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Un partido para resumir una Liga (0-0)

Málaga-sevilla

El Sevilla vuelve a plasmar en Málaga su inocencia como visitante y se aleja a 5 puntos de Europa con 9 por delante. Negredo no marcó esta vez y el gol se convirtió en una utopía, sobre todo con las sustituciones.

Juan Antonio Solís

12 de mayo 2013 - 22:55

Sevilla/El Sevilla resumió en 90 minutos de pura inocencia lo que ha sido como visitante en su decepcionante Liga. Acabó el partido, pescó en Málaga un punto con regusto amargo, otro más, pero la imagen del encuentro, el vívido reflejo de lo que hoy es este Sevilla cogidito con alfileres, apareció cuando se había consumido una hora de juego. Perotti, que jugó unos minutos como suplente durante cuatro partidos seguidos hasta recuperar los galones de titular la jornada anterior ante el Espanyol, ya no daba más de sí en La Rosaleda. Él, sólo él, había sido capaz de horadar la tupida red de Pellegrini. Nadie más de los que vestían de encarnado fue capaz de hallar caminos hasta Kameni. Pero el fondo físico del bravo atacante argentino da hoy para lo que da.

Y con la marcha de Perotti, quedó retratado lo que hoy es el Sevilla. Por qué este Sevilla no es capaz de ser siquiera séptimo en esta Liga vulgar como ella sola en la que apenas ganan los aspirantes a lo mismo que él. Unai no tuvo más remedio que poner a Manu del Moral por el argentino. Y el Sevilla, lejos de apurar sus opciones de victoria, dio un paso atrás. Dejó escapar otra ocasión de ganar ante un Málaga que pide a gritos que acabe la temporada. El Sevilla dio otro paso corto y, si no lo remedia con un sprint final insospechado, seguramente será un paso insuficiente.

En casa, el Sevilla muerde con fe. Se siente un equipo poderoso, percute por las alas, hace daño de verdad y por eso gana mucho. Pero fuera hace falta carácter, mala uva. Si Negredo no está, las alternativas no aparecen. Y por eso, con el orden táctico y el buen trabajo defensivo -los mejores, junto a Perotti, fueron los centrales- no basta para ganar. Para empatar sí, y mucho. Pero no para vencer.

Emery es consciente de esas carencias ofensivas. Por eso se piensa tanto recurrir a Manu y a Babá. Porque el entrenador vasco pudo ponerlo en partidos precedentes que pedían un refresco ofensivo. Y no lo hizo. ¿Por qué? Porque nada cambia con Manu. Ni con Babá, que volvió a quedarse en el banquillo cuando el equipo rojo necesitaba un gol que lo enganchara de verdad a la lucha por la Liga Europa.

Ese gol no llegó, como sucedió en la última salida a Valladolid -o en Vallecas, por poner un ejemplo- y los sevillistas regresaron de nuevo con una sensación de vacío que sólo mitigan las matemáticas: tienen la séptima plaza, que defiende el Betis, a 5 puntos con 9 por disputar. Y las cuentas del club de Nervión pasan por ahí. ¿Que en junio el TAS mantiene al Málaga fuera de Europa y el octavo entra? Puede ser. O no. Emery lo recuerda siempre que puede a la prensa.

Fue echar a rodar el balón y el guión de tantas veces se fue ejecutando. Apareció el Sevilla con buen gusto, con propósito de combinar y bajar la pelota. De asociarse. Y de abrir los ataques por todo lo ancho del ataque. No empezó el Málaga con la habitual agresividad que el vecino costasoleño esgrime cada vez que el Sevilla comparece en La Rosaleda. Y sin ese punto de intensidad, le costó ajustar su presión a la salida del balón de los rojos. Coke y Jesús Navas se animaron a triangular hasta la línea de fondo. Y Perotti repetía esos escarceos por zonas interiores que tanto daño hicieron una semana antes al Espanyol.

El argentino, cuando abandona la cal, burla los corsés tácticos. Incluso la eficaz y tupida red que teje Pellegrini en sus equipos: Camacho e Iturra estaban más pendientes de Rakitic, Medel y Kondogbia, quienes por cierto han bajado su cuentarrevoluciones en esta recta final.

El dominio sevillista empezó a generar peligro. En el minuto 17, fue Perotti quien sirvió al corazón del área un balón que era medio gol con que alguno desviara de cabeza esa pelota tan tocada. Pero el receptor, el que debía desviar con su testa ese balón a la portería de Kameni, era Rakitic. Y el croata de origen serbio tiene la cabeza para inventar, para crear. No para golpear un objeto de cuero.

Esa jugada resume los males de este Sevilla que malogra en los últimos metros casi todo lo que gesta desde atrás: si Negredo no la mete, la noche se hace negrísima. Precisamente el vallecano, en el minuto 75, le dio a Rakitic la posibilidad de resarcirse de su primer fallo. Jesús Navas robó la pelota a Weligton, bombeó el balón al ariete de la selección y éste prolongó de cabeza al suizo, quien volvió a enviar la pelota fuera con Kameni entregado a su suerte.

En ese segundo cabezazo se le fue al Sevilla toda posibilidad de victoria. Y eso que la acción llegó cuando el Málaga dio el paso adelante, impulsado por una presión adelantada más ajustada y por el bajón físico de Kondogbia. El francés aguantó como pudo casi toda la segunda parte, cuando era evidente que el Sevilla necesitaba una inyección de vitaminas desde el banquillo. Al final, Emery dio entrada a Maduro... en el minuto 87. Otro reflejo de la confianza del entrenador en la profundidad de una plantilla que no parece dar para más.

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