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De jardinero a 'gentleman' en la ciudad de la moda

J. A. Sevilla

19 de junio 2015 - 05:02

Teniendo en el Sevilla una historia como la de Carlos Bacca, un jugador que ha contado infinidad de veces cómo se ganó la vida en Barranquilla como pescador y conduciendo autobuses, no deja de ser curiosa también la de Adil Rami, el joven corso de ascendencia marroquí que compaginaba sus entrenamientos en el equipo del pueblo con su trabajo de jardinero. Criado en un barrio no conflictivo pero sí humilde de Fréjus, localidad de la costa mediterránea en la Provenza francesa, cuando llegó a la edad crítica su madre, trabajadora en el Ayuntamiento, le consiguió una ocupación que no le impidió seguir con su pasión.

De hecho, en su época en el fútbol amateur no jugaba de central, sino como centrocampista ofensivo, una posición en la que hacía destacar su ya poderoso físico. La lesión de un compañero hizo que empezase a probar sus dotes defensivas, para lo que rápidamente empezó a llamar la atención por su velocidad en el corte y contundencia aérea. El Lille le ofreció una prueba y la superó, se incorporó a su filial y poco tardaría en debutar. Su progresión sería meteórica, aunque medió una lesión. Tuvo una gran oferta del Marsella, pero fue el Valencia quien apostó por él, aunque lo dejó cedido en el Lille. Con Emery fue un fijo en Mestalla, llegó a la selección francesa y cogió peso. Su fuerte carácter, a veces su agresividad... le han jugado malas pasadas, como una disputa con Djukic. En Milan recibió el premio Speciale Gentleman Rivelazione, al jugador revelación.

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