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El robo de la marmota (3-2)

Barcelona-Sevilla

El Sevilla cae tras una excelente reacción justo en la vuelta de Trochowski y, como el día de su lesión, perjudicado por el árbitro Muñiz anuló un gol a Cala y el Barça ganó fuera de hora

Jesús Alba

14 de septiembre 2013 - 21:50

Barcelona/Si entraba dentro de la lógica o no, ése es un debate que da para muchas interpretaciones. El Sevilla perdió en el Camp Nou. Hasta ahí no hay mucho que decir y podía quedarse en ese simple y plano titular si todo llega a acabar como se estaba desarrollando hasta el minuto 90, justo en el que empató Coke en un córner lanzado por Rakitic. Podía incluso quedar como anécdota el gol legal anulado a Cala al comienzo de la segunda parte, pero lo que hizo que ya nada fuese igual fue la consecución del 3-2 anotado por Alexis cuando pasaban cuatro minutos del noventa y tras una jugada en la que Muñiz Fernández (ya levantaba recelos desde el día de su designación) no interpretó que Messi empujara a Alberto Moreno como había visto tan claramente que Cala había saltado encima de Daniel en el gol que no subió al marcador. O incluso, puestos a deshilachar, tampoco vio que Messi hiciera falta a Navarro en el 2-0.

El Sevilla se sentía otra vez asaltado ante el Barcelona y con la misma cara de tonto con que acabó el último encuentro oficial que jugó Trochowski antes de su reaparición ayer. Al futbolista alemán, que volvía a jugar después de un año de calvario de operaciones, fisioterapia y gimnasio, le parecería que disputaba el mismo partido en el que se lesionó, aquel 2-3 en Nervión en el que Mateu Lahoz expulsó a Medel por una polémica acción con Cesc y el Barça pasaba en unos segundos de morder el polvo a salir triunfador con otro gol de dudosa legalidad en el descuento.

El Sevilla pasó en el partido de anoche por diversas fases. Estuvo dominado, pero aguantando, con la sensación de que poco podía hacer para evitar la derrota cuando Messi hacía el 2-0, pero también con opciones de meterse, de creérselo y con un punto en el bolsillo de tremendo valor hasta ver cómo se lo arrebataban de las manos en un final intensísimo. Que si ya los ánimos estaban calientes por la decisión de Muñiz en el gol de Cala, acabó provocando un incendio en los banquillos.

Porque pocas veces se puede optar en el Camp Nou a poner contra las cuerdas al todopoderoso Barça. Y todo, a pesar de que el primer tiempo no hacía pensar que el final fuera ése. Aquí pasa lo de siempre. Todas las buenas intenciones que un equipo memoriza y mecaniza durante la semana se caen en la primera posesión del Barcelona. Se podía discutir si el Sevilla podía haber ajustado las piezas mejor, en particular en un centro del campo en el que Emery optó por dejar otra vez sentado a Iborra y hacer debutar a Cristóforo junto a M'bia. Probablemente, ante un equipo con jugadores como los que tiene el Barça, hubiera dado igual otra elección, pero en esa franja del campo se empezaba a formar el tornado azulgrana y el camerunés se veía desde el primer momento que iba en un seiscientos mientras le pasaban por al lado Ferraris como Neymar, Messi y compañía.

La otra parte del plan, por la inercia de las fichas del dominó, no había forma de que saliera en ese momento. Emery adelantó la posición de Rakitic para que se pegara todo lo posible a Gameiro en las cortas posesiones que les tocara gestionar a los sevillistas, pero éstas eran tan fugaces que apenas permitían tirar un simple desmarque o abrir una línea de pase. El gol del Barça se intuía que podía caer en cualquier momento y llegó en un despiste de Vitolo en la marca, casi el único borrón del canario en un partido en el que tuvo mucho que ver en la imagen del Sevilla en un escenario tan temido.

Pero a partir de ahí, todas las cosas se volvieron en contra de los blancos. O las volvieron. Emery en la segunda mitad decidió estirar al equipo sacrificando a un M'bia que se había ganado la expulsión (la única concesión de Muñiz al Sevilla) y el partido se fue abriendo a gusto de los de Emery. Antes del 2-0 de Messi llegó la incomprensible decisión de anular el golazo de cabeza de Cala, un golpe que no acusó el equipo blanco contagiado por las agallas de Vitolo y la cada vez más activa participación de Rakitic. El 2-1 parecía que no iba a ser más que un maquillaje, el premio a unas buenas intenciones y una imagen ambiciosa sin fruto final, como en la temporada pasada. Hasta que llegó el 2-2 de Coke en otro córner lanzado por el suizocroata. Entonces las caras de unos y otros cambiaban por completo, pero se repitió el final del duelo en el que hace un año se lesionaba Trochowski, al que le parecía vivir un eterno día de la marmota. O más bien el robo de la marmota.

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