Entre el orgullo y la melancolía
El palco
Castro lamenta haberse quedado tan cerca del título copero. Monchi, satisfecho por la imagen mostrada.
Como es habitual en las finales, el palco se convirtió en una merienda de negros: una multitud de personalidades e invitados de variado pelaje, lengua y procedencia. Claro está, uno de los protagonistas era Pepe Castro, máximo dirigente del Sevilla. "Me voy con la sensación de que ha sido una oportunidad perdida de ganarle al Barcelona la Copa del Rey", señaló el presidente, sumándose a lo percibido en un sector de la hinchada. "Esta vez salió cruz, pero esto tiene mucho mérito. Estoy muy orgulloso de esta plantilla, muy feliz por ellos. Lo que siento es una mezcla de tristeza por haber perdido y de felicidad por la actitud de los jugadores y técnicos en la final", declaró Castro, quien añadió que "hubo un momento en que pensamos en que nos podíamos llevar el título, pero no pudo ser. El equipo ha puesto sobre las cuerdas a todo un Barcelona. La calificación que le daría a la plantilla por la temporada es extraordinaria", concluyó el dirigente.
En la misma fila de Pepe Castro en el palco, los Jefes del Estado, don Felipe y doña Letizia, reyes de España, que celebraron (trabajando) el duodécimo aniversario de su boda, junto al resto de autoridades políticas y futbolísticas. Una cosa sí, alguien debió advertirle a Felipe VI de que el verde de la corbata no era quizá el color más idóneo en esta final.
Monchi, director deportivo, que andaba por allí, declaró sentirse "muy orgulloso" de los jugadores. "Las derrotas nunca son bienvenidas, pero ojalá fueran así todas", dijo.
A la presencia del alcalde de Sevilla, Juan Espadas, y de la presidenta de la Junta, Susana Díaz le siguió el lado catalán. Hubo entente, curiosamente, por la vía del gol de Jordi Alba: el saludo entre Alicia Sánchez-Camacho, presidenta del PP allá, y Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat.
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