Un reflejo de su banquillo

El cuadro verdiblanco mantiene la fe en su identidad hasta el final y halla premio El despliegue físico del conjunto nivela la inferioridad

Los jugadores béticos celebran el 2-0 de Rubén Castro, que coincide con el final del partido.
Los jugadores béticos celebran el 2-0 de Rubén Castro, que coincide con el final del partido.

07 de marzo 2016 - 05:02

Por muchas circunstancias, algunas que aparecerán en estas líneas y otras que necesitarían una explicación añadida que se escapa de este espacio, el Betis no está para demasiadas florituras en su juego. Merino, más estajanovista que esteta como futbolista y también como entrenador, así lo ha entendido desde el principio y su mensaje ha calado en la plantilla bética.

El triunfo ante el Granada fue el de la fe en el mensaje. Sin clarividencia en las acciones de ataque, ni siquiera con el cambio táctico a la media hora con la entrada de Jorge Molina por Cejudo, los verdiblancos realizaron la lectura correcta cuando el equipo se quedó en inferioridad por la expulsión de Vargas. La camiseta verde y rosa se transformó en un mono de trabajo. Rubén Castro, al que el mismo Merino le pedía trabajo defensivo hace unos días, se exprimió casi como lateral izquierdo para ayudar a Petros en esa posición en la que actuó por obligación tras la roja al peruano. Musonda, eléctrico y brillante con la pelota, se juntó al omnipresente N'Diaye para cerrar los espacios interiores, demostrando una implicación defensiva impropia de un joven recién llegado a la élite. Pezzella y Bruno, cada vez más compenetrados en el reparto de tareas para favorecer las cualidades de cada uno, despejaban todo lo que aparecía en el área bética e incluso el tinerfeño se jugaba la cabeza -su frente lucía varios arañazos al finalizar el partido tras el impacto de la bota de Barral- para despejar el balón.

Merino ha insuflado a sus jugadores esos mismos atributos que él exhibió como jugador. Con esa base de solidaridad en el esfuerzo, el Betis esconde esas múltiples carencias de una deficiente planificación. Desde Adán, otra vez decisivo para meter el guante en la mejor ocasión rival, hasta Rubén Castro, listo para anotar de falta con la presencia de un jugador de campo como portero, en cada línea del cuadro verdiblanco destaca un jugador que ya estaba en la plantilla del pasado año. Con Musonda, eso sí, el Betis ha encontrando esa velocidad que tanto demandó desde el pasado verano, con lo que el belga se ha convertido en el complemento perfecto.

Cuando las dudas aparecían en el horizonte, Merino demostró confianza en su mensaje. "El equipo me desprende buenas sensaciones", comentaba el linense tras las igualadas ante Sporting y Rayo, que habían dejado un sabor amargo en la parroquia bética. En apenas cuatro días, el Betis de Merino ha transformado esa incertidumbre en fortaleza, con dos triunfos consecutivos ante rivales directos que despejan el panorama.

El calendario se empina para el cuadro verdiblanco, sobre todo lejos de Heliópolis, donde visitará a Athletic, Atlético, Celta y Sevilla de manera consecutiva, por lo que los seis puntos sumados siven para afrontar cada encuentro desde otra perspectiva. Más allá de lo acumulado en el casillero, Merino ha cambiado las sensaciones del equipo, que sólo ha perdido un encuentro en la segunda vuelta. A las limitaciones de la plantilla, el técnico le ha aplicado su libreto, y ayer, otra vez, el Betis fue un reflejo de su entrenador.

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