El récord y el aburrido vértigo

Los nueve triunfos seguidos en la Liga contrastan con la imagen poco atractiva de darle el campo al rival.

Eduardo Florido Sevilla

18 de enero 2016 - 05:02

La web oficial del Sevilla anunció, poco después de que terminara el partido ante el Málaga, un récord curioso. El equipo de Unai Emery logró la novena victoria consecutiva en el Ramón Sánchez-Pizjuán, superando los ocho seguidos que estaban vigentes en el estadio nervionense desde la primera vuelta de la temporada 06-07. Sin embargo, el récord dejó un poso agridulce por cómo el Sevilla se dejó dominar hasta terminar pidiendo la hora. Quizá en el club sean conscientes de que el juego vertical y efectivo con el que Emery ha sumado otro registro histórico no termine de convencer al aficionado, que acude ilusionado con ver un buen espectáculo, con asistir por fin a la irrupción de un Sevilla más estético que resultadista, en consonancia con lo que considera una plantilla de relumbrón. Pero la realidad es que el hito está ahí.

Desde los tiempos del viejo Nervión no conseguía el Sevilla satisfacer con tantas victorias seguidas a su fiel parroquia. Sin embargo, la forma en la que han llegado los dos últimos triunfos ligueros, con dos contrincantes fuertes y entusiastas que no se rindieron hasta que el árbitro pitó y que llegaron a impedir que el equipo de Emery desplegara un juego más efectista, hace preguntarse al socio si se debe conformar sólo con el resultado. Ante el Málaga, el gol de Charles y la expulsión de Iborra le dieron al tramo final una emoción quizá innecesaria, porque se tradujo únicamente en sufrimiento e incertidumbre, aunque bien es cierto que Sergio Rico tuvo que intervenir muy poco, al igual que el día del Athletic. De hecho, encajó el primer gol en los últimos cinco partidos en casa. En medio de estos dos partidos ligueros, la Copa sí puso ese punto de espectáculo con una goleada sin pisar a fondo ante un Betis roto, algo que celebró con enorme sarcasmo el aficionado sevillista, en consonancia con el cainismo del derbi.

El técnico fuenterrabiense siempre ha estado en el centro de los debates por la estética de su juego. Y ahora, más aún, justo cuando acaba de batir un nuevo récord que sumar a su listado de marcas. En su currículum ya presumía de ser el técnico de la primera vuelta con más puntos, 39, y de la Liga con más puntos, 76, amén de haber tenido invicto en el campeonato liguero al Sevilla durante más de un año en el Sánchez-Pizjuán, desde el 9 de febrero de 2014, en el que cayó ante el Barcelona (1-4) y el 2 de mayo de 2015, ante el Madrid (2-3): 15 meses casi... Ahora abre un nuevo capítulo para seguir sumando muescas.

Detrás de este runrún de disconformidad que la exigente grada sevillista ha puesto de trasfondo al nuevo récord está la búsqueda de un modelo de juego que está llegando a su punto de madurez, aunque todavía le faltan matices para llegar a la excelencia que, por ejemplo, mostró al final de la temporada pasada, tanto en la Liga como en la Liga Europa. Con Gameiro convertido en la referencia goleadora tras su semana mágica, Emery está acentuando la base táctica sobre la idea de darle metros al rival, atraerlo hacia el tercio inferior del campo y romperlo con rapidísimas y verticales combinaciones por abajo o con largos desplazamientos y cambios de orientación. Así llegaron los goles ante el Málaga, partido en el que le dio continuidad a la idea esbozada frente al Athletic. La irrupción de Cristóforo y el estado de forma de Gameiro robustecen esta idea, pues son dos jugadores verticales y dinámicos con los que Emery puede darle una vuelta más de tuerca a su filosofía de que el balón trace líneas rectas rápidamente y no sea sobado en exceso en las zonas de transición. El Sevilla, aunque parezca lo contrario, tuvo bastante más posesión que el Málaga, un 54% frente a un 46%, sin embargo eso fue más producto de las combinaciones en defensa que de la presencia en campo del contrario. Porque una vez que el balón pasa de la medular, el Sevilla lo maneja con velocidad de vértigo, lo que produce cortas posesiones y muchas pérdidas... y con éstas, el hastío del aficionado siempre que cada jugada no concluya en gol.

Con esa arriesgada apuesta, el Sevilla fue mucho más efectivo que el Málaga. Sólo realizó 8 disparos frente a los 14 del Málaga, pero cuatro fueron a puerta y dos terminaron en gol, frente a los escasos tres, uno de ellos gol, del rival. Sergio Rico apenas intervino para blocar centros lejanos. Pero la sensación de dominio y la incapacidad de salir con aseo se hizo patente con el paso de los minutos, cuando el cansancio de Banega y el riesgo de que Cristórofo viera la segunda amarilla condicionaron la estructura del equipo. Curiosamente, esta apuesta por jugar a la contra le está fallando fuera de casa, donde la posesión se vuelve más lenta y estéril. Y será a domicilio donde el Sevilla se juegue su destino europeo a partir de ya.

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