"Con los títulos la afición ha perdido la perspectiva"

Monchi, con las botas en la mano.

Foto: Antonio Pizarro
Monchi, con las botas en la mano. Foto: Antonio Pizarro

11 de agosto 2009 - 05:02

(Continúa de De los guantes a la gloria)

El segundo giro de tuerca, éste más acentuado, llega con Del Nido como nuevo presidente, en mayo de 2002. "Roberto dio lo que podía y hacía falta un cambio de mensaje. No podías estar todo el tiempo diciéndole a la gente que hay problemas económicos, eso cansa. A pesar de que seguíamos con las arcas no muy llenas, hacía falta ese mensaje. José María es ambicioso y su mensaje caló y con el tiempo la gente se dio cuenta de que era posible lo que él pregonaba. Roberto puso los cimientos y José María dio el empujón para que el crecimiento".

Recuerda su primer cara a cara cion el actual presidente: "Fue en el hotel Los Lebreros. Desde el primer momento vi que quería saber y conocerlo todo, estar conectado al móvil las 24 horas".

Pero el dinero no era mucho más. "Una cosa es que no pregonáramos cada dos por tres nuestras miserias y otra que sacáramos dinero de donde no lo había". Esa pretemporada no cuajaron los fichajes tan bien: Sammways, Marcos Vales, Caballero, Machlas en invierno (también un tal Daniel Alves, cierto es)... Monchi lo dice a su manera: "Fue una temporada de transición...". "Fue un año difícil también para mí porque a mi padre le diagnosticaron un cáncer y estuve a caballo entre San Fernando y Sevilla, fue muy duro", añade.

Hubo un partido clave para el devenir de esa temporada y, posiblemente, de la historia contemporánea de la entidad: el 0-3 en el Camp Nou. "Yo estaba en México, en casa de Zamorano, por el traspaso de Reynaldo Navia. El fin de semana anterior perdimos en casa ante la Real por 0-1, gol de Karpin y cuando salimos al Camp Nou estábamos en puesto de descenso. Unos días después, el presidente hizo una comida con todos los técnicos y refrendó el apoyo al grupo. Del Nido me dijo que le transmitiera a Caparrós que si perdía el siguiente partido, le iba a renovar. A más críticas, más se iba a dar la cara". Llegó el 0-3 ante el Barça de un azorado Gaspart y el equipo tomó vuelo hasta rozar la UEFA, pero perdió en La Rosaleda y quedó un sabor amargo a final de temporada. "Pero el equipo estaba hecho para permanecer, antes de buscar otras metas", insiste el de San Fernando.

Esas metas se expresaron luego, en pleno verano de 2003, con el cacareado eslogan del "salto de calidad". Ahí apareció Del Nido en su máxima expresión. Y otro giro de tuerca para Monchi: "Ya había dinero, ya había que invertir y tener un porcentaje máximo de acierto. Llegaron Darío Silva, Hornos, Martí, Esteban, Aitor Ocio...".

Los uruguayos no cuajaron. "Es imposible acertar en todos, llegaron nueve jugadores", se defiende. Suerte que Ramón Vázquez se fijó en un formido brasileño apodado La Bestia. Y suerte que el Sevilla se quedó con diez en un bolo en La Línea y que Caparrós reubicó a Julio Baptista como segundo punta... La carga azarosa de este juego llamado fútbol. "Son momentos puntuales que cambian las pautas futuras. Poco antes jugó de medio centro el Colombino y no estuvo bien".

Esa temporada, el equipo se movió ya con más firmeza en la zona de aspirantes a Europa, y se abrió la puerta de la Copa. Llega la goleada al Atlético en la ida de los cuartos de final, pero también otro momento de verdadero apuro: hay que vender a Reyes. "Es clave para la historia reciente del Sevilla. En la despedida del jugador, la gente pegaba porrazos en la puerta de la sala de prensa protestando por la venta. Ese día, por la tarde, nos fuimos a Madrid a jugar la vuelta ante el Atlético. Fue una decisión dura, pero el presidente tomó las riendas, la operación fue muy buena para el club, al final fueron 22,5 millones. Fue un antes y un después, pues ese dinero nos permitió seguir invirtiendo en gente como Renato. No todo salió bien porque llegaron Makukula, Sales o Jesuli, pero marcó una política que nos dio resultados, la de vender para comprar mejor. Todo el mundo está en venta siempre que el precio esté fuera de mercado".

El Madrid cortó el sueño copero en semifinales, pero la clasificación para la UEFA con aquel tanto de Baptista ante Osasuna reactivó la ilusión: "Era el pasito que nos faltaba para crecer. Fue importante para marcar otra base más arriba".

Pero el crecimiento va parejo a las exigencias. El año siguiente, ya no bastaba con aspirar a la UEFA. Y el equipo estuvo en zona de Champions muchas jornadas: "Cuando dependíamos de nosotros, metimos la pata. Dos rivales no se jugaban nada, el Getafe y el Málaga, y no lo hicimos. Fallamos y además hizo más daño poque nos lo quitó el Betis. Pero no perdimos la confianza en nuestro proyecto, en nuestra forma de trabajar". Pero Caparrós no creía así. "Joaquín pensó que el margen de crecimiento del Sevilla ya era muy estrecho y que su ciclo había acabado. Se iba un profesional y un amigo y fue duro".

Se encontró el director deportivo con un escenario nuevo, buscar un técnico. "Tuvimos que empezar de nuevo, y además sin Julio Baptista ni Sergio Ramos. Le planteé al presidente Lotina, Aguirre o Juande. Decidimos que Juande era el idóneo. Venía convencido , el proyecto era importante y él venía de fracasar en el Espanyol". ¿Cómo encajó la marcha de Baptista? "Le explicamos que la planificación la llevaba la dirección deportiva y que el presidente decidía las entradas y salidas, y le explicamos que Julio se quería ir y que lo de Sergio era el pago de la cláusula. Pero llegaron Kanoute y Luis Fabiano...".

Kanoute, que será uno de los tres jugadores más importantes de la historia del Sevilla cuando se retire, es el arquetipo de jugador con el sello de Monchi: "Hemos fichado a gente que no ha despertado mucho interés, como Daniel, Renato, Escudé...". Saviola fue la excepción. Por eso despertó expectación.

El nivel general subió mucho, pero tardó en demostrarse. Se reflejó en aquella tarde ante el Espanyol en que Del Nido fue abroncado : "No hubiera pasado nada si hubiéramos perdido. El equipo estaba jugando bien. De hecho luego fuimos a Bilbao, ganamos y todo cambió". Empezó el gran juguete armado por Juande, un técnico con un discurso muy simple, pero que caló en los jugadores. O precisamente por ello, por su simpleza. "En cuanto a su manera de entender el fútbol, tenía muy claro que era posesión, presión y salir rápido al contragolpe, sólo eso. Si le da resultado, para qué cambiar".

Y llega la eclosión con el gol que cambió la vida a los sevillistas. "Sí, lógicamente el gol de Antonio al Schalke fue un antes y un después en la historia del club, que se liberó y quitó ese peso de 60 años sin ganar nada. En Eindhoven sabíamos que nadie nos podía ganar, que nadie que jugara ante nosotros nos privaría del título. Teníamos esa deuda con la historia y la zanjamos. Nos dio una confianza inusitada para Mónaco ante el Barcelona y para lo posterior".

Lo posterior fue una campaña en la que estuvo a tiro el título de Liga, nada menos. A toro pasado es fácil pensar en si hubiera sido mejor centrar el esfuerzo en ella: "Había muchos frentes, pero fallamos en Mallorca, en Tarragona... era mucho calendario. Lo que hicimos estuvo bien, ganamos dos títulos y nos metimos en Champions".

Y al sevillismo le costó asimilar ese mayúsculo gozo. "Convertimos lo difícil en fácil por hacerlo tan continuo, y eso quizá le quitó lustre a lo conseguido".

Inevitablemente, surge el tema tan de actualidad de las exigencias, un tanto desproporcionadas, de buena parte de la grada: "Es uno de los problemas actuales, que hemos colmado tanto a la afición de logros, de títulos, que ha pedido un poco la perspectiva. Esperemos que poquito a poco vayamos recuperándola".

La tragedia de Puerta tuvo mucho que ver en que se cortara ese jubiloso ciclo. A su juicio, más que la marcha de Juande: "Fue un palo que lo oscureció todo, supuso un frenazo a todo, era difícil volver a poner la máquina en marcha. La marcha de Juande no influyó tanto. De hecho, cuando ganamos la Supercopa de España los rumores sobre el Tottenham estaban ahí".

Y Juande se fue con el equipo en la zona baja de la tabla... "Fue el momento más crítico de los últimos años, pero el club tomó la decisión más oportuna, darle las riendas a Jiménez. El equipo hizo grupo y tiró para delante. Rozamos la Champions".

Esa plantilla, a su juicio, era "una de las mejores del Sevilla en su historia, pero con la muerte de Antonio no le pudimos sacar todo el partido que pensábamos". ¿Mejor plantilla que la de ahora, de nuevo en Champions? "La de ahora tiene mucha capacidad para mover piezas". Y pese a que la pretemporada no es buena, renueva su ilusión: "La pretemporada dura hasta que empieza la Liga. No creo que el Barça esté preocupado por empatar con el Chivas. No hay baremo para calibrar al equipo, además apenas tenemos cambios de jugadores. Hay que estar tranquilos".

Volvemos a las exigencias con el equipo y sobre todo con Jiménez: "Hay que convivir con ello, yo confío mucho en el grupo y en el míster, yendo unidos no hay problemas". ¿Y cómo se convence a los críticos con Jiménez? "Eso, lo dejo para otra entrevista...".

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