Una mejoría en la raíz

El cambio de sistema al que apeló Emery en Valladolid, con una defensa de tres, abre una vía interesante tanto para el control como para el ataque. Alberto Moreno explota más en el carril.

Una mejoría en la raíz
Una mejoría en la raíz
Jesús Alba / Sevilla

22 de octubre 2013 - 05:02

Más allá de la mala gestión durante el desarrollo de un partido cuyo desenlace final sirvió para argumentar en las horas después múltiples y variadas críticas al cuerpo técnico, el cambio de sistema propuesto por Unai Emery en Valladolid abre la posibilidad de un nuevo debate futbolístico. Cierto es que el hecho de que tenga un tinte constructivo y no negativo hace que ese debate quizá no tenga el eco y el recorrido de otros, pero no por ello debe dejar de estar presente en el entorno sevillista.

La propuesta de construir un equipo sobre la base de una defensa de tres centrales suponía un cambio radical de la faz del equipo con un patrón de juego de distinta raíz del habitual en los gustos de Emery, el 4-4-2 y sus diferentes variantes. Aunque se trata de un dibujo que cayó en desuso hace unos años, ofrece una serie de prestaciones tácticas muy interesantes, sobre todo para un equipo como el Sevilla con problemas para mantener el control de los partidos. La mayor acumulación de hombres en el centro del campo hace que el equipo que lo adopta gane con más facilidad esta zona estratégica en el juego, evitando sobresaltos en el sistema defensivo.

¿Y qué hace falta para poder poner en práctica este esquema de juego? Fundamentalmente dos cosas, centrales rápidos -lo más rápidos posibles- y laterales largos que puedan cubrir toda la banda. En esto último, por ejemplo, a Alberto Moreno le viene como anillo al dedo y lo mismo ocurre con laterales como Diogo Figueiras, Coke y hasta Cicinho, no así con Fernando Navarro, readaptado a central por el técnico vasco. Si estos hombres son liberados de alguna manera de ciertas tareas defensivas (los medios centro y los defensas son los que deben bascular para hacer ciertas coberturas, de ahí que se pidan centrales rápidos que puedan cruzarse), pueden explotar con más efectividad su talento en ataque. En Pucela, sin ir más lejos, se vio a un Alberto Moreno con pegada y gol, como en el filial cuando jugaba de extremo, y a un Diogo Figueiras que se plantó varias veces en el área rival como un delantero más, como en la ocasión en la que falló con la izquierda.

¿Qué cuidados tendría que extremar un equipo que se decanta por esta manera de jugar? Sobre todo, los cambios de orientación que pueda hacer el rival, que usará esa herramienta para tratar de sorprender a los centrales fuera de su sitio inicial por las basculaciones y a la espalda de los carrileros, que, lógicamente, dejarán muchos espacios a los extremos contrarios.

Son riesgos que un equipo debe asumir, pero también hay mecanismos para minimizarlos. Para ello está el trabajo diario e insistir en todos los detalles posibles. Un equipo que domina el sistema es el que es capaz de tener versatilidad para cambiarlo sobre la marcha según las necesidades que se presenten durante un partido. También en ataque requiere algunos reajustes que el Sevilla supo llevar bien a cabo, como la conversión de los extremos en interiores para dejar el pasillo a los carrileros.

Es una incógnita si Emery piensa repetir en próximos encuentros, pero más allá del resultado final (la obligación del cuerpo técnico está en saber qué es lo que falló en la segunda parte), la variante táctica ofrece una nueva e interesante alternativa que, además, es posible con la composición de la actual plantilla. Incluso puede llegar a ser una solución para su deseo de incrustar a Rakitic en el medio centro si es arropado por más jugadores a su alrededor. Lógicamente, también habrá partidos y partidos, pero el comportamiento del Sevilla durante muchos minutos en Zorrilla hace pensar que el técnico tiene ahí una vía más que interesante, pues particularmente en la primera mitad dominó el partido y no concedió ocasiones.

Otra cuestión bien distinta (y la pregunta que se hace todo el sevillismo) es por qué Emery no refrescó antes el equipo y, sobre todo, no lo hizo con jugadores como Carriço, que llevaba dos meses y medio sin competir, o Iborra, que había recibido un golpe teniendo a Cristóforo en el banquillo. ¿Y por qué se metió atrás buscando el tercer gol a la contra con los riesgos que ello conlleva? Respuestas que sólo Emery tiene.

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