Un horror y tres puntos (0-1)
rayo vallecano - sevilla · la crónica
Un Sevilla sin ritmo ni profundidad se agarra a otra jugada a balón parado para ganar tras seis jornadas de sequía. Hasta el minuto 54, tres antes del gol de Coke, no llegó la primera ocasión.
El lector sevillista tiene dos opciones. Si los tres puntos, tan categóricos e inobjetables, borran de su memoria la mínima mácula del partido perpetrado ayer por su equipo en Vallecas, mejor que no pierda el tiempo en leer esta crónica. El Sevilla ganó. Coke, en el minuto 57, anotó el único gol. Por tanto, los de Nervión, que encadenaban seis jornadas sin ganar y se habían dejado cazar por sus perseguidores en la lucha por los puestos europeos, respiran con alivio. El primero de todos su discutido entrenador, Unai Emery. Y ya se sabe que la más fea de las victorias, con el tiempo, acaba pareciendo para muchos la más bella oda al balompié. Es la propiedad lisérgica de los triunfos, que llevan a alucinaciones.
No obstante, resultado al margen, glosar lo que sucedió sobre la hierba de Vallecas aún puede provocar el rubor del sevillista con un mínimo sentido crítico, que a buen seguro anda preocupado por las bajísimas prestaciones que hoy ofrece un equipo que, no se olvide, fue confeccionado con un esfuerzo de los más generosos de Primera si se excluye a los que juegan fuera de concurso, Real Madrid y Barça.
Hasta el minuto 54 del partido no chutó entre los tres palos el Sevilla a un Rayo que saltaba a la hierba con el dudoso honor de haber encajado 58 goles en 24 jornadas. Fue en una combinación que nació de Rakitic, quién si no. Alargó el pase a Bacca, éste la devolvió atrás a Iborra y el medio habilitó, en uno de sus pocos pases profundos, al suizo-croata, que golpeó como se suele hacer con la pierna menos buena, plano y seco. Rubén desvió a córner, otro más.
Porque en la primera parte, toda la producción ofensiva de los sevillistas se redujo a un rosario de saques de esquina y faltas indirectas, todas desaprovechadas. Mucho balón parado, pero no tanta estrategia: Rakitic se limitó a sacar su prodigiosa derecha y buscó sobre todo que alguna cabeza de los de amarillo se anticipara en el primer palo, bien para peinar al segundo, bien para desviar a la red. Esta vez no sonaba esa flauta que tantas veces ha sonado para enderezar partidos torcidos.
Muchísimo balón parado. Y no sólo cuando ese émulo de Iturralde González que es Delgado Ferreiro pitaba un córner o una falta a favor del Sevilla. También, y lo que es realmente grave, cuando los de Nervión tenían la pelota y trataban de armar un ataque. La parsimonia y nula clarividencia de Carriço e Iborra empiezan a ser un mal endémico de este equipo, que agradecía el atrevimiento y capacidad de cruzar las líneas de M'Bia. El africano no tiene la capacidad de Iborra o Carriço para anclarse, no perder la posición por delante de los centrales. Pero una cosa es anclarse y otra lastrar la transición defensa-ataque. Y evitar, de paso, acudir a zonas más adelantadas para buscarle las cosquillas a un rival tembloroso, que deambula por la Liga como un funambulista sin red.
Lejos de hostigar al Rayo en su mediocampo, el Sevilla salió dispuesto a posicionarse con las líneas juntas y confiar en una salida rápida, un chispazo que sorprendiera a la zaga franjirroja saliendo y descolocada. Trazas de equipo menor. O inseguro. Lo que hoy es el bloque de Emery, que es incapaz de dotar a sus chicos de un trazo definido, de un manual al que respeten como a la mismísima Biblia. Sus bailes de sistema y de hombres en las demarcaciones, sus cambios de actitud -hoy apretamos arriba, hoy nos dejamos querer aunque enfrente haya un equipo en zona de descenso- han llevado al vasco a perder la razón. No es que se haya vuelto loco. Es que sus argumentos difícilmente se pueden defender.
Si por dentro, con ese fútbol de plomo que mana de las botas de Carriço e Iborra, no llegó ese pase que hiciera daño y habilitara a Bacca o Rakitic -esta vez el rubio no se descolgó atrás para iniciar ataques-, por fuera tampoco llegaron soluciones. Recuperó Unai a Jairo, que llevaba tiempo sin el rango de titular, y el cántabro devolvió la camiseta. No dio una a derechas. Por la otra banda, Alberto Moreno dio otro paso más en ese camino que sólo él sabe dónde acaba. La voluntad de Rakitic y Bacca, sin pelotas ventajosas, se difuminó en una horrorosa primera parte.
No movió ficha Unai en el descanso. Esta vez no prescindió de Pareja -más entonado en el perfil diestro- para retrasar a Carriço y, a su vez, a Rakitic. Dio un pasito adelante el equipo en la segunda parte y pronto afloró un punto de luz con esa referida jugada de peligro, la primera del Sevilla, en el minuto 54. Tres minutos después, se hizo la luz con el enésimo balón parado. Rakitic, esta vez sí, la puso tensa al sitio y emergió Coke para pedir perdón a la afición rayista.
Paco Jémez dijo que de perdidos, al río: Adrián por Baena en el minuto 56 y un punta, Longo, por el lateral izquierdo Rat en el 67. Por pura inercia, el Sevilla iba a disponer de clarísimas contras hasta Rubén. La tuvo Rakitic en el 77, pero el capitán malogró un gran servicio de Figueiras desde la derecha para sentenciar. Seis minutos después, Iborra cargó una bala en el revólver del árbitro al abandonar el terreno de juego sin la rapidez que el trencilla le exigía. Vio la segunda, Gameiro fue ya un islote pero el repliegue resultó eficaz ante un moribundo. Al final, los sevillistas hicieron una rabiosa piña sobre la hierba. Quizá porque sabían que es casi imposible ganar con menos.
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