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Un quiero y no puedo

SUPERCOPA DE ESPAÑA

El Sevilla creó en los cinco minutos iniciales más ocasiones de gol que en los dos partidos anteriores, pero no acertó ni de penalti. El Barcelona se limitó a aprovechar las facilidades.

Correa, uno de los sevillistas más destacados en el primer periodo, intenta controlar un balón ante su compatriota Mascherano.
Francisco José Ortega

18 de agosto 2016 - 05:02

Exhibición de voluntad inútil por parte del Sevilla. El cuadro de Jorge Sampaoli volvió a mostrarse ambicioso y esta vez incluso tuvo ocasiones para haber marcado, hasta un penalti, pero no fue capaz de hacerle daño al Barcelona. Todo lo contrario que los azulgrana, que sí aprovecharon las facilidades atrás de los nervionenses para imponerse con cierta comodidad. Fue el tradicional ejercicio del quiero y no puedo por parte del débil ante un rival superior con todo hecho.

Mitad por obligación, mitad por devoción, Sampaoli fue fiel a esas ideas futbolísticas que tanto pregona. Nada de plantear un partido con la intención de protegerse para salir después en alguna ocasión que pudiera presentársele al Sevilla, sino todo lo contrario. El cuadro nervionense partió con sólo tres zagueros, uno de ellos Iborra además, mientras que las bandas las ocupaban Mariano y Sarabia. Ninguno de ellos puede ser catalogado como laterales por el trabajo que desempeñaban, hasta en fases defensivas rara vez estaban en línea con sus tres compañeros del medio y siempre buscaban más las salidas hacia arriba que proteger la meta de Sergio Rico.

Mucho más osado incluso que todo lo anterior era la posición de Ganso como libélula en el medio del campo, con libertad absoluta, pero como teórico medio centro en el dibujo de posiciones que tanto pregonan los miembros del cuerpo técnico. Además, más arriba tampoco existía un trabajo excesivo con Correa y Konoplyanka por detrás de Ben Yedder, aunque tanto el argentino como el francés sí se vaciaron para colaborar con todo el equipo en las tareas más ingratas.

El problema es que con semejantes peones cualquier balón controlado por el Barcelona en esas zonas de construcción, en un Camp Nou que es un verdadero latifundio, además, se convertía en un verdadero martirio para los tres hombres más retrasados. Y eso se convertiría en un verdadero lastre para el Sevilla después del prometedor inicio protagonizado por los hombres de Sampaoli, que fueron capaces de crear tres o cuatro ocasiones para haber marcado en los cinco primeros minutos. Infinitamente más de lo ofrecido en el primer asalto de esta Supercopa de España, sí una Supercopa y no uno de los antiguos trofeos de verano que ahora la Liga de Fútbol Profesional ha transformado en bolos por medio mundo.

Pero ni Ben Yedder, en dos oportunidades, ni Ganso fueron capaces de acertar, como tampoco lo hizo Mascherano cuando le dio un buen susto a Claudio Bravo. Claro que no es lo mismo cuando las facilidades para recibir en los tres cuartos de su campo se las otorgan a Leo Messi. El argentino recibió, oteó el horizonte, nadie lo hostigó, como era previsible, y le sirvió el gol en bandeja a Arda Turan. Uno a cero y el ímpetu inicial se esfumaba como el gas de una bebida carbónica. El Sevilla ya estaba tres goles por debajo y absolutamente nadie daba un solo euro por él, es más, lo previsible era una goleada cuando se veía la laxitud del centro del campo encabezado por Ganso.

Sin embargo, ese padecimiento no se vería reflejado en el marcador por parte de un Barcelona que tal vez jugara mucho más cómodo incluso que uno de sus tradicionales rondos de entrenamientos. Y el Sevilla, guiado por el espíritu de Correa, Sarabia y Ben Yedder fue capaz de irse arriba, sobre todos después de que el argentino sacara un penalti por manos de Umtiti. Oportunidad para abrir siquiera la espita de la esperanza para los seguidores nervionenses, pero ocurre entonces una cosa rarísima. Con Konoplyanka en el campo, hasta ahora encargado de lanzar desde los once metros, es Iborra quien coge la responsabilidad y su disparo se estrella en Claudio Bravo.

Nuevo mazazo para el Sevilla en su deseo por meterse de lleno en la eliminatoria. Pero no sería la última opción para empatar en ese tramo inicial. Una llegada con muchos elementos en un centro de Mariano acabó con Mercado cabeceando al larguero. El cuadro de Sampaoli había hecho infinitamente más que en el primer encuentro de los dos, pero se iba por debajo en el marcador y, además, vivía el canto del cisne en lo referente a sus opciones de hacer algo.

Porque no más volver del descanso uno de esos balones perdidos en el centro del campo en un mal pase de Konoplyanka a Kranevitter se tradujo en un remate bombeado de Arda Turan. Punto final y a los blancos ya sólo les quedaba recitar todas las plegarias conocidas, y alguna más, para no ser humillados en esta visita al Camp Nou. Los ruegos no debieron servirles de mucho, sin embargo, pues Sergio Rico tardó poco en volver a la red para recoger un balón tras un cabezazo bombeado de Messi ante el que pudo hacer muchísimo más.

El partido ya estaba finiquitado y al Sevilla sólo le podía valer aquello para seguir ajustando las piezas con vistas a un futuro en el que no siempre van a estar el Barcelona o el Real Madrid. Si alguien esperaba que las ideas de Sampaoli le serviría para dar un paso diferente hacia esa galaxia, deberá aguardar un poquito más. De momento, el ideario del argentino deberá entrar en balance positivo, es decir, conseguir triunfos, sean como sean por mucho que a él le disguste.

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