La ley de Murphy (1-2)

Liga europa

El Sevilla mereció más en su duelo ante un rival tan fuerte como el Oporto, pero el marcador volvió a castigarlo · Los sevillistas hicieron un buen fútbol antes de caer por otro fallo puntual.

La ley de Murphy (1-2)
La ley de Murphy (1-2)
Francisco José Ortega / Sevilla

17 de febrero 2011 - 22:53

Nueva decepción para un Sevilla al que le ha virado el viento para toparse con un verdadero huracán de cara. Los nervionenses deberán luchar por una de esas heroicidades que rara vez se producen si quieren seguir vivos en la Liga Europa. El Oporto fue el ganador en un pulso intenso en el que los portugueses tuvieron mucha más fortuna que unos anfitriones que se hicieron acreedores esta vez a un mejor resultado.

Pero el fútbol no es el boxeo y no entiende de méritos cuando se llega al final de los combates. Ahí sólo puntúan los goles que anota el juez árbitro en el acta en el que da fe de lo sucedido y en el mismo se constataba cerca de la medianoche que el Sevilla había caído derrotado por 1-2. Cierto que el juego está creciendo, que el equipo ha subido un par de puntos en su rendimiento, pero los despistes atrás no acaban de desaparecer y ya sea por Fulanito o por Zutanito, en este caso por Luis Fabiano, por Cáceres, por Sergio Sánchez o por Palop, siempre aparecen para torpedear directamente a toda la nave en los momentos más inoportunos. Aunque también sería igualmente injusto obviar que Kanoute había desperdiciado con anterioridad una oportunidad casi con la puerta vacía.

Es un cúmulo de circunstancias el que se produce para que el trabajo colectivo de un equipo bastante prometedor origine al final una nueva decepción. Ya sucedió el pasado sábado en Santander y volvió a acaecer en la noche europea en Nervión a pesar de que los méritos contraídos por ambos litigantes debían conducir a un triunfo de los sevillistas.

Porque el conjunto de Manzano supo plantearle el pulso en lo más alto a uno de los grandes de Europa, a un Oporto que está avasallando en la competición doméstica y que demostró desde el minuto 1 las razones para ello. Andre Villas-Boas, ese técnico que acapara piropos como remake de José Mourinho, ordenó una presión asfixiante a los suyos desde que el balón echó a rodar en el Sánchez-Pizjuán. Los portugueses plantaron la línea muy arriba y ahogaron en ese primer tramo a un Sevilla que bastante tenía con salir como podía en cada jugada.

Pero este Sevilla no tiene nada que ver con el que tanto ha decepcionado a los suyos desde que sufriera un mazazo contra otro equipo radicado muy cerquita de Oporto el pasado mes de agosto. Los hombres de Manzano no se dejaron comer la moral y trataron de sacar el balón por las vías adecuadas para romper ese planteamiento asfixiante del rival. Ora circulaba la pelota por abajo tras pasar por Medel, llegar hasta Rakitic y de ahí pasar a posiciones más avanzadas, ora era Palop el que buscaba el fútbol directo para que la ofensiva se iniciara en Luis Fabiano o Kanoute, particularmente el brasileño.

El Sevilla no se había descompuesto ante un excelente equipo y hasta pudo ponerse por delante en el marcador antes del intermedio. Cierto que Medel salvó un gol bajo los palos de James Rodríguez, pero también Luis Fabiano y Kanoute tuvieron opciones para colocar a los suyos con ventaja. Sin embargo, el partido había sido tremendamente equilibrado, y bueno en líneas generales, en ese primer asalto.

Lo mejor del choque, sin embargo, estaba por acontecer y tuvo lugar en la segunda parte. El conjunto de Manzano no dio un paso atrás en ningún momento y salió con más intensidad si cabe que con la que se había marchado al intermedio. Kanoute tuvo la primera opción muy pronto y entonces llegó un show inesperado, el del escocés Thomson que se empeñó en que todo se ralentizara y en que uno de los dos contendientes pudiera sufrir un traspié por falta de concentración. Y le tocó al especialista en ello, a un Sevilla que aceptó un gol de estrategia en una jugada bastante dudosa por la posición del goleador, pero que también, y todo hay que decirlo, estuvo pésimamente defendida.

Jarro de agua fría de los que dejarían helados a cualquier equipo, pero este Sevilla no estaba dispuesto a dejar de luchar y protagonizó a partir de ahí veinte minutos de un fútbol notable. No sólo llegó el empate a través de Kanoute en un soberbio cabezazo también en otra estrategia, sino que lo raro fue que los blanquirrojos no se pusieran por delante en el marcador. El fútbol era rápido, muy rápido, y llegaba hasta Helton a través de muy diferentes formas. Pero la suerte no acompañó a Luis Fabiano en un cabezazo, a Negredo en una galopada y particularmente a Kanoute cuando se topó con un balón en solitario a apenas un par de metros de la raya de gol.

Debió llegar el 2-1 y lo que vino fue el 1-2 en una pérdida de Medel a la que siguió la indecisión entre Sergio Sánchez y Palop. La ley de Murphy es implacable en estos casos y no se equivoca cuando establece el siguiente aserto: "Si algo puede salir mal, saldrá mal". Desgraciadamente para el Sevilla y para quienes sienten esos colores, por una cosa o por otra, por errores propios o por falta de fortuna, así es.

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