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Lluvias en Sevilla este lunes

"Tras levantar 50.000 kilos al día sólo quería dormir"

Francisco de Asís Mateos Ángel. Levantador de peso en Múnich y Montreal

Mateos, una institución del Natación Sevilla, cuenta sus vivencias durante su carrera en los 60 y los 70.

Juan De La Huerga / Sevilla

24 de julio 2012 - 07:00

Sevilla/Tal vez sea por la perilla, incrustada en su cara por lo menos desde hace cuatro décadas, por la que su imagen lleva a pensar en un maestro de esgrima; tal vez por la disciplina que impone desde hace mil años en el Club Natación Sevilla no hubiera sido extraño verlo entre espadas, floretes y sables. A Francisco de Asís Mateos Ángel (Sevilla, 04-04-47) no se le caen los anillos por seguir al pie del cañón y no pensar en la jubilación por mucho que haya cumplido los 65. Tiene una manada de críos a su cargo, también guía el plan deportivo de adultos en esa sala de pesas de Trastamara, de cuyas paredes cuelgan fotos del protagonista, una eminencia en este lugar sagrado de la halterofilia.

A Paco Mateos habría que hablarle de usted pero acepta el tuteo por ese espíritu juvenil que no quiere abandonar. Eso sí, cuando toma el bastón de mando se cuadran hasta los más viejos del lugar. Fue alguien. Es alguien. Llega a estas páginas como actor principal de dos Juegos, siendo especialmente recordados aquellos de Múnich 72, hace cuatro décadas, cuando los terroristas de Septiembre Negro organizaron una matanza a deportistas israelíes, muriendo algunos levantadores de peso, la modalidad que llevó a este sevillano de Marqués de Paradas residente en Pagés del Corro a Alemania y luego a Canadá, quedándose fuera de México 68 injustamente.

-Para abrir fuego, una pregunta para profanos en la materia: ¿viajaba con las pesas y la barra?

-No, en absoluto. Eso no se ha hecho nunca. La organización se encarga en todas las competiciones.

-¿Su currículo deportivo?

-Estuve en dos Juegos, terminando en ambos en el puesto decimocuarto en total olímpico. Fui quinto en Europa en 67,5 kilos, participé en cuatro Mundiales, fui décimo del mundo en Alemania y tengo 92 récords entre absolutos y júniors. Ah, y fui 14 veces campeón de España.

-Lleva toda su vida en este club...

-53 años. Entré con 12 y tengo 65. Empecé a hacer halterofilia con 13. Yo era un niño enfermito, comencé a hacer ejercicio y me dio por esto. Era muy canijito, enclenque. Me metió mi hermano mayor, Isaac, a través de Pepe Gordillo, que fue uno de los mejores levantadores de la historia. Arranqué en la categoría 56, gallo, y terminé en ligero, 67,5.

-A finales de los 60 habría pocos sevillanos por el mundo, ¿no?

-La gente en general no viajaba y no pensaban cómo unos sevillanos eran levantadores de peso, no les cabía en la cabeza, de las cosas raras que existen, y éramos los mejores. Íbamos siempre tres más el entrenador. Sevillanos éramos dos, Pepe Gordillo y yo, y el zaragozano Almáu.

-Unos majaretas pero a los que os fue muy bien.

-Hombre, ahí está el éxito. Aquí se hacían cursillos de natación. Aparte de Antonio Tabares, que era mi padrino, mi entrenador, mi maestro, todo, yo vine a ver a Lorenzo Muñoz para hacer un cursillo de natación; cuando me vio tan delgadito, me dijo que no había sitio y que viniera a los cuatro meses. Él se creía que no volvería, pensó que no iba a hacer nada en el deporte. Tuvo muy mal ojo clínico conmigo, siempre lo dijo. Empecé a hacer natación y luego me metí en la halterofilia.

-Le ha dado enormes satisfacciones al Natación Sevilla.

-El club no ha tenido un olímpico en la vida en halterofilia. En natación, sí: Paquili (Francisco Martínez), recordman de España de 100 metros, Fernando Olivera...

-¿Tan buenos eran los levantadores del Este?

-Si yo llego a estar viviendo allí... En su día me ofrecieron una beca para entrenar en Polonia. Les dije que no, que cómo me iba a ir allí con 18 años. Pensaban que yo era de los mejores levantadores del Oeste, seguramente por mi fuerza de piernas. Nuestros entrenamientos no son tan perfectos como ahora y ellos en cambio sí los hacían buenos. Para Múnich vino un entrenador ruso del equipo cubano y estuve ejercitándome con ellos, y para Montreal me fui a entrenar a Cuba con los rusos.

-¿Había dopaje entonces?

-Nos hacían controles continuamente. Hacían pis los cinco primeros, por sorteo del quinto al décimo y del décimo al vigésimo. Claro que existía, pero sin la perfección de ahora. Sabíamos que los del Este algo se tomaban, porque era imposible que levantaran esos kilos, aunque era indemostrable. Nosotros lo único que tomábamos era Coca-Cola, vitaminas, pharmaton, lo que había, vaya...

-¿Por qué no fue a México 68?

-En el 67 conseguí tres bronces en los Juegos del Mediterráneo de Túnez y entonces Juan Antonio Samaranch ya era delegado nacional de Deporte, después lo hicieron ministro. Estábamos dentro de Gimnasia, éramos un mundo aparte. No fui a México pese a hacer dos veces la mínima por los trámites de la Federación. Por un fallo burocrático me dejaron fuera. Eso me sirvió para estimularme, entrenar más para ir a unos Juegos, a mí no me dejaba nadie fuera porque había ganado ya la plaza y me quedé sin ir por cuestiones burocráticas.

-5 de septiembre del 72.

-Yo había terminado de competir. El día anterior estuve con un amiguete israelí, levantador de la categoría 75, nos conocíamos de los Juegos del Mediterráneo y de varias competiciones. Esa tarde estuvimos de charla, alguna vez incluso nos intercambiamos regalos. A la mañana siguiente nos levantamos Antonio Tabares y yo, vimos una movida muy rara, había policías por todos lados, y pensamos que estaban rodando una película, pero al rato nos enteramos de la tragedia. Anselmo López, jefe de misión, otro de mis padrinos en la halterofilia, nos reunió a las once de la mañana y dio la orden de que nadie saliera de allí sin su permiso y que quien lo hiciera corriera con las consecuencias. La villa olímpica estaba tomada, dijeron que el Estadio Olímpico estaba dinamitado y ellos lo que querían era suspender los Juegos. Sólo se suspendió un día y luego siguieron.

-¿Y su amigo?

-Aquella noche, cuando entró el grupo terrorista, él saltó por la ventana y allí lo remataron con una metralleta. Después vino lo del aeropuerto, unas semanas después el secuestro del avión de Lufthansa, el intercambio de rehenes. Se han hecho muchas películas de este tema.

-Cambiando de tercio, ¿cuál es el tope de peso que sube el mejor levantador?

-El récord del mundo está en 263 kilos, creo. Esos tíos normalmente pesan 140 ó 150 kilos, pero no hay comparación con la media que levantan los pequeños, casi tres veces su peso corporal.

-¿Cómo era el régimen de comidas en su época?

-Cada uno tenía su sistema. Me acuerdo que en el Europeo de Madrid el ruso Alekseyev -a quien Sports Illustrated le dedicó una portada en los 70 calificándolo como el hombre más fuerte del siglo XX- se tomaba tres kilos de chuletas, seis u ocho huevos duros... de una sola sentada. Aquí no comían tan bien como en su tierra. Nosotros teníamos una dieta muy especial para no pasarnos de peso.

-¿Y recibía ayudas?

-Nos echaban una mano, pero no como ahora. En el 88, antes de Barcelona 92, el Gobierno soltó 10.000 millones de pesetas. Era la única manera de lograr resultados. Deportista era una profesión más. Y nosotros éramos amateurs.

-¿Y está cascado después de tantos esfuerzos?

-Sí, esos dolores los tienes que vencer con tu mente. A mí me duele todo. Entrenaba dos y tres veces al día, levantaba 40.000, 50.000 y 60.000 kilos diarios, llegaba a casa y me acostaba, roto, quería comer y coger la cama. Los fines de semana sólo pensaba en dormir porque no tomaba nada raro para recuperar.

-En una entrevista en el 79 decía que a la juventud no le gustaba el deporte. ¿Opina hoy igual?

-No, ha cambiado muchísimo la mentalidad y eso es bueno porque apartas a la juventud de la vida social tan mala que hay.

-Director técnico del Natación Sevilla hasta...

-Mientras tenga fuerzas. Es un veneno, una enfermedad.

"¿Bestias? Hay tres rusos en la Filarmónica de Viena"

Dialoga Paco Mateos con una soltura que cuando uno va entrando en calor no le importa lanzarse con preguntas irreverentes. ¿Es una leyenda urbana que la halterofilia sea un deporte para gente muy bestia, esa engañosa imagen que se asocia a cierta falta de formación? "Eso no es verdad. Yo me he llevado toda mi vida entrenando a levantadores de peso que son médicos, arquitectos, aparejadores... Eso es mentira. Como en todos lados, habrá personas que por problemas familiares o económicos practican deporte para salir adelante. Pero, para que la gente lo sepa, hay tres rusos que son músicos y están en la Filamónica de Viena, la más importante del mundo. Alekseyev, una leyenda, era ingeniero. Eso ha sido siempre un estereotipo falso. Lo que pasa es que en los 60 no se estudiaba como después se ha hecho, pero no quiere decir que los levantadores sean unos bestias, unos pobres de mentalidad".

Y para un amante tan profundo como él de este deporte, cómo explica el placer que supone levantar peso respecto a otras disciplinas. "Yo siempre he pensado que la clave es el sacrificio, ponerte una meta y superarla, como en todo en la vida. Si no eres competidor en sí, no sirves para el deporte. Yo lo he sido siempre en todo, me he propuesto una cosa y la he conseguido. Ése es el atleta de alta competición. He tenido montones de chavales a los que les daba igual levantar 100 que 105. No, tienes que levantar 107. Lo puedes tener como entrenamiento o diversión, pero o te metes o no te metes. Tienes que sacrificarte, igual que el que quiere ser el mejor en una carrera universitaria tiene que estudiar y empollar más que nadie. No hay otra cosa. Pues en el deporte de alta competición, si has llegado a ser un élite es porque puedes servir también para otras cosas, siempre te pones a ti mismo una meta que tienes que conseguir con trabajo, con sacrificio".

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