El milagro de la portería a cero
Rayo vallecano - Sevilla · el otro partido
Por primera vez en toda la Liga, Emery consigue que el Sevilla no encaje gol en dos partidos seguidos. Encuentro feo y duodécimo tanto a balón parado.
¿Qué quiere el sevillismo?, se preguntará Unai Emery mientras el entorno le afea su gestión. Cuando el Sevilla jugaba más alegre, más abierto hasta el punto de ser temerario, se le criticaba que no supiera defender y que se tirara a tumba abierta. Pero si gana como ayer, en un partido feo en el que lo prioritario fue defender para buscar alguna contra o alguna jugada a balón parado, el desencanto llega por la falta de creatividad y juego ofensivo. A estas alturas, el aficionado del Sevilla ya sabe que no hay más cera que la que arde y celebra tibiamente un triunfo que apenas tiene un escaso significado estadístico para los metódicos técnicos de la actualidad: es la primera vez en esta Liga que el Sevilla deja la portería a cero en dos partidos consecutivos, Valencia y Rayo. Por medio, empató a dos en Maribor. Menudo milagro...
El Sevilla ganó después de siete partidos oficiales sin lograrlo. Otro milagro. Los jugadores celebraron la proeza vallecana abrazándose con rabia en un corro que quería reconocer el esforzado triunfo ante el penúltimo clasificado. El premio ni siquiera lleva aparejado un salto cualitativo en la clasificación, pues el sexto clasificado continúa a cinco puntos antes de que se dispute hoy el Villarreal-Espanyol, un partido que puede dejar en nada la épica batalla de Vallecas. La sensación de que la puerta trasera, de nuevo, es la única espita para la esperanza europea minimiza el alborozo de la exigente afición sevillista, que en otras circunstancias sí habría celebrado la victoria a domicilio. Pero las altas metas que ilusionan de verdad están ya muy lejos y lo que hubiera sido aplaudido como un dechado de trabajo colectivo en un pos de un valioso botín se queda en una descreída constatación de que el Sevilla aún está vivo, siente y padece. Al menos, el equipo sí cree en lo que hace.
El Sevilla volvió a ganar fuera de casa después de mucho tiempo, dos meses desde que el triunfo en Villarreal, en otro partido de mono de trabajo con intercesión de la estrategia, abriera de par en par las puertas de la ilusión. De aquel 22 de diciembre al 23 de febrero el Sevilla ha desinflado su propia ambición -entonces la palabra Champions no era tabú- y el triunfo de ayer apenas sirve para apuntar estadísticas: duodécimo gol a balón parado en la Liga, de nuevo con Rakitic y un defensa como protagonista; tercer gol de Coke en la Liga; primer triunfo en ocho partidos y fin a la peor racha de Emery desde que es entrenador profesional; y la portería a cero por segundo partido consecutivo en la Liga (concedamos el paréntesis esloveno).
Lo de calificar el partido de ayer en Vallecas como milagro, evidentemente, era irónico. Pero en el trasfondo de esa ironía queda la pregunta que se hará Emery. ¿Qué quiere el sevillismo? Pues muy sencillo: ya que no puede celebrar trabajados triunfos con los que dar gañafones a la clasificación en pos de altos objetivos, al menos ponerse delante del televisor y ver fútbol. El técnico comenzó la casa por el tejado y tardó mucho en cimentar el equipo desde atrás. La involución táctica de Emery llega tarde. Al menos, el equipo, "ajeno al entorno", como dijo ayer Coke, sí sigue creyendo en sí mismo... y en su técnico.
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