¿Qué hay de nuevo, viejo? (6-0)

Liga europa

Mel recupera el dibujo que más le gusta para desarbolar al Jablonec con un Salva Sevilla erigido en líder desde una banda. Goleada y reivindicación colectiva de los futbolistas.

Foto: Antonio Pizarro
Foto: Antonio Pizarro
Javier Mérida

29 de agosto 2013 - 22:26

¿Qué hay de nuevo, viejo? Esta pregunta retórica, a modo de saludo, acuñada por Bugs Bunny hace ya tres cuartos de siglo, podría servir para describir el Betis que nos encontramos ayer en Heliópolis. Un Betis lleno de reminiscencias que recuperó el fútbol y el buen gusto frente a un rival que, bien es cierto, apenas se opuso a la plácida noche verdiblanca, que desembocó en una goleada búlgara y en una clasificación, ésta cantada de antemano cuando hace una semana, en Jablonec, quedó evidente la distancia real entre los oponentes pese al mejor juego del animoso equipo checo.

Pero ayer, ya incluso en la pizarra, el Betis causó muy buenas impresiones. Como se presumía ya en los papeles, Mel recuperó ese 4-4-2 asimétrico que acuñara en su primer año tras el nacimiento de Beñat y, como entonces, Salva Sevilla, fue el centrocampista que perdió sitio en el cogollo del césped para acostarse en una de las bandas, en este caso en la izquierda. Y al Betis, como siempre, este traje le sentó de maravilla.

El Jablonec no es nada, pero incluso se permitió el lujo de asomar amenazante. En los diez primeros minutos fue capaz de mostrar a la par sus virtudes y sus defectos. Fue un equipo valiente y vistoso, que trenzó un par de combinaciones y hasta se atrevió a presionar la salida del balón del Betis casi a los pies de Andersen. Pero, al tiempo, se veía a su central más retrasado casi en el bordel área propia...

Ante semejante desbarajuste táctico, con un once tan largo, jugando en desventaja y a domicilio, pronto se vio lo que iba a venir. Fueron apenas unos instantes, los que tardaron Xavi Torres y Matilla, ayer unos perfectos sosias de la pareja Iriney-Beñat que tanto juego dieron a Mel y a su Betis, en adelantar la línea de presión, en morder mínimamente y crear junto a Salva Sevilla, con el mirador instalado en la banda de Fondo, un mediocampo como el de antaño: sólido y solidario en la destrucción y en la presión y armado y elegante en la construcción.

El virgitano se empeñó en erigirse pronto en maestro de ceremonias y abusó de su clase ante los checos. Se llevó un balón de tacón, le hicieron falta pero siguió a trompicones favorecido por un buen árbitro y, tras recomponer la figura, dibujó el pase perfecto en absoluta ventaja para Rubén Castro. Minutos después, cuando pretendió algo similar con Jorge Molina, fue el central Benes quien se autogoléo para que la noche ya derivase en fiesta junto a La Palmera.

Media hora escasa y tiempo ya para las reivindicaciones. Salva Sevilla fue retirándose a sus cuarteles, aunque asomase de nuevo al final con ansias de sumarse a la goleada o filtrar otro pase magistral, y el protagonismo fue bañando a todo el Betis excepto a una defensa y un portero que apenas fueron exigidos. Fue el partido soñado, un brindis al primer toque y al fútbol colectivo y, principalmente, un motivo de enhorabuena para un técnico que vio cómo muchos futbolistas que le habían devuelto la camiseta la agarraron con fuerza en esta segunda oportunidad. ¡Qué lástima que Vadillo no estuviese para haberse inflado ante un Novak de dulce zurda al que Dios no ha llamado por los caminos la defensa!

No pudo exhibirse el puertorrealeño pero sí lo hizo Juanfran, quien recuperó el regate como extremo derecho y sirvió dos goles, uno en los cinco minutos de los inicios del segundo tiempo en los que actuó de extremo izquierdo y otro en el final de partido, cuando se desenvolvió como lateral por su banda natural.

Se subió al tren igualmente Xavi Torres, quien se fue agigantando al lado de un excelso Matilla al punto de pisar también la media luna del área y marcar el gol más espectacular de la noche. Había anotado también el toledano, con clase y con la tranquilidad ganada del que se sabe un futbolista nuevo. Y marcó también quien más lo necesitaba, Jorge Molina.

En los estertores, hasta Braian Rodríguez se sumó al convite. Midió bien los pasos el uruguayo para no adelantarse al pase de Juanfran y llegar justo para enganchar su derechazo con la fuerza máxima.

Y disfrutó, más que nadie, Mel, quien mañana se comerá el primer marrón de la temporada cuando tenga que confeccionar una lista de 18 para el viaje a Cornellà, partido en el que por fortuna empezó a pensar ayer. Retiró a sus arietes, probó cosas con Juanfran y Chica, dio minutos a Braian y, además, recuperó futbolistas, quizá demasiados. Pero, sobre todo, dio con el viejo Betis, ése del 4-4-2 asimétrico que tanto gusta y se gusta.

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