de verdad, se juega por bajo. Lo consabido de que el balón está fabricado de cuero, el cuero viene de la vaca, y la vaca come... pasto.

Pero hay matices. En un equipo con Messi, Xavi, Iniesta y Daniel Alves es muy probable ganar, pero si los once jugadores apenas superan el metro setenta o no llegan a frisarlo, también es casi imposible no perder.

Segunda conclusión: hace falta peones con buena presencia física para el juego aéreo, para imponerse en los forcejeos, para cohibir a los atacantes. Y ahí es donde el Betis padece un evidente deficit esta campaña.

Paulao llegó en el mercado de invierno, entró con buen pie, el talón de Aquiles lo fue menos e incluso su compañero, Dorado, elevó sus prestaciones. Eran complementarios. Paulao, diestro y corpulento, rudo, expeditivo; Dorado, zurdo y limpio, aseado tanto en el corte como en la salida del balón.

En Anoeta, en cambio, salieron dos centrales del mismo corte. Y diestros ambos: Amaya, en el perfil izquierdo, siempre forzó para tocar con la derecha. Encima, la Real Sociedad se dejó querer para salir con rapidez y aprovechar los espacios generados a la espalda de la zaga bética con la rapidez de Vela y Griezmann, el último pase de Zurutuza y los desmarques del punta, Agirretxe. Y además, el césped mojado por la lluvia dejó un balón escurridizo, vivo, el que desarma a los pataduras.

El decorado del partido no era cómodo para los centrales y se reflejó en su juego: sufrieron con tanto espacio a su alrededor para anticiparse o replegarse y la pelota rodando a una velocidad endiablada.

¿El balón parado? Ni siquiera en esa faceta impusieron su físico con la debida contundencia, como se vio en esa última jugada que cabeceó Ansotegi y que a punto estuvo de dejar a los verdiblancos con cara de póquer. Tercera conclusión: hay que seguir peinando el mercado de centrales para el año que viene. Aunque sea en Liliput...

stats