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Un termómetro para Míchel

El madrileño no está cuestionado ni lo estará si no vence al eterno rival en su segundo intento, pero su prestigio está en juego en plena racha negativa · El 1-2 de la pasada campaña retrasó su renovación

Míchel se dirige a sus jugadores antes de empezar la sesión de ayer.
Jesús Alba / Sevilla

16 de noviembre 2012 - 05:02

Míchel no está cuestionado ni lo va a estar. Tiene todo el respaldo, y más, del consejo ejecutivo que encabeza José María del Nido. Pero se da la circunstancia de que el entrenador madrileño, igual que en la campaña pasada, se juega gran parte de su prestigio -sobre todo de cara a la galería- en un enfrentamiento de la máxima rivalidad. La situación deportiva por la que pasa su equipo no es ni mucho menos buena y un triunfo puede significar un poderoso respaldo a su labor, que no ha sido cuestionada aún, pero que como profesional que es, querrá enderezar precisamente en un partido especial como siempre es un derbi.

Y es que el último Sevilla-Betis dejó muy tocado al preparador madrileño. Después de perder extrañamente en Getafe un partido que se ponía de cara con un gol de Negredo, aquel 5-1 ante su ex equipo en el Coliseum Alfonso Pérez y la posterior derrota en el Sánchez-Pizjuán frente al eterno rival con los dos goles de falta de Beñat que dejaron ya sin opciones europeas al equipo retrasaron su renovación como entrenador del Sevilla, un proceso que se le hizo interminable a un Míchel que trazó entonces aquella cruzada contra los que trataban de moverle la silla, como él mismo reconoció después. El derbi es un termómetro que ilustra con gran fiabilidad el estado de ánimo de una afición que se deja llevar con suma facilidad por los sentimientos y hasta que no llegó el espaldarazo oficial de Del Nido, anunciando que seguiría al frente del equipo en la presente campaña, el derbi fue una losa para el madrileño.

Ahora, en parte, se repite la historia y en parte no. Míchel sabe que el club no toma decisiones a la carrera y que una victoria del Betis no precipitaría absolutamente nada con respecto a su cargo y el de sus ayudantes, pero sí que minaría enormemente su crédito y eso sí sería preocupante.

El Sevilla no puede alargar más la negativa racha que acumula desde que perdió ante el Barcelona en Nervión la noche que Mateu Lahoz se erigió en nefasto protagonista. Cuatro puntos en seis jornadas es un balance muy pobre y no sumar tres puntos en la séptima y ante el eterno rival provocaría que un halo de dramatismo se propagara entre la afición y que en el club empezara a reinar la inquietud. El Sevilla, clasificado actualmente en mitad de la tabla, no puede permitirse bajar más del décimo puesto, aunque en esta jornada los enfrentamientos ante Barcelona y Real Madrid de quienes lo siguen en la tabla, Zaragoza y Athletic, se convierten en un aliado de los blancos en ese aspecto.

Otro dato que tiene su importancia es la distancia con que el Betis aventaja en la clasificación al Sevilla. Si esos cuatro puntos se fueran a siete, la hinchada empezaría a cuestionar al que sería ya el entrenador con peores números en el Sevilla de la era Del Nido.

Evidentemente, nada de eso quiere Míchel, pero también es cierto que existe cierto convencimiento, tanto por parte de los que mandan como de la afición, de que los males están en la plantilla y no en el cuerpo técnico. La filosofía, después de cometer errores con anteriores técnicos, es arropar y tener paciencia con el proyecto y el trabajo del entrenador.

Esa seguridad la tiene Míchel, pero, evidentemente, el madrileño no es tonto. Ganar un derbi es meterse a la afición en el bolsillo. Perderlo es enfriar esa relación y si encima ya ha salido derrotado en el primero que disputó, también en casa... El derbi del domingo no es un examen para Míchel, pero sí un excelente termómetro.

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