45 minutos tirados y puntilla arbitral

Apuntó Pepe Mel que el Betis ya estaba en Primera de forma matemática, pero que intentaría ganar en Tarragona. Al equipo verdiblanco se le estaba haciendo larga la temporada, tanto por el desgaste psicológico como por las bajas, la última la de Iriney que obligó a que Mel cambiase el dibujo táctico de su equipo para regresar a las bandas.

El resultado fue un Betis que intentaba tener el balón, pero que llevaba una marcha menos que un rival que se jugaba la permanencia. Sería con los cambios, con las entradas de Emana y Ezequiel, cuando se reactivaría el juego verdiblanco. El camerunés, que viajaba para la celebración según el parte médico y el propio Mel, protagonizó las mejores arrancadas y una de ellas finalizó en el gol bético. Pero Sureda Cuenca se encargó de cambiar de nuevo el partido con las expulsiones de Belenguer y Roversio.

Defensa

El juego directo del Nàstic, buscando al corpulento Powel, y, sobre todo, los contragolpes que lanzaban tras las pérdidas béticas dificultaban el trabajo de la zaga, que pasó apuros con los balones a su espalda. En los minutos finales, con nueve jugadores y ya Beñat e Isidoro como centrales, la defensa se vio desbordada ante el empuje local.

Ataque

Si el equipo comenzó desconectado e impreciso, todo cambiaría con la entrada de Emana. El camerunés lideró el ataque bético, conectó las líneas y participó en la excelsa jugada del gol. El sistema con bandas sólo funcionó cuando el camerunés entró en el campo.

Virtudes

La pegada de Rubén Castro y, sobre todo, Emana. Hasta sin entrenar en dos semanas, su físico le da para convertirse en el más desequilibrante.

Talón de aquiles

Las pérdidas del balón y la falta de ritmo del primer tiempo.