La inocencia de un bebé (1-1)
El Sevilla de Emery, más sólido y vertical, desperdicia una gran ocasión de ganar a un pobre Getafe por su tremenda ingenuidad. Jesús Navas y Palop realizaron sendos regalos.
Unai Emery debe inyectarle a su nueva plantilla una importante dosis de pragmatismo y veneno para que sus ideas futbolísticas, positivas en sus dos primeras comparecencias, empiecen a dar los necesarios réditos. Ayer el Sevilla dio un pasito más en su rehabilitación, pero fue un paso muy corto, marcado por la tremenda inocencia que tiene marcada a fuego una plantilla a la que el técnico sevillista debe quitarle un mal pernicioso en el fútbol profesional. Al menos no perdió en un campo maldito, pero pocas veces se encontrará a un rival tan mermado y condicionado como este Getafe.
Emery realizó un buen planteamiento e incluso pudo cantar victoria si Jesús Navas no regala una ocasión clamorosa o Palop no mide mal una salida traicionado por el viento. El vasco ha logrado darle solidez su equipo e incluso leyó el partido de forma oportuna, incluidos los cambios, pero se topó con la realidad de que futbolistas internacionales de primer nivel carecen de un mínimo de mala uva para hacerle daño al rival y darle al partido lo que pide en cada momento. Por eso el paso de ayer fue como el pasito de un bebé balbuceante e inocente.
El Getafe, debilitado por las bajas, sí supo leer por ejemplo cómo utilizar el factor viento. El Sevilla regaló goles en ambas áreas en la primera mitad, con este elemento en contra, y en la segunda no supo administrar esa ventaja.
Entre las variantes tácticas introducidas en tan poco tiempo por Emery destacó el mayor protagonismo con balón de Maduro. El holandés, escoltado por Medel, se soltó más en el campo contrario, donde los sevillistas permutaron las posiciones por delante de los medios centro y lo mismo aparecía Reyes por el centro que Rakitic intentando unir líneas más atrasado. Ante un rival tan mermado, la lógica se impuso durante casi toda la primera mitad, pese al viento.
Ni siquiera el clamoroso yerro de Jesús Navas a los 22 minutos, con lo que podría haber significado dado lo inseguro que está este Sevilla, descentró a un equipo que intentó dar ese otro pasito que se le pedía, soltarse más en ataque, con chispa y verticalidad, sin tanto manoseo de balón. Y así, entre balones en largo y combinaciones por el centro iniciadas por Maduro, el Sevilla fue poniendo cerco a un Getafe que sólo amagaba con apariciones desde fuera del área, para intentar aprovechar la fuerza del aire con tiros lejanos.
Ya había avisado el Sevilla de sus intenciones muy pronto. Tenía el mando, aunque carecía de continuidad. No le hizo falta para llegar con peligro al área rival. Con un Cicinho más activo, desde su flanco se iniciaron varios ataques con mucho sentido. El Sevilla inició así la construcción de esa pirámide enorme que se le hace encontrar el gol. Primero fue Negredo el que tuvo un par de ocasiones, desde la izquierda primero y desde la derecha después, pero se escoró demasiado en ambas. Parecía imposible hasta que el tercer intento pareció definitivo. Maduro envió un balón profundo a Negredo, quien, ante el meta, vio a Jesús Navas solo en la derecha, pero éste se atoró y remató horriblemente mal. Sin embargo, en otra gran combinación de nuevo desde la derecha y con participación de Maduro, Reyes enmendó a su compañero y puso el 0-1. Lo más difícil estaba hecho. La pirámide estaba coronada. Pero Colunga cantó bingo casi sin querer, ayudado por el aire. Palop, advertido por una falta anterior que casi se envenena, optó por salir de nuevo y se tragó el lanzamiento.
El Sevilla, pese a su tremenda superioridad, debía empezar de nuevo a levantar su pirámide y retomó el partido tras el intervalo con energía, con ganas de aprovechar ahora el factor meteorológico. Sin embargo ahí empezó a aparecer de nuevo la proverbial inocencia de este grupo de jugadores. Negredo, muy activo en los ataques de la primera mitad, comenzó a realizar malas elecciones. Por ejemplo, cuando en el minuto 62 optó por intentar sorprender a Moyà desde lejos pudiendo plantarse ante él escoltado por dos compañeros. En el 65 marró un pase clarísimo a Rakitic en el área y en el 69 desperdició una de sus especialidades, el zurdazo desde el área, tras un gran control a pase de del suizo-croata.
Emery le dio oxígeno al equipo. Vio a Maduro y a Reyes agotados y les dio refresco desde la lógica, con Kondogbia y Stevanovic. Pero el Sevilla se obcecó en regalar balones, en elegir la peor opción, y el resultado fue que, con el viento a favor, apenas tiró entre los tres palos, no supo hacerlo casi nunca. Enfrente, el Getafe, sin creerse lo que veía, dio un pasito adelante para evitar que su rival se moviera con comodidad y el Sevilla se fue diluyendo. Una falta a favor en el minuto 72, sacada en corto en lugar de a la olla, y una tángana entre Kondogbia y Xavi Torres en el 80 en la que se perdieron casi dos minutos, supusieron el colmo de la inocencia y de la falta de mala uva. Con todo, Navas, desesperante por sus erróneas decisiones, casi marca en un córner que sacó milagrosamente Moyà. Podría haberse desquitado así de su yerro el campeón del mundo, pero no fue así y el pasito se quedó a medias. Por lo menos no cayó, porque, con lo que perdonó, en otras ocasiones similares este Sevilla tan dadivoso podría haber perdido hasta el punto.
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