HORARIOS
Todos los Heraldos y Carteros Reales de Sevilla

La solidez trae goles (3-0)

La Crónica

El Sevilla, fiel al mandato de su presidente, derrota con claridad al Getafe bajo el parámetro de un equipo bien puesto. Los sevillistas no necesitaron hacer un gran juego para golear

La solidez trae goles (3-0)
Francisco José Ortega / Sevilla

05 de diciembre 2011 - 22:55

Primera goleada del Sevilla de Marcelino García Toral y, oh casualidad, llega bajo el dibujo del 4-3-3 que tanto demandaba la actual plantilla nervionense. Ni siquiera necesitaron los anfitriones realizar un fútbol notable para ello, les bastó con mantenerse en casi todo momento como un bloque sólido y con saber aguardar a que cayera la fruta por madura. Porque el Getafe, como muchos de los equipos del vagón de atrás de esta Liga, está lejos del nivel deseable para competir y es cuestión de manejar los tiempos del partido, algo que sí hicieron ayer los hombres que defendían la camiseta blanca.

El silogismo es fácil de plantear. El Sevilla tiene mejores jugadores que el rival, luego si éstos protegen sus espaldas de manera adecuada y ocupan mejor los terrenos, el triunfo les llegará de una manera o de otra. Así fue frente al Getafe y así debió haber sido tanto contra el Racing como frente al Granada, días en los que el Sevilla pecó de no manejar la situación en el segundo periodo como hubiera sido más conveniente para sus intereses. Porque en los tres encuentros, además, los blanquirrojos se habían marchado al intermedio con idéntico resultado, con un 1-0 a favor que es tal vez lo más complicado de conseguir cuando está enfrente este tipo de adversarios.

La diferencia, por tanto, estuvo esta vez en la manera de colocarse sobre el campo del Sevilla. Marcelino, al contrario de lo que muchos pregonaban, sí debió quedar satisfecho con buena parte de lo que vio en La Romareda, no todo por supuesto. De no ser así, no se entendería que volviera a repetir un equipo exactamente igual que el que saliera con el primer triunfo fuera de casa en Zaragoza. El retoque, ligero eso sí, estuvo en situar a los extremos algo más adelantados para que todo se escalonara con Rakitic y Trochowski como escoltas de un Medel al que le ahorran ahora muchos metros de carrera para tranquilidad de la pareja de centrales.

El planteamiento no está mal de partida y no hay más que comprobar que ha dejado réditos. Seis puntos consecutivos y, además, los tres de ayer contra un rival al que Carlos Bilardo, como todos los argentinos, calificaría de mufa por el hecho de haberse llevado el triunfo en sus tres visitas ligueras anteriores al Sánchez-Pizjuán. Esos precedentes, sin duda, inquietaban a todo aquel que sienta en sevillista, pero esta vez el Getafe se quedó en un arranque valiente para evaporarse como una gaseosa permanentemente abierta. En esa puesta de largo, los visitantes aprovecharon, una vez más, las imprecisiones del Sevilla en la salida del balón y hasta pudieron ponerse por delante en una jugada en la que se produjo una mano clarísima de Spahic dentro del área y que no acabó en gol después de varios rebotes por puro milagro.

Pero el Sevilla dejó de sufrir a partir de ese momento. Sin jugar bien al fútbol, si se entiende por ello dejar exquisiteces por el camino, sí estuvo bien plantado en el campo y su pareja de centrales, sobre todo Fazio, le mandó el mensaje al rival que poco tenía que hacer esta vez. El problema, sin embargo, es que este sistema de juego exige perfeccionar una serie de mecanismos y Marcelino aún debe estar en la fase inicial del trabajo de laboratorio.

Por ejemplo, con un delantero en el eje y los extremos muy abiertos a las bandas, lo fundamental son las rupturas desde atrás, que los propios hombres de banda, los centrocampistas de acompañamiento, en este caso Rakitic y Trochowski, e incluso los dos laterales sean capaces de sorprender al rival con sus llegadas sin marca desde atrás. Eso era fundamental para meterle el miedo en el cuerpo al Getafe y apenas se vio en la primera media hora del partido. Todo era tratar de mover la pelota con rapidez y sin fallos, y eso muchas veces conduce a no querer correr más riesgos de los debidos, es decir, al desplazamiento de lado a lado sin que el balón avance lo suficiente para inquietar a quien se dedica a presionar y a esperar su momento.

Son cuestiones, por tanto, a laborar en la carretera de Utrera para darle más salida a este nuevo sistema que sí proporciona la solidez de la que antes carecían los sevillistas. Y mientras llegan las buenas nuevas de estos factores para Marcelino, no está mal que los partidos vayan resolviéndose a través de cuestiones principalísimas del fútbol, como también lo es la buena ejecución de un lanzamiento a balón parado. Así fue poco después de la media hora inicial. Rakitic puso en juego un saque de esquina, Fazio se deshizo de su marcador dentro del área y conectó un cabezazo impecable en plancha a la red.

Basta con tan poco a veces en el fútbol... A partir de ahí se empiezan a producir una serie de circunstancias que conducen a que todo sea diferente. El Sevilla retrasó sus líneas sin ningún rubor y se colocó de tal manera que impidió cualquier acercamiento de un Getafe que ya comenzó a verlo todo muy cuesta arriba. Encima se lesionó Perotti en esa fase y eso posibilitaría después del intermedio que el sistema aún fuera más solvente. ¿Por qué? Fácil, porque Manu del Moral parte desde la banda para buscar siempre el medio y desde ahí hace daño con sus goles. Así llegó el segundo, tal vez la sentencia definitiva.

Pero había más, Kanoute salió de refresco por Negredo en los últimos veinte minutos y entonces creció hasta el juego combinativo de los nervionenses. Las paredes en corto comenzaron a llegar y de esa manera se ponía al compañero con ventaja. Kanoute, Jesús Navas y Manu del Moral pudieron aprovechar antes los pases de Rakitic, pero el 3-0 se hizo esperar hasta el final. El camino, el método, está trazado, ahora es cuestión de trabajarlo para mejorarlo. Pero con un seis de seis todo es más fácil.

10 Comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último

Así canta Jerez en Navidad | Crítica

Una cantera inagotable