Mucho poder, poca pasión: dudas tras el adiós a Samaranch

Era indiscutiblemente respetado, pero tras el adiós que le brindó el jueves Barcelona, la duda es hasta qué punto Juan Antonio Samaranch era querido. Si es por Arantxa Sánchez Vicario, no hay dudas: ella quería a Samaranch, fallecido el miércoles a los 89 años. "Era un gran amigo, me ha querido mucho, y yo le he querido mucho a él", dijo emocionada la ex número uno del tenis mundial sobre el hombre que el 17 de octubre de 1986 conmovió a todo un país con una frase, aquella de que los Juegos Olímpicos de 1992 iban "a la ville de Barcelona".

Arcadi Espada, biógrafo del ex presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), ve las cosas diferentes a Sánchez. "Samaranch no era popular, era un profesional del poder", dijo el autor, junto a Jaume Boix, de Samaranch, el deporte del poder. "No es como si se hubiese muerto un futbolista", ilustró Espada en la tarde del jueves, mientras observaba desde las escalinatas frente a la Catedral de Barcelona el trasiego de invitados y figuras de renombre que se despedían de la familia Samaranch.

La ausencia del jefe de Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, llamó la atención tras un día en el que por Barcelona desfiló la Familia Real española en pleno, todo el poder político catalán y Mariano Rajoy, así como una docena de miembros del COI. "Me asombró la pobre representación del gobierno español para el funeral del español más importante desde Felipe II", destacó Espada. "Sólo dos ministros, y porque son catalanes".

El adiós a Samaranch, que inició su carrera político-deportiva como destacado exponente del franquismo, ideología de la que nunca abjuró, dejó una impresión de coherencia: fue básicamente el poder el que despidió al poderoso. Le decían adiós, en definitiva, a uno de los suyos. La afluencia de ciudadanos fue bastante limitada. No hubo masas dolientes, sólo un par de miles de respetuosos admiradores, la mayoría adultos o de edad avanzada, que acudieron a su capilla ardiente a despedirlo con sus trofeos y sus recuerdos o siguieron el trayecto del féretro por las estrechas calles del centro de Barcelona.

La televisión catalana, que ofreció por la mañana los actos previos a la capilla ardiente, ignoró el funeral por la tarde, mientras que las juventudes de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) consideraron "una vergüenza" que se honrara a Samaranch en el Palacio de la Generalitat, sede del gobierno regional catalán. "¿La TV no lo mostró?", preguntó Espada sorprendido. "Es perfectamente coherente con lo que digo", agregó el periodista y escritor, que resumió críticamente el funeral. "Fue un acto pobre, muy institucional, propio de la mediocridad reinante". "En Francia, Estados Unidos o Inglaterra habría sido muy diferente", añadió.

Juan Antonio Samaranch (hijo) vivió las cosas, lógicamente, de otra manera. "En la iglesia creo que fue muy emocionante, el apoyo de las instituciones, empezando por la Casa Real, que se ha volcado en el acto de la memoria de mi padre", destacó. "Fue una ceremonia muy formal, muy bonita, muy completa, muy realzada por tanta gente y la grandísima sorpresa de que en menos de 24 horas vinieran tantos miembros del COI", añadió.

Samaranch padre, astuto y coherente con su vida, eligió la que fue su protección durante toda su existencia: el deporte, los deportistas. Fue así que, tiempo antes de su muerte, ya había dejado escrito que, el día de su funeral, fueran los deportistas los que llevaran su féretro. "Fue una alegría haber podido llevar el féretro. No me lo había dicho", aseguró Arantxa Sánchez, una de los 33 deportistas elegidos para acompañar a un hombre que, hasta el último instante, manejó su poder y su imagen con incomparable inteligencia.