El estado de 'shock' seguía en un día de hospitales
Unai Emery, ajeno a todo el entuerto de Monchi, fue intervenido del menisco en el Sagrado Corazón.
Si ya el anuncio de la marcha de Monchi, en cualquier momento del año, podría haber sido traumática -en un sentido futbolístico y sentimental-, el momento elegido para anunciarla llegó con algunas circunstancias que le añadieron el carácter de inoportunidad. Muchos miembros del consejo de administración y del organigrama del club continuaban ayer, mientras se resolvía de un modo u otro el entuerto, en una especie de estado de shock. El hueco que podía dejar el director general deportivo era muy grande tanto en lo profesional como en lo personal, pues tiene fuertes vínculos amistosos con la cúpula del club y sus trabajadores, desde su equipo de colaboradores, de los que incluso se despidió por la mañana, hasta los ejecutivos del club de distinto grado, de los que también llegó a despedirse en persona.
A ese estado de incredulidad y de desazón se unió que fue una jornada de hospitales en el entorno del Sevilla. José Castro tenía que atender desde bien temprano la intervención quirúrgica de su hija, y ni siquiera pudo estar en ninguna de las reuniones que hubo en la larguísima jornada. Y Unai Emery fue intervenido en el Sagrado Corazón del menisco de su rodilla, que le venía dando problemas últimamente.
Emery, operado por la mañana por Daniel Cansino, jefe de los servicios médicos del club, y dado de alta por la tarde, estuvo al margen de todo, aunque obviamente conoció de primerísima mano todos los detalles de estos dos días de desconcierto en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Al final, el shock quedó en simple desazón.
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