Un reguero lila de ardillas y jirafas

Una parte de la hinchada de la Fiorentina anticipa su llegada a Sevilla con el objeto de presenciar el encuentro de ida de la semifinal y de hacer turismo por el centro histórico

Un reguero lila de ardillas y jirafas
Un reguero lila de ardillas y jirafas
Miguel Lasida Sevilla

07 de mayo 2015 - 05:02

Llegará el día en que una ardilla pueda cruzar el centro de Sevilla de punta a punta sin pisar el suelo, saltando de velador en velador. Será así más pronto que tarde. El monocultivo turístico, en cambio, es explotado desde bien antiguo en Florencia. La capital toscana, como es sabido, cuenta con una concentración de patrimonio artístico por metro cuadrado que llega a abrumar al visitante despistado. De tal grado puede ser el patatús que Stendhal, pionero en la cuestión turística en el siglo XIX, dio nombre al síndrome que denomina un estado de sobredosis estético tras visitar Florencia. No resulta extraño, por tanto, que apenas hubiera ayer ardillas o tiffosi en el piso del casco histórico hispalense. De ahí la pertinencia del vídeo promocional nervionense dirigido a los seguidores de la Fiorentina: hagan turismo. Disfruten de la ciudad, viene a decir el club sevillista, es lo único que disfrutarán del viaje.

Desde el otro bando no están tan seguros. "Es un partido abierto. Nada es seguro. Será como un Sevilla-Betis, un derbi lo llamáis aquí, ¿verdad?", responde Francesco aludiendo a la presencia del ex bético Joaquín en las huestes florentinas. Francesco andurrea por el Rectorado junto a un grupo de amigos. Llegaron de visita el martes. La anfitriona es Barbara, estudiante erasmus, natural de Florencia, que admite no estar demasiado interesada en el calcio, aunque sí se acomoda sin remilgos a esa castiza dialéctica del y tú mas. Castizo viene de casta y fue antes santo y seña sevillista que estigma podemita. "Creo que el vídeo es provocador, pero no me tengas en cuenta porque no entiendo de fútbol", explica esta florentina que presume de vivir junto al Arno, versión toscana pues de la calle Betis. Después del partido, el viernes -aseguran los muchachos ataviados del púrpura florentino-, irán a surfear a Tarifa.

La ola turística todavía no se ha hecho maremoto en la Alfalfa, donde Guillermo Pérez Villalta, pintor tarifeño, conversa con el galerista Félix Gómez (más de morerías que de morados). El surf del pintor gaditano va por otros derroteros. Letrado en colores, el tono lila le inspira a Pérez Villalta campos diversos. "El púrpura era el color de las túnicas de los emperadores romanos; sólo ellos podían usar ese color", explica desde el antiguo foro de la Híspalis romana. Aparte, el pintor relaciona el morado con el color de la piel de "la uva y de la remolacha", artefactos más propios de su inminente almuerzo -es la hora del yantar- que de una naturaleza muerta de ascendencias florentinas.

A unos pasos de la Alfalfa, a la estela del púrpura tiffoso, se arremolina un pequeño grupo de avanzada edad en la plaza de Salvador. Beppo es un jubilado entendidísimo de la historia de Florencia y de su equipo. El hombre no está para batallitas y prefiere tratar sobre los Medicis que del pimentón que aporta el vídeo sevillista al guiso de la eliminatoria. "Krychowiak saldrá mermado con su máscara. Eso es algo con el que partimos con ventaja", responde este septuagenario, al que no le preocupa el debate de la portería rojiblanca. "¿Beto o Sergio Rico? Lo importante es que los nuestros tiren a puerta", zanja el visitante antes de subrayar las ínfulas imperiales de Lorenzo de Medici. "Hasta una jirafa le trajeron cierta vez de África, que es como celebró Julio César una victoria en Egipto", relata antes de despedirse en dirección a la basílica.

Una jirafa es lo que habría que ser para poder divisar a los seguidores florentinos por la zona monumental de la ciudad. Pero ni jirafas ni ardillas, aquí no hay hincha que pise suelo turístico. Siempre hay excepciones: dos familias llegadas de Florencia esperan mesa en uno de los veladores de la calle Santa Teresa: el vino de Jerez y la cerveza lugareña no son más que paliativos. Entre el olor a protector solar y el atuendo del paisanaje, el barrio de Santa Cruz recuerda más a una playa que a la reconstrucción de un barrio sevillano. Puro costumbrismo. "La pelota es redonda", advierte Amedeo en relación a lo imprevisible del resultado del encuentro de esta tarde. Llegaron de Florencia el domingo y llevan ya unos días, por si acaso, siguiendo las recomendaciones del vídeo promocional del club sevillista. Disfruten Sevilla. Luca, que departe con Amedeo mientras el camarero les arma una mesa, sí da como favorito al Sevilla, aunque no deja de señalar una supuesta justicia poética al referirse al pase de la Fiorentina a la final de Varsovia. "Pertenecemos a la Peña Settebello, la más antigua de Italia, y este año cumplimos 50 años. Está claro que nos merecemos el título", dice un Luca que viste de morado y lo luce como un lirio. Anna, su hija, revolotea entre las piernas de sus progenitores como una ardilla. Es la única que pisaba suelo ayer.

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