Rafa Nadal, un 'winner' de Sevilla a París
La gran leyenda española hizo prácticas en el Tenis Betis, se licenció en la Copa Davis de 2004 ante EEUU y se doctoró cum laude en la Cartuja ante Argentina siete años después
Rafael Nadal anuncia su retirada
Sevilla/Sevilla, la cuna del jugador número 12, una ciudad que respira españolidad por todos los poros de su vetusta piel, siente y llora especialmente la retirada del mejor embajador del país y sus valores en este siglo XXI, Rafael Nadal Parera. En la ciudad que un día llegó a ser la metrópolis que dominó el mundo, el tenista se doctoró antes de dominar el planeta tenis y atizar el orgullo patrio con sus gestas sin parangón. El primer plano de Nadal con los ojos llorosos oyendo el himno español en la Philippe Chatrier queda tatuado en la memoria colectiva de la nación. Es momento de que el tiempo mida su colosal figura, que un día, quién lo diría, fue tierna y huesuda.
Así, tierno y huesudo, llegó Nadal al Tenis Betis en septiembre de 2001, siendo un zagal de 15 años.
Ese becario retornó tres años después al lugar donde tan feliz fue con sus prácticas. A una ciudad que terminó de entrar en su corazón de león a finales de 2004, en la final de la Copa Davis. Por entonces, el manacorí ya estaba a punto de entrar entre los 50 mejores de la ATP. El 15 de agosto de ese 2004, con 18 años, 2 meses y 11 días, había derrotado al argentino José Acasuso por 6-3 y 6-4 en la final del torneo de Sopot, Polonia. Seguía devorando récords de precocidad y los capitanes del equipo español de la Davis, Jordi Arrese, Josep Perlas y Juan Avendaño, no esperaron y le dieron la responsabilidad de jugar los partidos individuales en la pugna final por la Ensaladera de Plata ante Estados Unidos en el Estadio de la Cartuja.
La gran final se anunciaba para los días 3, 4 y 5 de diciembre. Y mientras las autoridades políticas buscaban una cubierta para terminar de acondicionar las instalaciones del gran coliseo cartujano, Nadal acudía a la capital a jugar el Masters de Madrid, a finales de 2004. Allí proseguiría en su frenética aventura de ganarle tiempo al tiempo. Pero en su mente, ya latía la primera gran cita internacional de su emergente carrera. La legendaria Copa Davis. Tres años antes, España la conquistó por vez primera ante Australia en Barcelona.
Ante 26.000 personas
Y Nadal contaba los días para esa magna cita en Sevilla. Jamás había jugado ante 26.000 personas, por supuesto que no... “Estoy seguro de que el público sevillano, y español en general, nos echará una mano y que todo irá bien. El público andaluz siempre ha sido muy apasionado con las selecciones nacionales, les vamos a necesitar”, declaraba en una entrevista a Diario de Sevilla a cinco semanas de la final.
“Con este público te sientes más respaldado cuando fallas un punto, no paran de animarte. Así es más difícil que pierdas la confianza y te vengas abajo...”, declaraba un chico que, entonces, en 2004, ya anticipaba que “la confianza es un 80 por ciento en el tenis”.
Y Nadal no se vino abajo en su estreno en la gran final sevillana ante uno de los mejores jugadores del momento, Andy Roddick. El norteamericano tiene el quinto saque más potente de la historia del tenis: a 249 kilómetros por hora viajó esa bola. El bombardero de Omaha había echado de la pista de Flushing Meadows al imberbe manacorí en la segunda ronda del US Open: 6-0, 6-3 y 6-4. Pero unos meses más bastaron para que Nadal derrotara a Roddick en la tierra batida sevillana. Era el segundo punto de la final. Carlos Moyà ya había vencido a Mardy Fish y aunque Nadal acusó la presión en la primera manga, canalizó toda la energía que manaba de la grada y su calidad innata hizo el resto: 6-7, 6-2, 7-6 y 6-2.
Juan Carlos Ferrero y Tommy Robredo perdieron el tercer punto. Los hermanos Bryan eran inasequibles en el doble. Pero en la jornada final, Carlos Moyà agarró el punto que daba el título al derrotar también a Andy Roddick.
No hizo falta que Nadal jugara el quinto punto. Ese día gastó sus fuerzas en la fiesta de celebración, en una discoteca de la calle Betis, junto al resto del equipo español. Allí se dejó ir en volandas. Allí bailó en el escenario, desmelenado, como el chaval de 18 años que era.
En Sevilla paladeó por vez primera el sabor de la gloria. Y su hambre insaciable hizo el resto: seis meses después, se coronó por primera vez en París ante el argentino Mariano Puerta. Antes, en semifinales, coprotagonizó el capítulo piloto de la más hermosa serie rodada con una raqueta en la mano: Nadal-Federer, la sublimación del tenis.
Siete años después de aquella precoz licenciatura, Nadal retornaba a la Cartuja investido de gran figura del deporte. Del 2 al 4 de diciembre aguardaba Argentina. España buscaba su quinta Ensaladera en once años. El balear era el gran orgullo español, pero su dimensión trascendía al país: en 2009 llegó al número 1 con 23 años y volvía a Sevilla con diez grandes en su palmarés. El último, su primer US Open, meses antes, para completar el póquer.
Nadal laminó a Juan Mónaco en el partido que abría la final (6-1, 6-1 y 6-2) y en la tercera jornada, con 2-1 a favor de la Armada, sumó el cuarto y definitivo punto en un inolvidable duelo ante Juan Martín del Potro: 1-6, 6-4, 6-1 y 7-6. El 7-0 del último tie break concentró el magisterio único que el héroe ha brindado al compás de este siglo: 90 títulos, 63 en tierra batida, 985 victorias, 22 títulos de Grand Slam y el dominio más rotundo visto en el deporte de alto nivel con sus 14 títulos en Roland Garros. Sí, el insolente quinceañero que asombró al Tenis Betis hizo sonar catorce veces el himno español en París. Las lágrimas que derramó esas catorce tardes son las que hoy derrama España. Y el mundo del tenis.
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