La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Objetivo, el Rey
Sevilla F.C.
La derrota tiene muchos padres, pero la del Sevilla en Praga dejó en evidencia la dirección técnica de Pablo Machín, que ya llevaba algunos meses haciendo aguas, especialmente a domicilio. Ni siquiera tras el gol de Mudo Vázquez supo el soriano domar la eliminatoria, hacerla morir lentamente.
Más allá de este último episodio, del que el Slavia sacó un premio quizás excesivo, a Machín le ha pasado factura su resistencia al cambio. Nunca ha accedido a negociar la homilía de los tres centrales. Y a su favor hay dos certezas: el sistema fue prolífico durante varios tramos de la temporada; y la plantilla tenía lagunas contra las que era difícil batallar.
Sin embargo, parece obvio que al soriano le ha faltado cintura para adaptarse a las circunstancias. Si bien a principios de curso, empujado por la pegada de Andre Silva y Ben Yedder, hizo hueco a dos delanteros puros, no ha sabido enfrentar otras carencias con la temporada más avanzada.
La persistencia en su propuesta, amiga del intercambio de golpes, condenó a los zagueros –a menudo endebles– y dejó al equipo desguarnecido en partidos importantes como el del Camp Nou. Nunca encontró un compañero a Banega en la medular. Pero tampoco demostró interés por el control. Y eso llevó al Sevilla a la perdición el jueves, en su competición, ante un rival netamente inferior.
Ni Navas ni Promes le dieron al equipo la entereza que necesitaba ante oponentes bravos. Y aunque por momentos el equipo generó muchísimo en la parcela ofensiva, siempre dejó a deber en la defensiva. Machín se empeñó en seguir siendo el de Gerona. Y a posteriori se puede decir que se equivocó.
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