Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
El Maradona eterno de nuestra memoria
Sueños esféricos
CUÁNTAS vidas cupieron en la vida de Diego Armando Maradona? Su acelerado corazón dejó de latir a los 60 años, pero su singularísimo trayecto por este mundo contuvo tanta gloria y miseria (alguna muy oscura y aún oculta en el off the record), que pareció haber nacido a la par que el mismísimo football. Esa sensación ha cobrado su plenitud en estos días, con motivo del cuarto aniversario de su muerte el 25 de noviembre.
Maradona llenó nuestra memoria con su fútbol y también por algo que no tiene Messi, su carisma. Hay vídeos que por mucho que uno haya visto, es imposible no volver a verlos: el Diego napolitano entrenando en un barrizal y haciendo diabluras inconcebibles, humillando al portero y divirtiéndose como un niño en el patio del recreo; el resumen de aquella semifinal de México 86 ante una selección belga que tuvo el honor de sufrir su partido de fútbol más perfecto. Estos vídeos son como aquellas películas favoritas que te atrapan mientras zapeas y te quitan el mando a distancia de la mano.
No obstante, estos días también circulan imágenes menos difundidas que atestiguan la grandiosidad de su figura. Pulula por las redes un resumen de un Real Sociedad-Barça en Atocha en el que Gajate y compañía obraron como una jauría canina en busca del zorro. Hasta el final del partido no amonestó con amarilla el árbitro a Gajate tras tres o cuatro entradas de roja. Ruud Gullit dijo en este tiempo de remembranzas maradonianas que con el reglamento de hoy, Diego sería imparable. Y aunque cada jugador, como cada artista, es hijo de su tiempo, mi mente invita al 10 de Villa Fiorito a que juegue a ratos en este fútbol en que las estrellas se protegen como al lince ibérico.
La memoria juega en el fútbol el mismo papel que en la cocina: un gran plato lo disfruta uno diez minutos, pero luego cobra su vida eterna en la mente. Maradona es lo mismo: ningún jugador se imprimió en la memoria como él. Ahí sigue jugando.
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