El manual del visitante (0-3)
Copa del Rey: Espanyol - Sevilla · La Crónica
El Sevilla no da pie a ninguna opción de sorpresa, presiona arriba desde el principio y llega a los octavos coperos con suficiencia. El penalti y expulsión de Javi López noquea al Espanyol.
El Sevilla convirtió en un mero trámite la vuelta copera de los dieciseisavos de final y ésa no es una mala nueva, ni muchísimo menos, para los hombres de Míchel. Pero ni siquiera ésta fue la mejor noticia para los sevillistas, lo más importante fue que sus futbolistas comprendan de una vez por todas cuál es el manual adecuado para acudir a un estadio de Primera División como visitantes. Que no todos los campos son como el del colista, el de este Espanyol con pinta cadavérica en estos momentos, pues por supuesto que no, como que tampoco le van a expulsar al rival a un futbolista antes de la media hora por un penalti a favor de los blancos, pero el método elegido esta vez sí fue el correcto y por ahí debe continuar la senda como forasteros.
Porque los hombres que vestían de rojo sí salieron con la ambición que requiere cualquier partido desde el primer minuto, sin importarles que éste se disputara a más de mil kilómetros de distancia del Sánchez-Pizjuán, ni tampoco que existiera una ventaja inicial para ellos de 3-1 por el resultado que se dio en la ida. El Sevilla, esta vez y cabe esperar que con continuidad en el tiempo, sí salió a presionar al adversario en su propio campo y por ahí comenzarían a surgir con prontitud los robos que acabaron desequilibrando a un Espanyol que tampoco da para mucho más.
Aunque tampoco daban para mucho más ni el Celta ni el Zaragoza cuando el Sevilla acudió a sus estadios en el campeonato liguero y aquello no tuvo nada, pero que nada, que ver con esto. Míchel sólo realizó algunas pruebas a la hora de confeccionar la alineación inicial, aunque cabe preguntarse si el técnico madrileño buscaba darle descanso a los suyos o sencillamente trataba de mover la baraja en busca de una combinación de cartas perfecta de una vez por todas. Particularmente, me inclino a pensar que fue lo segundo. Se deja a un lado la clásica permuta en la portería y sí parece que Míchel quería ver a Coke en el lateral derecho después de mucho tiempo sin jugar; igual que quería probar a la pareja de centrales integrada por Botía y Fazio por primera vez desde el fichaje del murciano; como deseaba fervientemente que Perotti le reclamara más minutos con un juego convincente; y se dejaba de inventos en la zona más importante, en ese centro del campo que integran Medel, Maduro y Rakitic para que se equilibre la suma y la resta cuando los tres coinciden al mismo tiempo en el campo. Era un equipo con hombres de refresco, cierto, hasta cinco respecto al Calderón, pero sin pruebas alocadas y sí bastante fiable.
La declaración de intenciones no tardó en convertir el partido en un auténtico monólogo. Sólo se habían contabilizado 4 minutos en los cronómetros y ya tenía Babá una llegada con todo a favor para quedarse entre un disparo y un centro al que Jesús Navas bastante tenía ya con recepcionarlo. A los 7 minutos, era Medel quien caía derribado por Wakaso en una contra con peligro real. A los 24, Perotti mandó una rosca al poste. En definitiva, el Sevilla ahogaba a un Espanyol al que tanto Rakitic como Maduro le robaban una y otra vez la pelota en zonas bastante próximas a Casilla. Paradójicamente, era Medel quien se encargaba posteriormente de poner los balones arriba con precisión incluso.
Hasta que en una jugada de sacar la pelota con riesgos desde atrás por la presión que intentó el Espanyol se produjo, por fin, una conexión con Babá. Había sido meritoria la circulación del balón y el senegalés, mal que bien, se dirigió hacia Casilla hasta que fue derribado por Javi López justo cuando alcanzaba la línea del área grande. ¿Penalti?, ¿expulsión del defensa? Fue lo que decretó Clos Gómez y después de padecer algunos errores en los arbitrajes más recientes tampoco tenían que ser desagradecidos los sevillistas. Y el primero que no lo fue sería Perotti.
El argentino transformó el máximo castigo con una exquisita precisión y el Sevilla ya estaba con 0-1 en el marcador y encima con un futbolista más sobre el campo cuando aún no se había llegado a la media hora del litigio. Mejor no se le podían poner las cosas a Míchel y a los suyos, pero esta circunstancia tampoco condujo esta vez a esa relajación tantas veces perniciosa para los nervionenses. Al contrario, el cuadro visitante comenzó a dominar el juego con independencia de donde estuviera el balón.
Atrás la pelota circulaba con fluidez, arriba la presión era continua para robar y en el último tercio del campo aparecía la velocidad de Jesús Navas y la clase de Perotti. Después de una exhibición de córners sacados de manera brillante, el Sevilla aprovechó una llegada de Jesús Navas para sentenciar. El palaciego sí se paró esta vez y el dio el pase atrás a Rakitic para un gran golpeo con el interior del pie, como mandan los cánones. El Sevilla ya se había clasificado, pero hasta festejó, como si le diera un título, el reencuentro de Babá con el gol. No era para menos, pero lo realmente importante es que el manual como visitante debe ser éste y la cuestión, para el Sevilla, es aprenderlo para utilizarlo más veces.
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