La magia de hacer girar la tortilla

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La visita del líder devuelve a un lleno Nervión la atmósfera que Emery desea para la remontada

Krychowiak, en primer término, mira un balón por los aires junto a N'Zonzi, Escudero y Juan Muñoz.
Krychowiak, en primer término, mira un balón por los aires junto a N'Zonzi, Escudero y Juan Muñoz.
Jesús Alba

08 de noviembre 2015 - 05:02

La ley del péndulo dice que cuando la pelota está en un lado de la balanza, al día siguiente debe estar en la contraria. El sevillismo vive angustiado y también contrariado con el trabajito que al equipo de Emery, con el tren de despegue activado, le está costando encontrar pista. La última decepción ante el Manchester City ha disparado el sentimiento de inconformismo en una parte importante de la afición -no toda- que no acaba de asimilar que las exigencias han subido y que la Liga de Campeones no permite que todos se suban al tren.

La Liga es otra cosa y ahí sí es verdad que el Sevilla, con los cambios experimentados en la plantilla, ha perdido varios puntos de agresividad, déficit que evidencia fundamentalmente cuando debe competir lejos de Nervión. Éste no es el caso que nos ocupa hoy, pero lo que el sevillismo ve generalmente por televisión cuando ha tocado visitar estadios en los que no hace mucho los de Emery mandaban acaba pesando en el subconsciente del que se sienta en la grada del Sánchez-Pizjuán. Es cierto que el ahora rojo escenario nervionense es un recinto que se suele transformar cuando el Real Madrid está por medio, pero esa intensidad de los futbolistas sobre la hierba será igual o más necesaria que en la de las gargantas de sus fieles en la grada y el propio entrenador (mirado con lupa en toda esta vorágine) se ha encargado de recordarlo.

No están la agresividad de gente como Aleix Vidal, Mbia, el propio Fernando Navarro si la tenía que contagiar desde el vestuario, o la de Carlos Bacca en su presión a los defensas rivales. A este Sevilla que quiso dar el salto han llegado estrellas más de papel couché que de cartón reciclado y por ahí a Emery le está costando armar el bloque mientras sus aficionados, mal acostumbrados a ganar, se impacientan.

La visita del Real Madrid siempre es una ocasión para invertir la tendencia. Se vio con otro grande, el Barcelona, cuando mordió el polvo en Nervión después de otra decepción parecida en tierras italianas ante la Juventus. Parecida en el resultado, porque la imagen en Turín no fue la que el Sevilla dio el martes frente al todopoderoso Manchester City, con el que al menos reaccionó y al que allí en Inglaterra sobre todo le jugó de tú a tú. El Sevilla necesita que todo se rodee para que su afición vuelva a creer en un proyecto que no deja caer los brazos pese a las dificultades que se le presentan, pues las bajas se han dejado de recordar con la insistencia de antes pero permanecen ahí (Pareja, Carriço, ahora Gameiro...).

Es verdad que ante el Real Madrid hay que hacer un partido perfecto, pero se puede. Y este Madrid, encima, llega como un líder más sólido que en otras ocasiones. El fútbol feo -para algunos- de Benítez está encaminándose a que los blancos no se desnuden tanto atrás mientras siguen manteniendo una pegada espectacular, particularmente en transiciones de atrás hacia delante, ejecutadas en muy pocos segundos. Potencia, físico, velocidad, calidad... las virtudes de este equipo minimizan cualquier ausencia para quien esté pensando en las bajas de Benzema y Marcelo, puesto que para que la de Keylor Navas se haga notar será consecuencia de un buen partido de los pupilos de Emery.

Pero está Cristiano, con su terrorífico balance ante el Sevilla (21 goles en 14 partidos), están Bale, Modric, Kroos... una constelación de estrellas a las que se puede sumar cualquiera de las que salgan desde el banquillo, como el tremendo talento de gente con menos nombre como Lucas Vázquez -ojo con este futbolista- y Jesé.

Con Fernando Llorente como probable mascarón de proa por la baja confirmada de Gameiro, Emery deberá rodear al riojano de un grupo que aúne calidad y disposición para hacer kilómetros y para dar la cara en los duelos individuales, enfrentamientos que tienen hoy mucho que decir por las situaciones de uno contra uno que se pueden dar, sobre todo en los contraataques del equipo de Benítez. Krychowiak, en teoría motivado por su flamante renovación de contrato, deberá estar fino para medir los tiempos en su posición de último hombre antes de que el balón llegue al área de Sergio Rico.

Está claro que el Sevilla tendrá que exponer, aunque no lo haga tanto como ante el City. Mejor dicho, lo que deberá buscar será equilibrar ese juego ofensivo al que nunca renuncia un Emery que seguirá confiando en la llegada de sus laterales en oleadas y también en el juego por dentro con Banega o Reyes si vuelve a tener participación. Si Krohn-Dehli, como ante el Barça, hace de contrapeso en la banda de Konoplyanka no habrá que extrañarse.

El fútbol esconde la magia especial de poder volver la tortilla y generar ilusión con un simple chispazo. Y el Sevilla, con ayuda de la grada, está en disposición de ello.

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