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El síndrome de la ansiedad

sevilla | levante · Frente a Frente

Kone sale con una sonrisa de oreja a oreja del Sánchez-Pizjuán, donde nunca logró triunfar y donde Negredo pareció contagiarse del mal que viene lastrando al Sevilla

Negredo se duele de una entrada de Ballesteros, que durante la segunda mitad se le anticipó en varias ocasiones.
Eduardo Florido / Sevilla

22 de abril 2012 - 05:02

Cuando Kone llegó al Sevilla, en el verano de 2007, lo hizo a un equipo no campeón, sino supercampeón. Recién aterrizado como el fichaje más caro de la historia del club vio colmar de más plata las vitrinas de Nervión con el quinto título en apenas 15 meses, la Supercopa de España. Una semana después, la fulgurante trayectoria comenzó a torcerse con la trágica muerte de Puerta. Ya nada fue igual. Kone, el jugador de los 12 millones de euros, comenzó su triste deambular de inadaptación en un equipo que entró en un casi endémico síndrome de ansiedad. Ahora, liberado de ese mal por fin, sonríe y triunfa en el Levante. En junio quedará libre y firmará por el mejor postor, con el bagaje de 17 goles oficiales (apuesten por ello) en su definitiva eclosión en España. No marcará el gol 18 que lo ataría al club donde vivió un calvario.

Negredo llegó dos años después que Kone, en 2009, después de que éste se lesionara de gravedad por primera vez en un amistoso con Costa de Marfil en Francia, en agosto de 2008. La rodilla se le rompería otra vez en 2010, durante su cesión en el Hannover 96. El madrileño desbancó al marfileño como el fichaje más caro del Sevilla: 14 millones de euros. Pero pronto empezó a sufrir ese síndrome de la ansiedad que viene lastrando a un equipo, a un club, que nunca terminó de digerir aquel ciclo inigualable de éxitos. En su primer año, empezó como un tiro, pero luego decayó en la dura competencia con Luis Fabiano y también en su ansia por alcanzar el Mundial. Terminó ofuscado. El año pasado se reivindicó a lo grande marcando goles claves y convirtiéndose en el máximo goleador español de la Liga. Este curso ya suma 12 tantos en la Liga, y eso que sólo ha jugado 26 de las 34 jornadas por la reincidencia de las lesiones musculares. Desde su última lesión en febrero, que le impidió de nuevo acudir a la llamada de Del Bosque, ha sumado seis goles en seis partidos. No está nada mal. Pero ayer salió cabizbajo y queriendo matar a alguien mientras Kone sonreía ante las cámaras de televisión.

Las prisas, la ansiedad, el remar siempre contracorriente, el tener que nadar como el salmón río arriba superando escollos está condicionando no sólo el rendimiento de Negredo, que ayer falló un penalti que hubiese colocado al Sevilla en una inmejorable posición para el sprint final por Europa e incluso por la Champions. Pero, ay, como le pasó a Manu del Moral en varias ocasiones muy claras, hasta tres, se desenfocó ante la diana. En el minuto 87 tuvo la ocasión que todo delantero quiere para sí. Pero en la suerte suprema del penalti erró, lo tiró a media altura y centrado. Jesús Navas tampoco supo tener templaza en el rechazo.

Negredo había marcado con un zurriagazo, al igual que Kone haría después fusilando a Javi Varas. Fue el empate técnico entre los dos jugadores más caros de la historia del Sevilla. Pero uno salió sonriente y el otro con esa ofuscación que va comiendo por dentro a un equipo que vuelve a encontrarse como el salmón. Otra vez debe remontar el río. ¿Infortunio, ansiedad, presión? Un feo síndrome.

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