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El Sevilla, a hacer buena la defensa pública de Del Nido hacia la figura de Míchel en la primera cita ante el Mallorca. La racha de Caparrós no entierra un viejo fantasma, que apee a su ex equipo de la Copa.

Jesús Navas es abordado por un aficionado al salir del estadio en la tarde de ayer camino del aeropuerto.
Jesús Alba / Sevilla

12 de diciembre 2012 - 05:02

Si Míchel fuera inteligente, que lo es, se tomaría la defensa pública que de su figura hizo José María del Nido el pasado lunes muy en serio porque las palabras del presidente escondían muchas cosas, no sólo y únicamente una barrera para los que buscan carnaza en una mala racha de resultados.

El máximo mandatario lo que en realidad dijo -y el propio Míchel lo ha cazado tan al vuelo que lo confesó en su rueda de prensa de ayer- fue que cree en su entrenador y que, junto con su cuerpo técnico, está convencido de que será capaz de sacar a una plantilla "con muchísimos internacionales"de la medianía de la tabla. Y lo debe hacer a fuerza de conseguir que sus virtudes, que las tienen en mayoría a sus defectos, prevalezcan poniendo intensidad y concentración, vías ineludibles para no dejarse vencer por la irregularidad.

Míchel, y el Sevilla, por supuesto, tienen hoy la oportunidad de obtener el espaldarazo real, el de una buena victoria, en el primer encuentro de los octavos de final de la Copa del Rey, una competición por la que Del Nido implora a todo su santoral y que no hace mucho le dio no pocas alegrías al sevillismo. Porque éste no anda tan convencido como su presidente. Se deja convencer en momentos puntuales por alguna ráfaga arrebatadora de los suyos, como las ya archirrepetidas ante los grandes o en el derbi o -por qué no- esa reacción que de la mano de Negredo tuvieron los blancos en Cornellá con un jugador menos por la absurda e injusta expulsión de Reyes.

El rival de hoy es por el estilo. El Mallorca está en situación de derribo y Joaquín Caparrós necesita como sea una transfusión porque su racha es tan grave -casi tres meses sin ganar y 2 puntos de 30 en la Liga- que en época de vacas gordas hace tiempo que se hubiera quedado en el paro. ¿Será la venganza perfecta para Míchel? Quién les iba a decir a ambos, uno con la soga al cuello y otro respaldado por su presidente ante los rumores, que se iban a ver las caras de esta forma cuando protagonizaban un episodio de celos mutuos por creerse merecedores al banquillo blanco.

Pero el fútbol es aquí el que dicta sentencia y el entrenador utrerano suspira por que le sonría la suerte ante su ex equipo en una competición en la que siempre se movió como pez en el agua. Sin ir más lejos, acaba de llegar a este punto después de eliminar al Deportivo sin ganar ninguno de los dos partidos y aburriendo a su parroquia en el Iberostar Estadi con un 0-0 que hacía de oro un tanto de Geromel en Riazor. Las andanzas de Caparrós en la Copa datan de tiempo atrás, precisamente como entrenador del Sevilla, al que consiguió meter en unas semifinales en las que se topó con el Real Madrid.

En la mente de todos los sevillistas está aquella otra semifinal con el Athletic y el 3-0 en San Mamés que dejó a los de Jiménez fuera de la final y ese fantasma, el de que Caparrós apee otra vez al Sevilla de este torneo, pesa mucho en esta eliminatoria que muchos siguen viendo sencilla, al igual que los siguientes cruces, y acaban viendo al equipo de Míchel en la final.

Pero la realidad del fútbol es el paso a paso. Lo repetía -"partido a partido"- un Caparrós que hoy viste a su Mallorca con la misma piel de cordero con que el Espanyol llegó a Nervión en dieciseisavos de final. Aunque Míchel se encargue de repetir todas las veces que quiera que el Sevilla dominó siempre la eliminatoria ante los periquitos, al aficionado que asistió al partido de ida le rechinará cada vez que lo oye, pues la relajación que llegó tras el tempranero 1-0 de Fazio hizo peligrar tanto por el pase que cerca del minuto 80 el resultado era de un inquietante 1-1 frente a un Espanyol cuajado de suplentes. Un arreón final y también -a qué no negarlo- un golpe de suerte pusieron la ronda mucho mejor para una vuelta en la que ya sí que los catalanes tiraron la toalla, si bien es verdad que no hay que restar mérito a lo hecho en el 0-3 de Cornellá por unos profesionales que necesitaban demostrar que tenían amor propio y sangre en las venas cuando habían recibido un buen meneo en el Vicente Calderón.

Míchel no se va a guardar nada porque, para empezar, la cosa no está para tonterías. De entrada, a Negredo le va a venir de perlas el encuentro para ir ganando en tono físico, algo muy necesario para este Sevilla que se ha demostrado que depende demasiado de sus goles.

El estadio del Mallorca superaba a duras penas los 5.000 espectadores en el último encuentro de Copa ante el Dépor, la mayoría de uñas con su equipo apenas el balón empezó a rodar (o a volar por los aires). Y hoy el ambiente puede ser igual de propicio para un Sevilla al que le vendría bien sentenciar. Aunque la víctima sea Caparrós...

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