Con el sello del ganador (0-2)

Liga Europa · Friburgo-Sevilla · la crónica

El Sevilla se mete en la segunda fase tras controlar todo el partido. El Friburgo fue un rival muy inferior.

Foto: Efe
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Francisco José Ortega

12 de diciembre 2013 - 23:03

El Sevilla tiene la faz del ganador definitivamente. Los hombres de Unai Emery, con el traje de pana y lejos de la suntuosidad de la seda, sumaron otro triunfo más, el quinto en seis partidos oficiales consecutivos, pues entre ellos estuvo el empate europeo contra el Estoril. Está claro que el método ha sido hallado por el hombre que tiene que mover los hilos desde el banquillo y habrá a quien le pueda gustar más o menos, porque la primera media hora de este jueves en Friburgo fue soporífera, por las dos partes por supuesto, pero al final de los partidos la sonrisa siempre está presente en los rostros de los sevillistas.

Porque, por muy perogrullesca que sea la afirmación, el fútbol consiste básicamente en marcar un gol más que el rival, en sumar un triunfo detrás de otro. Es lo único trascendente y a partir de ahí si los futbolistas tienen el nivel de los Messi, Xavi, Iniesta o Busquets para mover la pelota con rapidez y clase, pues mejor que mejor, quién se va a quejar de hacerlo de esa manera. Pero eso es realmente complicado, sobre todo juntar a esa constelación de estrellas en un mismo equipo, y por eso el Sevilla, este Sevilla de Emery, sí ha sabido adaptarse al medio por fin. Ahora es un conjunto tremendamente sólido, un grupo de futbolistas que saben cuáles son sus roles dentro del campo y que prefieren ser solidarios antes que mover la pelota camino de ninguna parte. Ésa fue la clave para el cero a dos que figuraba al finalizar el litigio en el estadio del Friburgo.

Pese al cabezazo inicial de Krmas, que obligó a Javi Varas a realizar una de sus tres o cuatro paradas brillantes del encuentro, el Sevilla supo dominar la situación en todo momento, incluso en esa primera media hora inicial en la que el fútbol fue, y permítase esa expresión, deplorable por parte y parte. Cierto que el Friburgo era un rival ordenado, que iba a la presión con un montón de futbolistas, cosa que también hacían los sevillistas, pero la conclusión final inducía a pensar que la distinción de colores era complicada para la mayor parte de los protagonistas.

Todo comenzaría a cambiar cuando Rakitic entendió que partir de mediapunta no es sinónimo de anclarse en esa posición. Lo fundamental es que la estrella sevillista tenga toda la libertad del mundo para partir desde donde sea más conveniente para el equipo en la seguridad de que siempre tendrá las espaldas cubiertas con dos piezas defensivas por detrás, en este caso Iborra, omnipresente durante todo el encuentro, y Cristóforo. Desde el momento en el que el suizo comenzó a permutar sus posiciones con el gigante valenciano todo varió y el Sevilla ganó en capacidad de sorpresa hacia el rival.

Bastó con que Perotti buscara un nuevo desborde, como ya había protagonizado un par de ellos por el centro, para que se viera claramente que esos cambios de roles son beneficiosos para el colectivo. El argentino se fue de manera brillante de su marcador por la banda izquierda e Iborra apareció en el lugar predestinado para Rakitic para conectar un certero zurdazo a la red. El Sevilla, sin hacer nada del otro mundo en cuanto a juego, se iba al intermedio con ventaja en el marcador a pesar del desgaste físico en la presión del Friburgo.

La segunda mitad tampoco ofreció un cambio considerable en el decorado de salida. El Sevilla sufría especialmente a balón parado, pero sólo en esa faceta, pues el resto era un quiero y no puedo por parte del Friburgo ante el orden que mantenían los peones vestidos de amarillo y negro. Cuando la fatiga comenzó a apoderarse del Friburgo, entonces apareció Emery para hacer cambios que fueron mejorando al funcionamiento general.

Primero ingresó Rusescu para aprovechar que estaba fresco ante la defensa rival; después entró Fazio para jugar con una defensa de tres centrales y disminuir exponencialmente los riesgos de los balones colgados; y, por último, Trochowski para darle descanso a Perotti y de esta manera garantizar aún más la salida del balón. El Sevilla debió acabar con aquello a través de Jairo y Perotti y lo hizo ya en la prolongación por la vía de Rusescu. Otro triunfo, uno más, para los nervionenses para evidenciar que la metamorfosis ordenada por Emery no ha podido ser más efectiva.

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