Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Italia-España
Punto final a la aventura de España en esta Eurocopa de la diversidad geográfica. La selección de Luis Enrique se despidió en las semifinales en los lanzamientos desde el punto de penalti, justo como había llegado a este penúltimo compromiso, y lo hizo con la sensación de que los aficionados al fútbol pueden volver a estar orgullosos del combinado nacional que los representa. Pero el fútbol es así y no perdona los errores, Morata lo cometió otra vez desde los once metros, igual que antes Dani Olmo y Unai Simón sólo fue capaz de detener el lanzado en primer lugar por Locatelli.
El sabor, por tanto, no pudo ser más amargo en el histórico Wembley, donde España fue capaz de pelear de tú a tú durante los 120 minutos de juego, incluso tuvo más argumentos en la globalidad del litigio que sus adversarios, pero eso no vale de nada cuando no se convierte esa sensación de dominio en goles que puedan definir el marcador.
Porque tampoco sería justo otorgarle a la selección el triunfo a los puntos, los hombres de Mancini supieron explotar sus armas y optaron por otro estilo de fútbol, por darle la posesión del balón a los españoles y tratar de sorprender siempre con una gran velocidad. Por supuesto que eso pone en riesgo la tenencia de la pelota, pero Italia también tuvo algunos acercamientos peligrosos hasta Unai Simón y, no se olvide, llegó a colocarse por delante en el marcador con la definición perfecta de Chiesa en uno de las escasas opciones que se le presentaron.
Tampoco España tuvo muchas más, cierto es, pero sí fue capaz de reaccionar con los cambios introducidos por Luis Enrique y ya con Morata y Gerard Moreno una combinación del primero con Dani Olmo colocaba la paridad en el marcador. Todo era mucho más justo en esos momentos, tampoco se alteró nada en la prórroga, entre otras cosas porque ahí ya hubo más miedo que otra cosa por ambos bandos y todo se decidió en los lanzamientos desde el punto de penalti.
Dani Olmo no rubricó su gran partido como se merecía su actuación y Morata, sencillamente, vio demasiado grande en la portería a Donnarumma y no tuvo la sangre fría de la que pudo presumir con la pelota en movimiento para convertir el uno a uno.
Italia se convertía en la primera clasificada para la gran final de esta Eurocopa y España se podía ir a las vacaciones con la cabeza muy arriba después de haber ido de menos a más a lo largo de todo el certamen. Otra vez será, está claro, y habrá que esperar tres años más si no sucede algo grande en el Mundial de Qatar.
En el arranque del encuentro Luis Enrique iba a sorprender a todos con el planteamiento. Del Morata y diez más se pasaba a prescindir de una referencia en la delantera para tratar de complicarle la vida a los veteranos Bonucci y Chiellini. Oyarzabal entraba en el equipo para ubicarse en una banda junto a Ferran Torres mientras que Dani Olmo era el encargado de moverse entre líneas para que Italia se acercara en algunas fases a la esquizofrenia en la zona defensiva.
España, además, partía con Eric García en la zona derecha de la zaga y eso equivale a tener una sobredosis de medios centro realmente brillante. La selección, por tanto, eludía la presión de los italianos y provocaba que la escuadra de Mancini estuviera incómoda, que no supiera dónde tenía que presionar para tratar de mandar en el juego.
El dominio, la sensación de superioridad, pertenecía a la escuadra de Luis Enrique en ese arranque y sólo iba a faltar que se concretara en un gol, algo que pudo suceder muy pronto, cuando Pedri realizó un pase maravilloso hacia Oyarzabal y a éste sólo le faltó el control en su incorporación para haber tenido la opción de adelantar a los suyos.
No fue en esta ocasión, como tampoco en otra que se le presentó a Dani Olmo tras un rebote dentro del área italiana. Donnarumma impidió la ventaja española, algo que hubiera sido bastante justo a esas alturas del juego. Pero Italia no ha llegado hasta aquí por casualidad y también le iba a hacer daño al combinado nacional a través de la pareja que integraban en la izquierda Emerson e Insigne.
Unai Simón, muy valiente en sus salidas para achicar metros a los transalpinos, sufrió en un par de ocasiones. Afortunadamente, en la primera de ellas Barella no pudo llegar a disparar con el meta vasco fuera de su portería mientras que en la segunda el zapatazo del lateral izquierdo brasileño nacionalizado italiano se iba a la madera de la portería de España.
Todo estaba bastante equilibrado, tanto en las ocasiones como en el control del juego, más o menos como era previsible y uno de los factores decisivos, con tantos minutos acumulados, era el cansancio que pudieran tener en el cuerpo ambas escuadras con el paso de los minutos.
Tampoco se notó en exceso ese aspecto ni en el segundo acto ni en la prórroga, Italia se adelantó al aprovechar un balón perdido y España fue capaz de reaccionar con la perfecta definición de Morata. Como era previsible en las previas, todo fue tremendamente equilibrado y al final se decidió en la única suerte en la que no puede producirse un empate. Italia jugará el domingo en Wembley la final y España ya puede disfrutar de unas merecidas vacaciones, así es el fútbol y esta vez no fue ni justo ni injusto, fue lo que fue.
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