Con sangre en las venas (3-2)
Sevilla-Mallorca - La Crónica
El Sevilla demuestra que siente y padece y logra darle la vuelta al marcador ante un Mallorca que llegó a ponerse dos veces por delante. Negredo tiró de los suyos con un par de goles decisivos.
Triunfo sufrido para un Sevilla que ganó, otra vez, en autoestima al ser capaz de remontar al Mallorca, a un equipo de Joaquín Caparrós con todo lo que eso conlleva de dificultad, que se adelantó en dos ocasiones. Pero los hombres de Míchel, lejos de dar su brazo a torcer y, por qué no decirlo, de dejarse llevar por esos silbidos que empezaron a surgir en las gradas con el 1-2, demostraron que tienen sangre en las venas, que sienten y padecen, y se rebelaron contra las circunstancias. Hasta el punto de acabar el partido con una sonrisa de oreja a oreja y darle un valor tremendo a tres puntos que, a priori, eran considerados como una obligación.
Fue un partido, pues, con buenas noticias para la infantería nervionense, para ese sector mayoritario de aficionados entre los que cabría dudar en incluir a quienes gritaban en contra de la gestión presidencial cuando el choque estaba en su momento más complicado, en los últimos minutos y con las fuerzas justas para conservar el 3-2 en el marcador. Por supuesto que cada cual es libre de manifestar sus opiniones como le plazca, faltaría más, pero eso tal vez entre en contradicción con la pregonada fidelidad a una causa futbolística. Es un paréntesis dentro de la crónica global de los hechos acaecidos, aunque lo realmente trascendente sucedía sobre el césped y otra de las cuestiones a celebrar por los seguidores blanquirrojos es el retorno de un Perotti que llegara a convertirse en uno de los mejores activos de la plantilla nervionense.
Pero por encima de todas las cosas está el resultado registrado por Estrada Fernández en el acta al final del encuentro. Y éste tiene mucho que ver con un equipo que no dio su brazo a torcer antes de tiempo, pero también, en el debe, han de contabilizarse los regalos defensivos impropios de una plantilla de la máxima categoría del fútbol español. Porque el tanto que abrió el marcador para el Mallorca y puso todo cuesta arriba para el Sevilla entra de lleno en la galería de los desastres en la zona de atrás. Una falta inocua, una jugada que no debía ir más allá, deja de ser atendida colectivamente para que un futbolista balear le dé la pelota a quien, teóricamente, se dirigía a lanzarla y éste meta un pase en largo que pilla descolocadas a todas las piezas, desde el lateral derecho, el que más, al guardameta, pasando por el central, por el propio extremo diestro y también, por qué no decirlo, a un Rakitic que intentó presionar tímidamente a Giovani dos Santos cuando éste había lanzado el balón hacia el lateral Bigas.
Un verdadero desbarajuste que ni siquiera se podía creer Joaquín Caparrós. Era un jarro de agua helada para un Sevilla que había arrancado con mucho brío y con una presión sobre el rival bastante prometedora para los suyos. Los anfitriones, con Manu del Moral y Campaña en los puestos de los que se dudaba por las ausencias de Trochowski y Medel, apretaban muy arriba, les robaban el balón a los baleares y tuvieron ocasiones para haberse puesto por delante en el marcador. Las llegadas eran muchas, aunque no muy claras, si se exceptúa un mano a mano de Negredo con Aouate que salvó el guardameta al caerle el balón a la derecha del delantero sevillista.
Sin embargo, fue el Mallorca quien acertó en su primer acercamiento, o, mejor, fue el Sevilla quien le abrió todos los caminos, pues Bigas no necesitó siquiera disparar, le bastó con un control orientado del balón para superar a Palop en su alocada salida. El Sevilla se repondría pronto a ese primer mazazo y lo haría a través de un verdadero golazo de Negredo, que empaló con calidad una pelota rebotada. Otra vez tablas, pero el segundo despiste llegaría sin tiempo para saborearlo. Ahí hay más errores colectivos y también con cierto mérito del Mallorca, pero la consecuencia fue la misma, 1-2 y enfado generalizado.
No parecía fácil afrontar el segundo periodo cuando en el descanso se oteaba un horizonte negrísimo y cada entrenador planteaba una infinidad de cambios en el equipo sevillista. Míchel, afortunadamente, mantuvo la calma, ordenó a los suyos que movieran el balón con celeridad y percutieran una y otra vez por la derecha. Hasta que Cicinho empezó con su peculiar contrición por el error del 0-1. Primero le mandó un balón medido a la cabeza de Negredo, después empaló un duro disparo desde la frontal del área que entró tras rebotar en Maduro. El Sevilla había tirado de orgullo y ya sólo debía aguantar el marcador para volver a la senda del triunfo. Así fue, tampoco el Mallorca apretó en exceso y Míchel pudo respirar hondo. Los suyos tienen sangre en las venas, sienten y padecen.
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